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Segundo concurso de relato corto de Relojes Especiales

  • Iniciador del hilo Goldoff
  • Fecha de inicio
Estado
Hilo cerrado
  • #26
Seudónimo: "Plutón", 2º relato

EL HECHIZO DE PRAGA

Faltaban pocos minutos para la medianoche en Praga. El pequeño séquito real contemplaba la fachada de la Torre del Reloj Astronómico, cuyas manecillas ascendían segundo a segundo, apuntando hacia el cielo azabache.
El Rey no podía estar más satisfecho. ¡Por fin estaba terminado! Llevaba años esperando el momento de ver por fin en funcionamiento la más avanzada pieza de tecnología que el mundo jamás hubiera conocido. El Maestro Relojero Mikulas de Kadan sin duda se había esmerado, depositando todo su esfuerzo y saber en esta obra suprema, que haría de Praga la ciudad más importante de Europa y del mundo. Desgraciadamente, sería su última obra: Mikulas sería ejecutado la mañana siguiente, oculto por harapos, como si de un bandido común se tratara. Era lo justo, se decía el Rey, ya que nadie más en el mundo podía ni debía conocer los secretos de manufactura de tan majestuoso mecanismo, que arderían en pocas horas junto con su diseñador. Éste yacía ahora en un aislado calabozo, sintiendo gotear los segundos que lo acercaban a su severo destino.

Una vez en la torre, las vísceras de la bestia mecánica quedaron expuestas ante los ojos del incrédulo grupo, atónito al ver semejante despliegue de ingenio y conocimiento. Pero, entre todos ellos, hubo un alma que quedó más que sorprendida y más que sobrecogida. La hija del Rey acababa de quedar hechizada.
La visión del esqueleto metálico del ingenio había abierto los ojos y los oídos de la joven, permitiéndole entender de un modo instintivo el lenguaje del reloj. La maquinaria cuchicheaba, murmuraba sin cesar sonidos que sólo unos pocos podrían comprender: cada giro de rueda, cada arco balanceándose, cada engranaje rotando susurraba ideas hermosas, palabras hechas de arte y de ciencia, frases que explicaban la belleza de lo que es perfecto. Todo el saber humano se recogía en aquella lóbrega Torre: la medición del tiempo, el paso de los días y las noches, la metamorfosis de la Luna en su eterno baile con el Sol y las estrellas. Aurora, Orto, Cenit, Crepúsculo. Ese reloj era el Universo. Y su creador estaba destinado a morir abrasado a causa de la soberbia y la codicia de un hombre miserable.

Mikulas jamás entendería lo sucedido aquella noche.
No entendía cómo una muchacha fue capaz de entrar en los calabozos, abrir su celda y dejarle libre. Ni por qué los guardias reales no le persiguieron con sus jaurías, al encontrar su celda vacía por la mañana. Ni sobre todo, la razón de aquel beso recibido antes de su partida, breve como un latido del corazón, dulce y tibio como la miel.

El Rey presidía la ceremonia de ejecución en el estrado instalado bajo el resplandeciente dial del nuevo Reloj. Debería ser un momento feliz, pues su sueño se había concretado: el reloj estaba concluido y su secreto quedaría oculto eternamente. Y sin embargo, estaba inquieto. La serenidad del Maestro Relojero mientras era elevado hacia la pira lo había impresionado, pero lo que de verdad había turbado su espíritu era el silencio total con el que las llamas habían devorado su cuerpo cubierto de sucios harapos. Ni una palabra había surgido de aquellos labios, ni un gemido. Un escalofrío recorrió su espalda. Se revolvió, incómodo en su asiento. Miró hacia atrás un instante, para después volver su vista una vez más hacia la plaza. Mientras contemplaba los inmóviles restos ardientes del relojero, no podía evitar preguntarse por qué el sitio que debía estar ocupado por su hija se encontraba vacío.
 
  • #27
Un cuento corto.

Un cuento corto…
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Suspiro… me gusta suspirar, me llena de suspiros. Suspiro sentado en un banco de algún lugar. Aquel banco que siempre está ahí, aquel que espera un melancólico ambulante, sin embargo, ahora, hoy, no estoy melancólico, solo estoy llenándome de suspiros.
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El tiempo pasa mientras que el tiempo transcurre, es decir, yo solo espero. La espera no es larga ni corta, es tan solo una espera, se que espero porque el tiempo corre, anda, fluye. Se que fluye porque sé que aquí llevo un rato, porque han pasado varios suspiros, porque el hambre aparece y el cansancio asoma, porque el día se oscurece y el viento calma, porque la temperatura desciende, porque el silencio arrecia.
Tan solo escucho mi respirar, mi suspirar.
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Después de un rato, estoy lleno de suspiros, así que me dispongo a gastarlos, me paro y camino, camino y me desplazo, ya no estoy en aquel lugar, ahora estoy en otro lugar, y los lugares cambian mientras que el caminar acontece. Con cada paso, un suspiro desaparece, se desvanece, se difumina, más no me preocupo, tengo suficientes suspiros. Se que me desplazo porque las sombras cambian, porque las miradas aparecen, porque el silencio prevalece.
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Observo. Los otros pasan, caminan, respiran y suspiran, todo al mismo tiempo. Demasiado para mi, una sola cosa a la vez, pero no, ellos son y están y hacen y transcurren, todo al mismo tiempo, tan al mismo tiempo que no pueden saberlo, no lo observan, no lo disfrutan. No se percatan del tiempo, solo se dan cuenta de el cuando les hace falta, cuando no lo tienen.
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Finaliza mi caminata, la puerta de mi casa. Mi cama, mi gato, mi propio silencio, el mío, el de nadie más. Mis sueños. Mañana será mañana.
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El tiempo es de cada momento. Es de siempre.
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  • #28
La mosca

La mosca.

Pues si, eso es lo que soy una mosca, una simple y pequeña mosca, y os preguntareis..que tiene que decirnos una mosca?

Claro que tengo cosas que contar, pero no puedo decir que muchas, ya que mi tiempo de vida es limitado. Siempre estoy con la angustia de que puede ser el ultimo segundo de vida cuando estoy volando por una habitación y aparecéis uno de vosotros.

No es que me quiera defender, se que soy muy pesada, que hago ruido al volar, y que tengo la mala costumbre de pasar por delante vuestro continuamente, pero es que me gusta estar cerca de vosotros.

Pero no falla, cuando perdéis la paciencia vais a por mi, y aquí es donde se acaba todo.

Mi tiempo corto de vida lo aprovecho, visito muchas casas, conozco a mucha gente y veo muchas cosas.

En casi todas las casas hay una caja grande que salen imágenes, es curioso y me gusta pasearme por delante, tiene mucho color y todos vosotros la miráis muy atentamente.

Hay otra habitación que también me gusta mucho, y entenderéis la razón, hay mucha comida y allí me pongo las botas, y también aquí es donde vosotros os enfadáis mas conmigo.

Lo que también me gusta, es lo que lleváis la mayoría en la muñeca, una caja redonda o cuadrada, con dos agujas dentro que van moviéndose y la lleváis atada a la muñeca por una cinta de piel o metal. Es realmente curioso la de veces que lo miráis durante el día!
Debe ser algo muy valioso para vosotros.

