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trilohen
Visitante
Los tiempos cambian y también las maneras de vender y comprar. El comerciante se busca la vida, al igual que el comprador.
Hace dos semanas estuve a un pelo de comprar una gran pieza en una famosa relojería de la Avenida Puerta del Ángel de Barcelona y aunque el precio final era muy bueno no lo compré a pesar de entrar decidido a quedármelo por esa cantidad. ¿Motivo? El trato de la propietaria. Una vez observadas las piezas con el amabilísimo vendedor, se acercó a su jefa para consultar el precio que me podía ofrecer. La propietaria se acerca sin sentarse (yo lo estaba), me da la mano y me pregunta que qué es lo que quiero (literal). Cuando comienzo a explicar que estaba interesado en una pieza que ya había visto anteriormente, que había pasado varias veces por la joyería y valorando el precio, a media explicación me dice que baje el tono de voz porque detrás de la columna donde estábamos había una 'cliente'. Me indigné tanto con el trato y el hacerme callar que, claramente, le dije que el precio me parecía perfecto, el trato del vendedor excelente pero que su gesto y actitud, el de la propietaria, me habían decidido a no gastar ni un euro jamás en una tienda en la que tratan de esa manera a un cliente. A ese cliente lo perdieron no sólo ese día sino para siempre.
Hace dos semanas estuve a un pelo de comprar una gran pieza en una famosa relojería de la Avenida Puerta del Ángel de Barcelona y aunque el precio final era muy bueno no lo compré a pesar de entrar decidido a quedármelo por esa cantidad. ¿Motivo? El trato de la propietaria. Una vez observadas las piezas con el amabilísimo vendedor, se acercó a su jefa para consultar el precio que me podía ofrecer. La propietaria se acerca sin sentarse (yo lo estaba), me da la mano y me pregunta que qué es lo que quiero (literal). Cuando comienzo a explicar que estaba interesado en una pieza que ya había visto anteriormente, que había pasado varias veces por la joyería y valorando el precio, a media explicación me dice que baje el tono de voz porque detrás de la columna donde estábamos había una 'cliente'. Me indigné tanto con el trato y el hacerme callar que, claramente, le dije que el precio me parecía perfecto, el trato del vendedor excelente pero que su gesto y actitud, el de la propietaria, me habían decidido a no gastar ni un euro jamás en una tienda en la que tratan de esa manera a un cliente. A ese cliente lo perdieron no sólo ese día sino para siempre.
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