Os pongo un pequeño relato:
Paco era cargo intermedio. Volvía conduciendo un coche que pensaba cambiar en breve, por fin las cuentas salían; pero esa tarde su mente la ocupada su novia, la cosa no iba tan bien como él esperaba: quizás los padres de ella, quizás la anterior relación de él, tantas cosas analizaba…la terapia no había funcionado y tras ocho años de convivencia la bulímica rutina había impedido que apenas se conocieran. Y por encima de todo la preocupación por el sufrimiento de Marta, su hija de 4 años, la cosa más linda del mundo y por la que Paco moría, asmática, frágil, ojos e inocencia.
Llegando a una de las tantas curvas por las que pasa a diario y por razones que nadie jamás sabrá, ese día la fuerza centrífuga ejercida sobre el coche superó a la fuerza que la carretera hace sobre las ruedas y mediante unas complicados cálculos la naturaleza decidió que el vehículo girara alrededor de un eje que pasa por las ruedas de la parte derecha (era una curva a izquierda). Paco volcó y la desaceleración brusca le provocó un daño axonal difuso en las neuronas, además su cabeza golpeó la ventana con tal fuerza ( llamémosla x), que se produjo un sangrado masivo: una hemorragia intraparenquimatosa, que no tendría mayor importancia si no fuera porque produce una presión intracraneal tan alta que daña el tronco cerebral y por tanto anula funciones básicas como la respiración. Todo esto produce una falta de oxígeno que es irreversible, no hay vuelta atrás, y Paco falleció. Marta quedó huérfana y la novia se casó con otro, también llamado Paco, dos años más tarde.
En definitiva, la física manda por mucha metafísica que el ser humano sea capaz de elaborar y por muchas emociones que suframos y disfrutemos estamos sometidos a ella. Y un buen reloj recoge en 4 cm un prodigio de física, unas leyes a las que estoy sometido y que en ese momento en el que lo miro, me pertenece.