Bueno, voy a seguir volando hasta que os de tanto la lata que decidáis acabar conmigo.
 
  • #29
tictactictac

Parecía que tras escuchar tantas veces aquel relato, que yo no recordaba, por boca del abuelo se hubiera instalado en primera persona en mi memoria. Al hombre le gustaba recordar, aquella vez que me caí de la silla que utilicé para encaramarme a la cómoda donde dejaba el reloj mientras dormía la siesta. -Se lo ponía en la oreja "pá" escucharlo..., el golpe que se dió el "jodío", no se hizo "ná", sólo el susto-, y se reía, como se reían los abuelos de antes, amablemente y enseñando las mellas de su dentadura. -Cuando Dios tenga a bien recojerme, el "reló pá" él-. ¿Para qué me serviría?, recién hecha la primera comunión tenía yo uno digital que ¡tenía hasta luz!. Esto último era especialmente útil para mirar la hora en el lavabo, intencionadamente a oscuras, debajo de las sábanas, en el cine. Cualquier excusa era buena para apretar el botoncillo inferior derecho cuya leyenda rezaba "light", que acortaba tremendamente la vida de las baterías.

Pereció anticipadamente, durante unas maniobras de estanqueidad acuática que realizamos conjuntamente mi mejor amigo, que tenía uno sumergible ¡30 metros!, y yo con el mío que era water-resistant... Disfruté mucho de aquel reloj, pero nunca hizo tictactictac.....

Durante la prepubertad creí perder interés por aquel reloj pero, cuando el abuelo se lo quitaba, lo cogía y me lo acercaba a la oreja..., tictactictac,... parecía que me hipnotizara aquel sonido mecánico, un día mi abuelo me sorprendió con el reloj en las manos, llevaba un rato mirándome con una aptitud burlesca dibujada en su cara mientras yo le daba cuerda, al levantar la vista y verlo allí me sobresalté, lo dejé torpemente en la cómoda e improvisé una absurda excusa aduciendo que estaba comparando aquella antigualla con mi reloj digital, que avisaba a las horas en punto, tenía alarma y ¡calculadora! que había que utilizar con un mondadientes, porque cualquier dedo marcaba tres números a la vez, cuando se podía porque los profesores prohibían su uso bajo veladas amenazas de suspenso y notificación deshonrosa a nuestros padres.

También tuvo, el pobrecillo, un temprano final, esta vez no a causa de pruebas acuáticas intencionadas, sino de resistencia a impactos. En alguna ocasión cayó desde la mesita de noche sin sufrir ningún daño. Ello me provocó una tremenda curiosidad, ¿resistiría caer desde la mesa del comedor?, habría que probarlo. Disimuladamente puse el reloj al borde de la mesa, empujé sutilmente hacia el exterior, el cálculo fue erróneo porque en ese momento mi madre, que servía la sopa, pisó el reloj justo en el instante en el que tocaba el suelo, se desestabilizó y derramó el caldo encima del reloj. La prueba anti-shock fracasó y accidentalmente se convirtió en otra desgraciada inmersión. Me supo mal, pero nunca hizo tictactictac......

Hacía mucho que no veía al abuelo, estudios, mili, trabajo tuvieron la culpa, porfín pude ir de vacaciones al pueblo con mi novia. El paso del tiempo había hecho mella en él, pero no en su carácter, caminaba ayudándose de un bastón que blandía amenazadoramente cuando lo hacía objetivo de mis bromas. Aún lo llevaba en su huesuda muñeca, no pude evitar cogerlo y llevármelo al oído una vez más, tictactictac..... Fue la última vez que ví al abuelo, apenas un mes después su corazón se paró, llevé a mis padres al pueblo para despedirlo. Una vez allí fue mi madre quien, entre lágrimas, me entregó el reloj. Se había parado, nadie le dio cuerda cuando mi abuelo falleció. Instintivamente me encontré girando la corona, me lo acerqué al oído; tictactictac…,

Su recuerdo sigue latiendo cada día en mi muñeca…. tictactictac.

 
  • #30
Seudónimo: "Aulo"

“La drosophila.


Es domingo de finales de julio, sin liga, y con la humedad disparada hasta el bochorno, lo que irrita bastante a Guillermo porque la llevanza se hace pesada y él es de clima seco. Le habían asegurado que la litoralidad tenía ventajas y efectivamente debió tenerlas en algún tiempo pasado porque hoy ya no las veía. El Morez da las tres, las tres y media, y él mira su antiguo Breguet de pulsera para corroborar que el francés va en hora, pero el tiempo camina despacio cuando no hay faena. El reloj era de su padre, a quien todos trataban de usted, pero no por respeto, sino por pura convención. Guillermo comienza a rememorar, y el recuerdo de su padre le entristece porque falleció violentamente cuando unos desalmados no dudaron en acuchillarlo cuando se resistió al robo. A veces piensa que no merece el Breguet porque es mucho reloj para tan escaso valor personal. Cuando se está quedando traspuesto, escucha un ruido irritante que va y viene, y sacude instintivamente la mano por si se le acerca al rostro. El insecto reinicia sus ataques contra su cabeza, que reposa incómodamente sobre el sillón. A la tercera embestida abre los ojos y ve que es una mosca, una mosca roja, por lo que deduce que es la mosca de la fruta. Los latinos la llamaban igual que nosotros: puta mosca, pero los científicos que la estudian la llaman drosophila. Guillermo no sabe lo que eso significa y, la verdad, tampoco le importa mucho porque lo único que quiere es que le deje en paz. Lleva media tarde tocándole las gónadas, se posa sobre él, corre con sus patitas por su brazo, y si no la mata en ese momento es porque no quiere hacerse daño a si mismo, pero la despreocupada mosca no sabe que quien vive en riesgo perece en el. Guillermo lleva media hora haciendo aspavientos para advertirla, y se está cabreando porque ella ni se inmuta ni le deja en paz. La incómoda visitante probablemente ya ha puesto sus huevos en algún recodo, de los que nacerán larvas que la imitarán cuando crezcan, pero ya desde un principio los pequeños residuos orgánicos demuestran maneras y eso le irrita aún más. No le queda más remedio que ponerse la camiseta cubriéndose el rostro para que no se acerque a su cara, pero el remedio no es eficaz porque ella quiere tajada y se lanza a la tripa, y eso sí que ya no lo consiente. Se levanta del sillón y coge con fuerza la revista del XL Semanal que muestra en esa página la fotografía de Al Gore, armando el brazo para atizarla en cuanto se de a su vista. Mira despacio a su alrededor, casi inmóvil, pero ella no está volando porque la abundante luz solar le permitiría haberla detectado inmediatamente. Por alguna razón, gira la vista hacia la mesa camilla, y allí, sobre el ramo desnudo de unas uvas de moscatel que había dejado después de comer, está ella saciando su voraz apetito, tomando sus últimos nutrientes. Sin pensarlo dos veces, lanza sobre la mosca y su festín, un potente revistazo que la deja pegada sobre la nariz del dueño de la mina de Zinc. La mosca no murió, pero cuentan las crónicas que nuca más volvió a molestar y de las larvas nada volvió a saberse.

