Como dice un conocido gran amante de los relojes, El Corte Inglés y las boutiques están para probarse los relojes, pero no para comprarlos, debido a su habitual ausencia de descuentos.
Obviamente, los dependientes de esas tiendas, al igual que sus responsables, también conocen perfectamente este extremo, y no tienen ninguna duda de que la mayoría de los coleccionistas no les van a comprar los relojes a ellos, salvo piezas exclusivas que no están a la venta en otros establecimientos o cuando no se quiere esperar largo tiempo para conseguir el capricho del momento. Y no sólo para luego comprar en tiendas virtuales, sino incluso en otra joyería de la misma ciudad -que sí ofrece generosos descuentos, aunque no tenga las piezas en stock y deba encargarlas- o un compañero de este foro que haya puesto un anuncio.
Todo ello no es óbice para atender perfectamente a cualquier cliente. Y de hecho, así suele ser en la inmensa mayoría de las ocasiones, en las que incluso los dependientes o encargados insisten en que te pruebes los relojes. En cada uno está no generar situaciones de abuso, ni, muchísimo menos, del menor maltrato al reloj, pensando en quien finalmente lo adquirirá.
Además de mantener la imagen de marca, este buen trato redunda siempre en beneficio del vendedor, pues tampoco puede saber con certeza quién le va a adquirir el artículo (aunque los que tenemos mayor o menor grado de afición relojil podamos tender a pensar que todo el mundo conoce a la perfección dónde se pueden encontrar los mejores precios, me temo que la realidad no es así, y que gran parte de la gente que compra un reloj, no le da tantas vueltas como nosotros, especialmente si lo hace de modo puntual o muy esporádico). Además, cualquiera que haya recibido la mínima formación como vendedor sabe que, a la larga, triunfa aquel que trata como a la persona más importante del mundo a todo el que entra por la puerta del establecimiento, con independencia de su aspecto, su lenguaje o su educación. Es imposible conocer a priori las posibilidades económicas de nadie por la primera impresión, y menos aún determinar cómo puede evolucionar su fortuna.
En definitiva, que se pruebe la gente los relojes puede ser -y seguro que lo es- un gran incordio, pero es algo insoslayable para cualquier buen vendedor que se precie. En él/ella está hacerlo con la gracia suficiente para que el cliente quede satisfecho, sin que el reloj sufra deterioro físico.
Y por cierto, esto no sólo acontece con los relojes, sino que también con infinidad de artículos: gafas de sol, ropa, zapatos, artículos de deporte, ... Que la gente se prueba, al tiempo que aprovecha para anotar las referencias, y así poder pedirlo por internet como plena seguridad de que es lo que busca.