El problema es que, en general, la gente es muy poco original, y suponen como "lo normal" lo que hace la masa, pero entendiendo "lo normal" como "lo correcto".
Es decir, para la gente sin personalidad, lo que se sale de la rutina común de la población (fútbol, coches, viajes de vacaciones, vivan los sindicatos, malditos sean los empresarios, y el finde a por los pibos -ellas- y las pibas -nosotros-) es de raros. Pero no de raros según las acepciones del diccionario, sino en plan peyorativo. "Lo raro es lo malo, lo normal es lo bueno". El credo de la sociedad es tal que no es malo gastarse 1.000 € ó más en irse a pasar una semana (¡una semana de tu vida, y se acabó!) a Punta Cana, porque está de moda y tal, y tienen derecho a irse de vacaciones. Pero, sin embargo, es del género estúpido coleccionar, o símplemente, tener varios relojes que sumen esa cantidad (ahora mismo mi colección suma poco más de 1.000 €). No es absurdo gastarse 600 € en una entrada de fútbol, pero comprarse un Hamilton para celebrar y recordar siempre este año en el que te has ganado el pan como un auténtico Jabato, es una locura. No quiero pensar qué dirán cuando sea mayor y me haya ganado el autorrespeto (y el dinero) que necesito para comprarme un Luminor Marina como expresión del triunfo de una vida de trabajo.
Esto me lleva pasando toda la vida. Nunca entendieron la diferencia, ni lo entenderán. Y los medios de comunicación y la sociedad en general tienden a rechazar las diferencias de comportamiento. Últimamente incluso los periodistas se permiten el lujo de calificar de extravagancias cosas que no deberían extrañar a nadie. Gente que no te conoce de nada te juzga por ser diferente.