El Morez da las cuatro y Guillermo vuelve a consultar su reloj para comprobar que está en hora. Ahora ya puede descansar.”
 
  • #31
Mi segundo cuento corto.

Silencio.

Don Filemón arreglaba relojes. Todas las mañanas antes del alba, levantaba su pesada cadera de la sucia y dura cama del inquilinato donde vivía, tenía un colchón corto y estrecho relleno de paja y esbozos de algodón. Descalzo, caminaba hasta la mesa y encendía la emisora de la Fundación Carvajal, todo el día escuchaba dicha esa emisora, la música clásica era la única que conocía, solamente escuchaba música clásica, nunca le pregunte el porque.
Preparaba un café aguado reutilizando el colado del día anterior, se lo tomaba y entraba al baño a orinar y lavarse la cara, solamente se bañaba una vez por semana, no tenía para quien estar limpio. Usaba el mismo pantalón café, amarrado con una cabuya para que no se le deslizara por sus delgadas piernas, a sus 78 años la carne se escurría sobre sus débiles huesos; usaba una camisa de algodón de manga corta y rallas cafés sobre un fondo blanco, tan vieja estaba que se podía ver a través de ella: sus costillas se tallaban sobre su piel desierta. Zapatos sin medias.
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Tomaba sus herramientas, los relojes de la noche anterior y caminaba hasta al Centro Comercial Panamá, una caminata de 25 cuadras por las entrañas de aquella ciudad tropical de ardiente sol y ardientes mujeres, ciudad de deseo y sangre.
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Esperaba… esperaba la llegada de don Omar, el dueño del establecimiento: un cuarto de dos metros por uno y medio con tres estantes metálicos y blancos y dos cabinas de madera y vidrio, cabinas atestadas de relojes en reparación, repuestos, piezas inservibles, cajas, lupas, pinzas, herramientas. Don Omar entraba con paso cansado, sus 82 años no le deban mas aliento, sus ojos hundidos y su mal aliento, saludaba con un “como le va don Filemón” quien respondía con un “sobreviviendo don Omar, sobreviviendo”, don Omar se agachaba, liberaba los dos candados y habría la oxidada puerta, don Filemón encendía la luz y ambas almas en pena se sentaban en sus correspondientes cabinas, se encendía la radio y sonaba Khachaturian-Spartacus, don Omar habría el cajón y aparecían sus herramientas sobre un pañuelo sucio, don Filemón habría su maletín de cuero y disponía su arsenal.
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Trabajaban… trabajaban arreglándole los relojes a los otros relojeros de la ciudad, a aquellos que no sabían como, a aquellos Relojistas de barrio. Don Omar y don Filemón eran Relojeros de Relojistas.
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El medio día, almuerzo y tinto para el sueño, un descanso, pararse y estirar lo inestimable. Una mirada, una carcajada, un silencio, el trabajo de nuevo, un nuevo reloj, un madrazo “!! jueputa !!”, silencio de nuevo, Glazunov-Otoño, sus figuras encorvadas, lente al ojo, las manos ocupadas, el ocaso, una luz naranja invade el espacio, cuerpo erguidos, manos libres, la hora de salida. Don Filemón toma sus herramientas, dos relojes para entretenerse en la noche, don Omar se queda un poco más, “hasta mañana don Omar”, “que descanse don Filemón”, 25 nuevas cuadras, parada a comer, tamál y gaseosa, la puerta del inquilinato, las gradas, el cuarto oscuro, el baño de nuevo, estreñimiento, dos horas más arreglando aquel escape, Fundación Carvajal, la hora de dormir, acostarse del lado derecho para evitar la molestia en el nacido del cuello, “este nacido me va matar”. Silencio.
 
  • #32
Reflexiones de un reloj a las seis de la mañana.

La redondez de mi esfera representa el correr sin salida ni llegada, y no adviertes que no tiene sentido preocuparse en exceso por un gramo más de mi calidad, porque si fueses consciente, ese gramo lo aportarías a tu vida y no me lo aportarías a mi. No recuerdas lo que eres? Eres menos que yo, eres un poco de polvo y, a veces, polvo a la defensiva porque te encaras con los que son lo mismo que tú, para defender un centímetro cuadrado de terreno que puede ser tu ruina. No sabes lo que te conviene, y pasas la mitad de tu vida observando cómo te cuento las verdades del barquero. Estas, no son otra cosa que la cuenta atrás para que te extingas, mientras, yo, aquí seguiré, y alguien me cuidará mejor o peor, pero no es probable que acabe como tu porque el ser humano es demasiado codicioso para destruirme cuando por mi pueden sacar un precio. Yo represento un valor incluso económico, pero no se lo que representas tu. No tienes valor material, el fin de tus días está escrito en tu reverso, y a pesar de ello te pones chulo, gritas, discutes, copulas, comes y duermes, te estresas. Pobre ignorante. Si supieses cuanto te queda de vida, si supieses que hoy mismo vas a rendir cuentas, ni mirarías tanto tu reloj, ni porfiarías por su calidad, estimado Pet. Siempre me has defendido y me has cuidado y verdaderamente no tengo queja de ti, pero ¿te das cuenta ahora de lo estéril que era discernir si yo era o no manufactura?

Tu eres manufactura, y en cambio tu volante se parará antes que el del más sencillo y económico de mis compañeros. Yo comprendo que te sientes superior a un humilde reloj porque a mi me puedes destruir y en cambio yo a ti no. Pero, a que no tienes valor para pisarme contra el suelo? No será que estás demasiado apegado a los bienes materiales? Qué harás esta noche cuando cierres por última vez los ojos, confiando en que mañana saldrá el sol para ti también. No te parece amigo mío, mi dueño y señor, que si supieses que yo iba a señalar tus últimos segundos antes de que me llevases a la primera revisión, hubieses modificado tu modo de actuar con los demás?

Querido amigo, sigue durmiendo, que hoy va a ser un día duro.
 
  • #33
Seudónimo: "Emile"

Producto nacional

La mar en calma, el sol radiante, el horizonte limpio de primavera recién estrenada. La comida en el buque de transporte había sido copiosa y nos invadía una somnolienta modorra. El desembarco de vehículos para las maniobras casi había terminado. El regreso a tierra se convirtió en un agradable paseo mientras un Mediterráneo tranquilo y perezoso nos zarandeaba ligeramente dentro de la barcaza de desembarco.

A mi lado, mirando por encima de la alta borda y viendo acercarse la costa, se encontraba un marine de origen hispano, como tantos otros de este cuerpo. No había mucho qué hacer y la tarde en la ociosa travesía invitaba a la charla. Mi compañero de viaje hablaba de lo orgulloso que se sentía de ser norteamericano y de lo avanzado que era tecnológicamente su país. Comentaba la hazaña de la exploración espacial y que su país era el único que había puesto sus botas made in USA sobre el polvo selenita.

No pude evitar que mis pensamientos fueran directamente a la imagen de un Speedmaster en la gruesa muñeca del traje espacial de Neil Armstrong bajando del Apolo XI. Intenté reconducir la charla hablando de esa pequeña maravilla de la mecánica suiza entre tanta tecnología espacial y derivar la conversación a un terreno en el que me sentiría más cómodo.

