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Tudor 9121 Chrono-time, el reloj que se negaba a ser vendido

  • Iniciador del hilo Rolex4ever
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  • #26
Que belleza de Tudor.


Enviado desde mi zapatofono.
 
  • #27
Me ha encantado [emoji122][emoji122][emoji122]


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  • #28
Bonita historia y bonito reloj, la verdad es que nunca lo había visto y nunca se me hubiera pasado por la cabeza que su diseño tan actual proveniera de principios de los 70.

Gracias por compartirlo, un saludo!
 
  • #30
Sin duda una historia preciosa de un espectacular reloj. Enhorabuena.
 
  • #31
Bonita historia y bonito reloj. Saludos de otro de "la escuela"...
 
  • #32
No se que me gusta mas , la historia o el reloj !!!

Muchas gracias por contármela !!
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... En cualquier sitio [emoji353]️[emoji354][emoji355]️
 
  • #33
Cada dia me gustan mas los Tudor, y el que muestras es precioso.
Cuando oigo estas historias, pienso en que pena que no todo el mundo nos entienda a los apasionados de los relojes...
 
  • #34
El reloj en cuestion te tiene que gustar, por que lo cierto es que tiene un diseño un tanto peculiar, de todas formas si su dueño lo ha llevado a gusto, esto es lo que importa.
 
  • #35
Preciosa historia y reloj!!!
 
  • #36
Gracias por contarla.
 
  • #37
Menuda historia y encima con un reloj espectacular . Deberían de reidetarlo. Gracias por el hilo.;-)
 
  • #38
En dos palabras im-presionante
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  • #39
El protagonista de esta historia es un caballero que como muchos de nosotros soñaba con un reloj y que por azares del destino se compró una de las piezas más difíciles de ver de Tudor.

Corría el año 1974 en Bilbao. Una respetable familia regentaba uno de los concesionarios Rolex de la ciudad. Justo antes del verano de ese año recibieron una partida de relojes Rolex que incluia un extraño intruso. Se trataba de una especie de reloj híbrido de una marca, que si bien no era nueva, no se recibía con mucha frecuencia en las joyerías de la ciudad.

Se trataba de un reloj con un aire diferente, caja grande para la época, diseño definitivamente moderno con su caja integrada al brazalete, que no era de chapa doblada sino sólido. Tenía un refrescante color azul y un bisel para medir inmersiones de buceo, además de fecha con su lupa para verla mejor. Menuda combinación se dijo a sí mismo el dueño de la relojería. "Estos de Tudor ya no saben que hacer", recordando ese cronógrafo con colorines que le costó 3 años vender.

En fin, puso el Chrono-time en uno de los mostradores menos visibles dentro de la tienda.

Como cada verano, la joyería cerraba dos semanas para hacer inventario, alguna reforma y tomarse unas merecidas vacaciones. Guardaron los relojes en la caja fuerte y se marcharon. Al volver a abrir la joyería, por una de esas casualidades nuestro reloj Tudor se quedó olvidado al fondo de la caja fuerte. Debajo de unos papeles antiguos.

Pasarían varios años sin que se dieran cuenta de dicho reloj. No lo echaban en falta. Hasta que llegó un día en que 17 años después, en 1991, al hacer una inventario y destrucción de documentos se encontraron el dichoso reloj. En su caja, como si la hubieran dejado un día antes. El dueño se apresuró a ponerlo en exhibición, esta vez le tocaría un espacio con bastante visibilidad en la ventana principal de la joyería.

Por aquellos años, un joven al que llamaremos Ignacio, pasaba todos los días delante de la joyería. Se quedaba siempre con la boca abierta mirando el Submariner y el GMT Master II, sus relojes favoritos. Recordaba el GMT Master del abuelo de su primo, un 6547 con esfera de pepsi baquelita de los que ya no existen más que en leyendas. Había pasado su niñez admirando a James Bond encarnado por Sean Connery y su eterno Submariner 6538. Por no decir del Oysterquartz con que Messner subió al Everest sin botellas de oxígeno..

Además Ignacio que estudiaba en la Escuela de Ingenieros de Bilbao, tenía varios profesores que llevaban aquellos Datejusts de esfera clara tan formales y elegantes. Era como parte de un uniforme del que sólo se desmarcaba el catedrático de Física, que llevaba un Day Date de oro reluciente por los pasillos de la Universidad.

Ignacio se había graduado en 1989 y para 1991 ya llevaba dos años trabajando, por lo que tenía su dinero ahorrado. Un buen día decidió darse un "pequeño" capricho. La semana anterior había visto un reloj "muy interesante" en las vitrinas de la joyería y quiso acercarse para ver si podría ser el elegido.

El reloj no era otro que nuestro Chrono-time, (que en realidad es un Ranger II pero sin la leyenda en la esfera, ya que Tudor puso Chrono-time también a los Cronos Big Block, pero esa es otra historia). Al verlo delante y con la posibilidad real de comprarlo empezó a evocar esas piezas que tanto le gustaban, la herramienta definitiva que era el Submariner, aquella caja integrada del Oysterquartz y ese color azul que le traía a la mente aquél GMT Master.. no había dudas, ese Tudor tan peculiar tenía que ser su reloj!

Entró y tras mediar pocas palabras salió muy contento con su flamante Tudor. El reloj era tres relojes en uno, no había otro igual y además le permitía pasar "desapercibido" la mayor parte del tiempo. Sus amigos y compañeros le preguntaban, "Anda Ignacio, ¿qué reloj es ese tan chulo?" Al principio él les decía que era un reloj de buceo de Tudor, hecho por Rolex. Las caras de incredulidad de la gente le hicieron dejar de dar detalles de su reloj. Después se limitaba a decir, "Nada, es un reloj más como cualquier otro". Pero no era así, era su reloj. Del que no había otro igual. Del que pronto iba a descubrir que había estado durmiendo en sueño de los justos en una caja fuerte por 17 años.

En 1998 Ignacio llevó su reloj al servicio a la misma joyería. Lo había llevado consigo todos esos años ininterrumpidamente. Al ver los papeles de la garantía se dieron cuenta de que dichos papeles se correspondían con los habituales de principios de los 70. Al preguntar a Ignacio cómo era posible que estuviese tan bien tratado con casi 25 años a cuestas. Ignacio respondió que no era posible, el reloj era de 1991. Después de algunas comprobaciones salió a relucir que la historia real del reloj. Ello no afectó en lo más mínimo el apego que Ignacio tenía por su reloj. El reloj que no quería ser vendido.

Igual algo de esta historia es cierto.


Ver el archivos adjunto 277072
Ver el archivos adjunto 277076
Ver el archivos adjunto 277077

Edito para añadir fotos de los otros tres relojes protagonistas de la historia:

Rolex Submariner 6538 Big Crown:

Ver el archivos adjunto 277116
(Rolexpassion)

Rolex GMT Master 6542:

Ver el archivos adjunto 277117

(Rolexpassion)

Anuncio Rolex Oysterquartz:

Ver el archivos adjunto 277118

Gracias por vuestros comentarios.

Saludos,

Qué bonita historia! Muchas gracias. Dan ganas de salir a buscar joyas perdidas a lo Indiana Jones...Estos relojes tienen algo mágico

Por cierto, precioso y singular Tudor

Enhorabuena

PD Quiero más cuentos de relojes como este, por favor
 
  • #40
Que historia más bonita :clap:
 
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