Vuestras respuestas me confirman en lo que decía: nos aferramos a cualquier argumento -los tornillos, la personalidad del que lo lleva, el número...- para no admitir que, efectivamente, nuestros relojes no son más que copias. Querríamos que fueran únicos, pero sabemos que no lo son, y nos agarramos a lo que sea.
Pero lo más bestia de todo no es eso. Lo más bestia es que cualquier fake, esos que tanto odiamos, son también copias, como los nuestros. Copias ilegales e imperfectas. Ilegales, de acuerdo con la legislación vigente y el derecho de la propiedad intelectual e industrial; e imperfectas (aunque cada vez menos), de acuerdo con los modelos que toman como ejemplo, tanto en lo que se refiere a los materiales como a los acabados y a las características mecánicas. Pero esos fakes no son copias de nuestros relojes, sino del modelo al cual nuestros relojes también copian de manera legal y exacta.
Tal vez este sea nuestro consuelo: nuestras copias son legales y perfectas (o casi). Son copias exactas.
Menos da una piedra. (Aunque bien pensado la piedra sí que es única)
PD: Se encuentran dos conocidos. Ambos llevan un Rolex Hulk. Se saludan, se dan la mano, hablan unos segundos y se despiden. Ambos se han dado cuenta que llevan un reloj idéntico, pero no han comentado nada. Alejados ya, le dice su mujer a uno de los hombres:
- Te has fijado, tu amigo llevaba un reloj como el tuyo.
- Qué va - responde él- el mío es mucho más bonito. Además, él no sabe llevarlo.
Y la mujer piensa: "los hombres son como niños".