El norteamericano no pudo evitar echar una mirada a mi muñeca y se quedó unos segundos observando mi Fortis Flieger. Viendo su interés, me atreví a explicarle que se trataba de un reloj automático. Inmediatamente advertí que la palabra automático lo confundía. Intenté explicárselo.

- Funciona sin pila, dije. Para tratar de aclararlo y añadí desafortunadamente… Es suizo.

A estas alturas de la conversación, ya me había percatado de que el tema relojero no era muy apasionante para él.

- Pues yo siempre prefiero los productos nacionales a los extranjeros.

Diciendo esto levantó la manga de su camisa, haciendo el típico gesto de quien te va enseñar su reloj.

Me quedé dos segundos perplejo mirando el Casio G-Shock que asomaba en su muñeca y que me hacía guiños con el sol desde su rayado cristal. Sólo fueron dos segundos, pero enseguida pensé: ¡Qué guasa tiene el cabrón! Vaya broma.

Le miré a los ojos con la sonrisa del que acepta la chanza y me topé con la indiferencia de quien está convencido de tener razón.

Mis reflejos estaban perezosos. Tardé otro par de segundos más en comprender que lo decía en serio. ¡Aquel tipo creía realmente que su Casio era un producto americano!

Una ligera sacudida me sacó de mi aturdimiento. La barcaza había puesto su proa contra el muelle flotante de desembarque y el portón frontal empezaba a bajar sobre la plataforma.
La tarde era magnífica aunque marcara las horas un destartalado Casio al borde del desguace. ¿Qué importancia tenía discutir sobre su procedencia? No tenía sentido.

Me despedí del orgulloso marine y no pude evitar pensar que los hombres somos como niños con nuestros juguetes. Probablemente aquel hombre tenía muy buenos conocimientos sobre armamento pero eso era otro tipo de juguete mucho más mortífero y siniestro que mis inofensivos relojes.

Me gustaría ver su cara el día en que alguien tenga la paciencia de explicarle la verdadera nacionalidad de su reloj…
 
  • #34
No es que vuelva sino que no me fui.

Esta es una de esas situaciones que hay que contarlas ya que es de las que suelo inspirarme.

Mis clientes ya no solo vienen a reparar sus relojes si no que al igual que mi sobrino nieto me piden nuevos cuentos, y aquí me tenéis recopilando información e inventándome historias de lo acontece en mi alrededor, en esta ocasión como en otras anteriores es un relato de lo acontecido con uno de mis clientes.


Cuéntame un cuento al niño papa, le pidió la madre al padre, el padre empezó a buscar entre su apuntes donde sacar una nueva historia con la que construir algún nuevo cuento que no hubiera contado ya a su esposa y ha su futuro hijo, por mucho que busco no encontró ninguno que le convenciera, y por respuesta le dijo al tiempo que consultaba la hora de su reloj, ya va siendo hora de cambiar la pila, al día siguiente se dirigió al relojero reparador para pedirle el cambio de la pila, al tiempo que le decía.

-¿a escrito usted algún nuevo cuento?

- si en ello estoy pero tendrá que esperar unas semanas tan solo me faltan ilustrarlos y encuadernarlos.

- no se preocupe por las ilustraciones y encuadernados.

- no le comprendo.

-si que si me los puede pasar sin ilustrar ni encuadernar.

-hombre los cuentos si están ilustrados son mas atractivos y son mas amenos para niños y adultos.

-si pero no puedo esperar tanto tiempo.

-¿ y eso porque?

-es que voy ha ser padre y me he quedado sin cuentos que contarle a mi esposa e hijo el que nacerá dentro de unos meses.

El cliente marcho con la pila de su reloj cambiada y con un par de cuentos sin terminar tal y como le había pedido al relojero.

Pasaron unos meses y el cliente volvió por el taller del relojero a comunicarle al mismo que ya había nacido su hijo y que todo había ido bien encontrándose madre e hijo con buena salud y el padre en baja paternal, al tiempo que le pidió al reparador

-prepáreme una colección completa de sus cuentos para mi hijo.

-como no será un placer.

Así lo hizo el reparador de relojes y entre reparación y reparación fue preparando la colección (Los cuentos del tío Galy), y le hizo entrega de los mismos al cliente, y sin pausa y sin prisas los relojes fueron devorando segundos, minutos, horas, meses, años hasta llegado el día que al hijo le comunicaron que iba a ser padre y al padre abuelo, este ultimo cuando se entero de la buena nueva nervioso y veloz se apresuro a abrir el armario donde guardaba recuerdos de su juventud sacando del mismo uno de los muchos paquetes que en el guardaba el que hizo entrega a su hijo diciéndole estos son los cuentos que te contaba yo antes de que tu nacieras, y una cosa te pido que sigas la tradición cuéntaselos a tu hijo el que esta por nacer y cuando llegue el día que te vayan a hacer abuelo pásaselos a tus hijos y pídeles que ellos a su vez hagan lo mismo para que no se rompa la magia de los cuentos y se sigan transmitiendo de generación en generación la magia que guardan tan celosamente en su interior.

De esta forma los cuentos del Tío Galy no es que volvieran de generación en generación es que nunca llegaron a irse.
 
  • #35
Seudónimo: "Rip Hunter"

El amo del tiempo
Rip Hunter

Sintió la atracción de la urraca ante el brillo de un doblón de oro. Se vio a si mismo acercando el brazo a la repisa del baño y, mientras con una mano cogía el reloj que habían olvidado allí, con la otra ya abría la puerta por la cual salió con disimulo. En el vestíbulo de la estación le pareció percibir mil pares de ojos clavados en su nuca mientras apretaba con fuerza el puño que llevaba metido en el bolsillo. Buscó otro baño en el que encerrarse. Sólo entonces se atrevió a mirar el reloj. Era antiguo, él pensó viejo; con índices, él pensó rayitas; y de oro,… o por lo menos dorado, él pensó en venderlo; pero, inopinadamente, se ajustó a la muñeca izquierda la correa de cuero que le acarició la piel. Hacía ya años que había prescindido del reloj de pulsera en favor del de la pantalla de su teléfono móvil.

Era casi mediodía. Vio la hora sin valorar la diferencia entre la fría cuenta digital y la aguja que batía los segundos en una esfera que cortaba el índice de las seis. No descifró lo que debía de ser la marca, dos palabras en la esfera en caracteres que recordaban la escritura gótica. Durante la tarde notó como el reloj le iba reclamando que mirara la hora. Él respondía con un gesto furtivo de la mano derecha sobre su puño izquierdo. Incluso le parecía oír como su propio pulso se acompasaba con el suave tic-tac de la máquina.

Durante la cena mantuvo su brazo izquierdo bajo la mesa para evitar que ella lo viera, y antes de acostarse ocultó el producto de sus impulsos en el estante superior del armario. Se prometió que por la mañana encontraría una explicación que darle a ella para no sentirse como un ladrón. El despertar no fue tal. Ni tan siquiera parecía tener conciencia, ella le abofeteaba sin conseguir reacción alguna. Seguía inerte cuando el médico entró en la habitación, una hora más tarde. Atropelladamente ella le explico al doctor que aquella mañana apenas entreabría los parpados, no articulaba palabra y tenía la piel cenicienta.

El medico quiso ganar tiempo para comprender aquel cuadro, pidió una manta con la que abrigar aquel cuerpo yerto. Ella se puso de puntillas para llegar al estante y tiró de un extremo. La manta se desplegó en el suelo y, sobre ella, cayó el reloj dorado que el doctor recogió. Al ver su esfera retrocedió 25 años, a la víspera del cumpleaños de su abuelo. El viejo le había llamado junto a la cama de la cual aquél día no había querido levantarse, recordaba las palabras textualmente: «no quiero cumplir cien años, nadie puede creerse el amo del tiempo, y por eso no voy a llegar a mañana.» No pudo levantar la mano para ordenarle que no le interrumpiera, lo hizo con la mirada mientras seguía hablándole, «lo que te voy a pedir tal vez te parezca extraño: Llévate mi reloj y empéñalo. No conserves el dinero. Gástalo, regálalo o tíralo. Tu padre se había hecho ilusiones de tenerlo, pero hoy sé que es la peor herencia que le podría legar. Llévatelo y, sobretodo, no te lo pongas ni le des cuerda».

No lamentó incumplir, en cierta manera, aquel compromiso con su abuelo dándole cuerda ahora. Intuía que, a la primera vuelta de la corona, no sólo la pequeña aguja de los segundos reiniciaría la marcha, también daría energía al cuerpo de quien, sin saberlo, se había convertido en el amo del tiempo,… o en su esclavo.<!-- / message --> <!-- sig --> __________________

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  • #36
Perpetuo
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No sé ya cuanto tiempo llevo aquí. Las esperas me matan. Y si son largas, mucho más. Pero tengo que esperar. Y espero, faltaría más. Tengo la sensación de que, al final, todo tendrá su razón de ser.
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<u1:p>Mientras, observo. No hay nadie. Ni nada, salvo una mesa. Justo antes de entrar, me ha parecido escuchar voces. Y cuando ha llegado mi turno, y he abierto la puerta, alguien salía por el otro lado de la estancia.<u1:p> O eso me ha parecido.</u1:p></u1:p>
<o:p></o:p>

<u1:p>El tiempo sigue pasando. Echo un vistazo a mi muñeca, buscando mi querido reloj automático, movimiento perpetuo, maquinaria japonesa (¡benditos japoneses!) ... vaya, maldita deformación profesional. Parece como si estuviera en mi tienda, enseñando las bondades de esa máquina a ese cliente. No, a ese cliente no ... a ese amigo. Eso suena mucho mejor. Y a ese amigo, no quiero venderle. Quiero enamorarle. Quiero que se enamore.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Vaya, ya vuelvo a soñar. Y el tiempo sigue pasando.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Céntrate. Ibas a echar un vistazo a tu querido reloj.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Vaya por Dios. O no era muy querido, o algo ha hecho que me lo olvidara. ¿Olvidármelo? Sería la primera vez. ¿Dónde lo habré puesto?.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Esto se está haciendo eterno.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Espera. ¿Son voces?. Sí, lo son. ¿Pasan de largo?. ¡Nooooooooooooo! Maldita sea ... con la cantidad de cosas que tengo que hacer.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Hoy he quedado en que yo llevaba al crío al colegio, antes de ir a la tienda.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Mi hijo. El fin de semana pasado pude disfrutarlo con él todo entero. Tuvimos, durante dos días, tooooooodo el tiempo del mundo para nosotros solos. Y hoy, tres días después, voy a volver a verlo. Mi ex esposa ha accedido a que hoy me encargue yo de llevarle.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Y ahí estoy, preparándome. Ducha ... desayuno ... hoy, vestimenta algo más informal ...</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Estoy listo. Llaves, cartera, reloj ... ¡vaya!, que tarde es.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>¿Reloj? Es verdad. Me puse el reloj. ¿Y ahora no lo tengo?</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>¡Ya lo recuerdo! Lo llevaba en el coche. Lo he mirado, y he notado que algo no iba. He movido el brazo, pero aquello seguía sin ir. Y me he despistado. Y ... </u1:p>¡mieeeeerrrrrrrda! ... me he …
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Más voces. Ahora sí entra alguien. Y me resulta familiar (¡que típico tópico!). Pero así es. Y la losa de la certeza cae sobre mí. Sin darme tiempo. ¡Ohhhhhhhh, Diosssssssssss!. Sé lo que ha pasado. Mi despiste. El accidente.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Mi hijo. El coche. El reloj. Todo se ha quedado abajo. Mi vida. Mi tiempo. Todo.</u1:p>
<u1:p></u1:p><o:p></o:p>

<u1:p>Mi tiempo. ¡Je! Cruel realidad.</u1:p>

Ahora tengo todo el tiempo del mundo.



Saludos.
 
  • #37
El RELOJ. EL TIEMPO Y YO, Y TUS SEGUNDOS VACIOS.

Ya es tarde, qué malo es a veces el tiempo, y qué extraña es la vida. Miro tu espalda desnuda, miro esa esfera sombría, ahora tan lejos del deseo y tan cerca de la despedida. Nada, mudo, parece parado, pero no, marcha, ¿por qué no paras? ¿Nunca te detienes? ¿No puedes hacer una excepción? ¿Solo mientras ella se viste?.

La vida es eterna, son cinco minutos, suena la sirena.. ....siempre me viene a la memoria esa canción tan triste, que breve es el momento que se escurre como el chorro de la fuente entre los dedos de un niño, como el agua caída en la tierra seca que solo hace el surco de su propia vida, que se nos cae encima como gotas de lluvia espesa que empapa hasta el alma, que solo detiene las palabras, las miradas y nos trae a la boca un sabor agridulce, un sabor a hierro, como a sangre, que es el frio y metálico sabor del adiós.

¿Estamos hechos de tiempo? ¿O es el tiempo el que está hecho de nosotros?.
¿Saben a tiempo los encuentros y también las despedidas?.

Te veo salir, no sé si te volveré a ver, miro esa esfera circular, siempre vuelve a pasar por el mismo sitio ¿pasarás tú otra vez por mi vida?, Se lo pregunto al reloj, el reloj no contesta, solo desgrana el tiempo que se va, igual que tu, lo mismo que tu ¿estas también tu hecha de tiempo?.

Te lo pregunto a ti, tu cara solo medio sonríe.

Siempre mirando el reloj, siempre mirando la vida, ¿si cada segundo es distinto? ¿Por qué marcas tantos segundas iguales?, ¿Son iguales para ti todos los segundos?. No contesta el reloj, solo desgrana los segundos de forma impenitente, si tu y el tiempo tuvieseis sentimientos, a veces pararíais, daríais un momento de tregua, aunque solo fuese una tregua hecha de melancolía.

Ya te has ido, solo quedamos nosotros, el reloj, el tiempo y yo, y tus segundos vacíos.
 
  • #38
Seudónimo: "Mosur"

El último gesto


Sé que eres tú quien visita mi casa, por eso cuando regreso a ella durante la noche no tengo miedo y me pongo este reloj de hombre en mi muñeca, el único efecto tuyo y el más personal también. Curiosamente me lo hizo llegar mi marido, nuestro amigo entonces ¿recuerdas? Cómo voy a tener miedo de tú regreso después de haberte amado hasta dolerme el alma, después de saber que has venido a cumplir lo que me dijiste con la voz rota en el campo de aviación hace años. Mi hija, en cambio, duda y abre sus ojos de aprensión cuando le cuento que desde la muerte de mi marido alguien invisible entra en la casa y pone sobre la mesa el reloj de esfera negra y sobre el viejo albúm de fotografías la foto borrosa en la que estamos tú y yo apoyados en un bombardero. Ella piensa que soy yo misma y no un fantasma quien coloca el reloj y la foto sobre la mesa y luego me olvido, que la edad y la soledad me hacen desvariar. Pobre hija mía, que equivocada está; sé muy bien que la soledad está poblada de seres intangibles que nos envuelven y nos palpan con dedos largos y leves, pero yo me siento acompañada. Estoy contigo, sobre todo cuando toco este reloj y miro la foto, entonces casi puedo percibir el calor de tus manos sobre mi cuello, tu mirada lenta, tu respiración acezante sobre mis pechos. En esta foto estoy pegada a tu costado, con el pelo suelto y el mono azul, sintiendo el peso de tu brazo sobre mis hombros, observando tu reloj, la hélice quieta sobre la esfera negra rodeada de números luminosos. Te recuerdo recostado en la cama de sábanas desgastadas de la Pensión Oriente, desnudo, pleno de habernos tomado con tanta furia y tanta ternura al mismo tiempo, deslizando las yemas de tus dedos sobre la corona de este reloj, llevándotelo al oído para escuchar el incansable tic tac. Me dijiste que era como un buen acompañante, no sólo un laberinto de ruedas y piñones rodando con fría obediencia, y que muchas noches te venía el sueño escuchándolo, siguiendo con el oído su palpitación mecánica. Ese fue tu último gesto, llevarte el reloj al oído antes de poner en marcha la hélice.

Recuerdo que aquel día te acompañé a la pista, al amanecer. El suelo me pareció helado a pesar de estar en pleno verano. Durante el trayecto luché por contener mis lágrimas pero se me derramaron sobre tu cara al bajar del coche y ser consciente de que te alejabas. Todo eran hombres con voces nerviosas y miedo en sus ojos, risotadas histéricas, mareaba el denso olor a combustible y a pólvora.
«Nunca te dejaré sola», me dijiste tras un beso desesperado y urgente, con voz temblorosa y enamorada, caminando ya de espalda hacia tu escuadrilla. Eran las seis y media de la mañana, no se me olvidará nunca, los mismos números que marcan las agujas desde que yo lo tengo. Debes saber que el tiempo para mí se detuvo aquella madrugada, a esa hora, a pesar de haber compartido muchos años tranquilos con otro hombre, uno de nuestros amigos. « Nunca te dejaré sola», estuve repitiendo en voz baja, vida mía, mientras tu avión zumbaba como una mosca gigantesca sobre el cielo de Madrid, camino de una muerte segura sobre las aguas del Ebro.
 
  • #39
El sueño del tiempo

El sueño del tiempo

Estambul, junio 2007

Se sentía la calidez en el aire, propia de la época, impregnada de los aromas especiados y dulces de Oriente mezclados con la modernidad de Occidente. Todo ello sutilmente combinado como en ningún otro sitio, podría suceder.

La antigua Constantinopla, capital de Bizancio, que los otomanos cambiaron su nombre, por Estambul, que significa “la ciudad”, pues su esencia, fueron incapaces de borrar.

Situada a caballo, entre dos continentes, Europa y Asia, cuna de civilizaciones, y que nos hace experimentar extrañas sensaciones.
Desde toda la ciudad se pueden divisar, puntiagudos minaretes fruto de la civilización árabe, así como monumentales cúpulas, son el vestigio del gran imperio bizantino y que están compartiendo protagonismo con fríos edificios, de acero y cristal….

Caminando por sus laberínticas calles, adivinamos en propia persona, que sintieron los antiguos habitantes de esta emblemática ciudad.
Allá a lo lejos y de forma imponente, se alza majestuosa, la iglesia de Santa Sofía, ora iglesia, ora, museo, que muestra la grandeza de otros tiempos, la de los grandes imperios .

Sus puertas abiertas, invitan a miles de turistas y pelegrinos a entrar, de una forma casi mágica, cuando de repente, te encuentras traspasando su majestuoso umbral.

En su interior se encuentra un museo, con piezas de un valor histórico incalculable. Coexisten en un mismo lugar, mezcolanza de objetos, cuyos orígenes son de lo más variado. Piezas procedentes del imperio romano, joyas bizantinas, espadas otomanas, libros árabes, todo ello en una más que perfecta armonía, como todo lo demás en dicha ciudad.

Entre todos esos curiosos objetos, llama la atención, un deteriorado reloj de arena. Vemos… como ha sido maltratado por el paso del tiempo, por la ignorancia… hasta que fue recuperado para una prosperidad… dentro de una urna….

No se encuentra ningún cartel especificando su origen o datación histórica. Se halla solo, expectante, con el único recuerdo de siglos y siglos de horas pasadas, ya olvidadas.

Un objeto inanimado, evidentemente sin sueños ni emociones…o no??? Quizás quiera seguir controlando el tiempo, su tiempo, pero… ¿cómo hacerlo? Si está atrapado dentro del pasado, dentro una forma arcaica de medir el tiempo, ojalá pudiera evolucionar, escapar de su forma creada por manos humanas, hace ya tantos siglos.

Evolucionar, evolucionar…para convertirse en uno de esos curiosos objetos, que ve a diario, desde la soledad de su urna hermética, luciendo en la muñeca de miles de turistas…extrañas piezas brillantes de metal, dotadas de una compleja maquinaria exacta y precisa….que parece ser, que son la forma actual de medir el tiempo.

Sofisticadas maquinas, que le provocan un estremecimiento y una atracción desmedida con solo observarlas… viendo como rezuman precisión y exactitud.

Desde su impoluto receptaculo, sueña día tras día en poder ser como ellos…una vana esperanza, que se apodera de él.
Cierto día, un nutrido grupo de turistas, se detiene delante de él, escucha entonces, como lo elogian.

Dicen de él, que es una hermosa antigüedad, creada para que perdure a través de las épocas, recreándose en su función…. “medir el tiempo”…Se da cuenta entonces, que todos ellos llevan en sus muñecas, esos hermosos ingenios, pero aún así, se detienen para observarlo y elogiarlo…a él…

Entonces… en ese preciso instante, cae en la cuenta, que el cometido para el cual fue creado, sigue siendo válido. Él puede seguir mesurando el tiempo, más de forma distinta, a esas soñadas maquinarías.

Sin agujas contando segundos y minutos, sin lujos ni sofisticación … él, no ha perdido su fin…

Desde entonces, seguirá admirando su belleza, pero desde una perspectiva de igualdad. Todos han sido creados como verdaderas maquinas del tiempo ¡!!!!
 
  • #40
LA DESPEDIDA

Por motivos de la vida,tube que dejar parte de mi vida atras,familia,trabajo,amigos,pareja,etcetc
El motivo como no...una mujer...
La peor parte como era de esperar se la llevo mi familia,en especial mi padre.
Hombre rudo,serio,curtido en mil batallas con la vida y victorioso siempre,sin apenas cultura pero suplido en parte por su gran inteligencia.
El dia que me disponia a partir,reunio a toda la familia en el salon y despues de besos y abrazos,llantos y mas llantos,mando que todos salieran para quedarnos solos los dos.
Sentados en el sofa y con esa mirada de hombre altivo y a la vez padre de un hijo que se va,saco de su bolsillo un reloj plateado con una R mal grabada en una de las tapas,con voz entercortada empezo a hablar.
-Este reloj,se lo dio mi abuelo a mi padre en su lecho de muerte,contagiado de una mala enfermedad.-
Sus ojos brillaban como estrellas en la noche,siguio hablando.
-Mi padre me lo dio a mi cuando lo trajeron herido de muerte en la guerra.
Su voz ya no era fuerte,apenas un hilo salia de su garganta.
-Ahora hijo mio,yo te lo doy a ti.
Me levante del sofa,me acerque a el y mis brazos le rodearon dandole un abrazo con tanta fuerza como un crio,y le dige......
-No papa,aun tienes que llevarlo mucho mas tiempo...................
Aun lo lleva...................................
 
  • #41
“Volveré a buscarte con la nieve”

La voz era casi un susurro…Se despertó sobresaltado en la oscuridad de la habitación, empapado en sudor y el pecho agitándose violentamente al ritmo de su respiración. Incorporándose lentamente en la cama, hasta quedar sentado, extendió su mano derecha para tomar en ella el reloj de bolsillo que descansaba perezosamente en la mesilla, como si en su costumbre de marcar las horas, supiera que aquélla era una para estar dormido y abandonado a los sueños… <?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" /><o:p></o:p>
Ni siquiera lo miró, pues aún tenía los ojos cerrados, pero apretándolo entre ambas manos lo acercó a su corazón, intentando tranquilizarlo acompasándolo al suave latido de la maquinaria, y lo mantuvo allí hasta que su piel contagió de su cálida temperatura al frío metal. Luego lo abrió, las agujas marcaban las cinco y veintisiete de la mañana. <o:p></o:p>
<o:p></o:p>
- “Demasiado temprano” – Pensó – “Aún tengo tiempo para dormir un poco más”. Así, acurrucándose en la cama, y con el reloj de bolsillo aún en su mano se durmió mecido al compás del ritmo de su reloj….Tic tic tac, tic tic tac, tic tic…..<o:p></o:p>
<o:p></o:p>
Por la mañana le despertó el zumbido de la radio, hora de levantarse y continuar con la espiral de la rutina diaria. Casi había olvidado el episodio de la noche pasada, de no ser porque encontró el reloj de bolsillo reposando en la almohada vacía que había a su lado. Lo cogió y abriéndolo con mimo comprobó que marcaba la hora correcta y procedió a darle cuerda. Todo un ritual cada mañana. Acto seguido se aseó, tomó un desayuno ligero mientras leía los titulares de la prensa del día y se fue a trabajar. <o:p></o:p>
<o:p></o:p>
En el trabajo no le consideraban un tipo muy hablador, hacía su trabajo, de hecho lo hacía muy bien y era cordial y amable con sus compañeros, eso sí, siempre que ellos entablaban conversaciones con él, ya que era un tipo callado en introvertido.<o:p></o:p>
<o:p></o:p>
- “¿Qué tal todo? – Le preguntó un compañero mientras tomaban el café a la hora del descanso.<o:p></o:p>
- Bien, esperando que llegue el frío, que parece que este año se resiste a venir.<o:p></o:p>
<o:p></o:p>
En efecto, así era, una oleada de calor procedente de África había invadido el país pareciendo no querer marcharse nunca, y así transcurrieron los días, el otoño dio paso a un caluroso invierno y éste se prolongó en una agradable primavera. Por fin llegó el verano, su cumpleaños estaba cerca y sabía que sus familiares vendrían a visitarle, como en años anteriores, para animarle en unos días que a él le traían tristes recuerdos…<o:p></o:p>
<o:p></o:p>
Aquel día, sorprendentemente, la ciudad amaneció nevada, y a él lo encontraron en casa sentado en su cama con una sonrisa infinita y su reloj abierto en sus manos, las manecillas se habían parado y marcaban las cinco y veintisiete exactamente, y en la contratapa…la foto de ella.<o:p></o:p>
 
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  • #42
Lift

"LIFT"

El sol bajo de tarde de otoño le deslumbraba. Ruidos y chillidos de niños al salir de colegio. Ya eran más de las cinco. Se había entretenido un poco pero había valido la pena. Era hora de irse a casa.

Cogió el ascensor y pulso cero en la botonera. Con una ligera sacudida el aparato empezó su lento descenso por las entrañas del edificio.

Un ruido metálico de algo que se rompe le sobresaltó. Un breve descenso rápido y luego una parada brusca. Luego la oscuridad más absoluta.

Su primera reacción fue de pánico. La oscuridad y los sitios cerrados no eran precisamente de su agrado. Se tranquilizó un poco y buscó a tientas los botones del ascensor. Veinte años subiendo aquellos seis pisos en el mismo ascensor y ahora era incapaz de saber cuál era el botón de alarma.

Lo encontró. Lo pulsó. No pasó nada. Mecánicamente miró la hora en su reloj. Aquellos índices y agujas luminiscentes le dieron cierta tranquilidad en la oscuridad que lo rodeaba. Íntimamente se regodeo en su visión. Eso le encantaba.

Finalmente la hora de su reloj quedó impresa en su cerebro. ¡Las cinco y cuarto! Se había hecho muy tarde. Anselmo, el portero, ya debía haber cerrado las puertas de la calle y estaría haciendo su ronda para asegurarse de que no quedaba nadie en el edificio. Con el corazón desbocado recordó que Anselmo hacía su ronda a pie, sin usar nunca el ascensor. ¡Maldita sea! Si no se daba cuenta de su presencia podría pasarse allí toda la noche.

Empezó a gritar y a dar golpes contra la puerta. El ruido le parecía atronador y retumbaba en el pequeño habitáculo devolviéndole el eco amplificado de su propio pánico.

Un ruido en el exterior le devolvió la serenidad. Alguien lo había oído. La puerta del ascensor se abrió y la luz penetró en él como un bálsamo. De hecho estaba entre dos plantas y sólo veía unos zapatos a la altura de su cabeza.

- ¡Menos mal Anselmo! Ya creía que iba a pasarme toda la noche aquí.

Por toda respuesta unas manos se introdujeron dentro de la cabina ofreciendo ser cogidas para salir de allí. Sin dudarlo y no sin cierto esfuerzo, ya iba a cumplir 63, se agarró a ellas y éstas lo auparon al exterior.

- Pero… tú no eres Anselmo.
- No, no soy Anselmo.
- Bueno, tanto da. Muchas gracias. Empezaba a pasarlo mal ahí dentro.
- No te preocupes, todo está arreglado ya. Nos esperan.
- ¿Qué está arreglado? Si el ascensor sigue ahí, estropeado. Habrá que avisar a los de mantenimiento y ¿quién nos espera?
- No te inquietes y ven conmigo. Ya te he dicho que todo está en orden ahora. Anda ven.
No entendía nada. ¿Sería una broma de los de contabilidad? Eran muy bromistas y capaces de esto y mucho más. Miró nuevamente su reloj. ¡Vaya! Se había parado a las cinco y cuarto. Empezó a darle cuerda maquinalmente. Debía ser tarde. Había oscurecido.



- ¿Sabes quién te quiero decir? Sí hombre, don Lorenzo, el de la sexta planta.
- No me digas. Pobre hombre.
- Sí. Tuvieron que venir los bomberos a sacar su cuerpo de entre el amasijo de hierros del ascensor. Cayó a plomo las seis plantas. Me di un susto tremendo, acababa de cerrar las puertas. Dicen que no sufrió, que fue una muerte instantánea. Cuando consiguieron sacarlo, eché un vistazo a lo que quedaba del ascensor y vi su reloj tirado entre los hierros. Míralo.
- Todavía funciona.
- Sí. ¿Es bonito verdad?
 
  • #43
Seudónimo: "Jiménez"

Tempus fugit

Cinco minutos, trescientos segundos, ¿es poco tiempo?...depende, espero que si. Pulso a la vez el crono en mi muñeca y en el panel al llegar al punto inicial, ¡tiempo!..Las agujas inician su marcha. Miro al horizonte. Nubes bajas y una lluvia que no cesa. A través del visor bailan las cifras y los símbolos. En el panel las agujas se mueven al compás de mis manos. Velocidad: 540 nudos, altitud: 200 pies sobre el suelo, estoy llegando…inclino izquierda fuerte, las gotas de agua huyen hacia ambos lados de la cúpula. Cuatro minutos veintitrés segundos, a nueve millas por minuto el angosto valle se acaba rápido, ahora empieza el baile. De reojo miro el reloj sobre el guante en mi mano derecha. Estoy en tiempo. Marina viene a mi mente, ella me conoce. Fue ella quién con certera elección lo puso en esa muñeca hace ya un año saciando mis ganas de una buena máquina. Viro sobre el puente, lo sobrevuelo, un rebaño de ovejas inicia la huida. En estos aciagos días todos huimos, tres minutos dieciocho segundos. Sólo dos segundos fuera, sin pensarlo mi mano izquierda impulsa los gases y me pego al asiento. Bien, “mantén la concentración, esa es la clave”, eso decía mi instructor, ¿qué habrá pasado con el viejo?, el tiempo, nuestro tiempo, se va para no volver. El alertador me saca de mis pensamientos, mi pulso se acelera aún más, me están iluminando, ya queda poco…dos minutos cinco segundos, cruce de carretera, de nuevo estoy en tiempo. El alertador no deja de sonar, ¡cállate ya!. Empujo la palanca imperceptiblemente, desciendo acercándome algo más al suelo, buceando en la lluvia que ahora arrecia. Cien pies de radio-altímetro, compruebo instrumentos, gases a fondo, 600 nudos. Llego al lugar elegido en el segundo debido, tiro de la palanca y meto post quemador, el visor indica 5 g´s, trepando casi instantáneamente a 600 pies. En la maniobra la alta humedad reinante delata mi posición, apareciendo indiscretas estelas de condensación en las puntas de mis planos que se curvan por el esfuerzo exigido. Nivelo, preparo las cámaras, espero que esto sirva para algo. Cinco segundos, las fotos del despliegue enemigo se almacenan bajo el morro de mi avión, ¡larguémonos!. Un minuto treinta segundos para que se cierre mi ventana. Por el rabillo del ojo veo un fogonazo. Pico mientras inicio un viraje izquierda, me toca huir. La estela que deja el misil va ganando terreno por dentro de mi viraje y la veo acercarse. Aguanto. Cero cero uno, cero cero dos, cero cero tres, ahí está. Cambio el viraje bruscamente y ciño, ocho g’s. Mi respiración y mi corazón vuelan más rápido que yo. Suelto bengalas entonando una letanía, buscando la visual con el misil, me retuerzo entre los atalajes que me encadenan al asiento, ¡vamos, vamos! El misil explota cegado por una de las bengalas. Alivio presión en la palanca, abriendo el viraje y acelerando. 1.08 de Mach, la barrera del sonido para mi es tan sólo una indicación en el anemómetro pero abajo tronará. Cuarenta y ocho segundos. Mantengo rumbo 340. Soy yo el que huye, compruebo relojes. En la marca…ahora. Corto gases, respiro hondo, el sudor empapa el mono de vuelo, vuelvo a casa. He envejecido una eternidad, es la maldita guerra. Menos mal que el tiempo vuela.<!-- / message --><!-- controls -->
 
  • #44
Seudónimo: "Seldon"

SINCRONÍA


[FONT=&quot]La habitación a la que me condujeron era obscura y con una única salida, la misma puerta por la que había entrado. Allí ya se encontraba uno de los interrogadores, mi brillante perspicacia noto cierta actitud inconfundiblemente hostil.[/FONT]

[FONT=&quot] La primera mirada fue a su muñeca llevaba como esperaba un reloj de cuarzo radio-controlado, eso era obligación según el articulo 33 de la ley del ultimo gran emperador Em Budo. Seguí por escrutar su rostro, él por su parte estaba haciendo lo mismo, me sonrió de una forma fría y vagamente amenazadora. Su primera pregunta vino inmediatamente:[/FONT]

-[FONT=&quot]¿Nombre?[/FONT]
-[FONT=&quot]Eto Demerzel -respondí-.[/FONT]
-[FONT=&quot]Sr. Demerzel ¿conoce la ley “Em Budo”?[/FONT]
-[FONT=&quot]Claro todo el mundo la conoce incluso un don nadie como yo –dije-. Dirigiendo mis ojos de nuevo a su reloj-.[/FONT]
-[FONT=&quot]No se haga el gracioso –replico-. Ha sido acusado de utilizar, coleccionar y traficar con relojes mecánicos y ya sabe lo que eso significa.[/FONT]
-[FONT=&quot]Me parece que se esta confundiendo -le dije-, yo solo tengo relojes de cuarzo radio-controlados, como este que llevo en la muñeca fue mi contestación.[/FONT]

[FONT=&quot]En ese momento le mostré mi bonito y frió reloj de cuarzo radio-controlado como era obligado, era uno de los 2 que tenía para engañar a mis vecinos y a las autoridades, Solo algunos de mis amigos y algún coleccionista conocían mi secreto, pero ¿Quién me había denunciado? [/FONT]

-[FONT=&quot]Tenemos pruebas –dijo-. No lo niegue.[/FONT]
-[FONT=&quot]Lo dudo -le conteste-. Mostrándole mi cara más convincente.[/FONT]

[FONT=&quot]Con un movimiento brusco puso encima de la mesa mi reloj más preciado un “Spedy Pro”. Lo hizo sin abrir la boca y sin ningún tipo de miramientos, golpeando sin piedad contra el pie de la lámpara que ocupaba el lado derecho de la mesa, aunque últimamente le tenía un poco abandonado por otras de mis joyas era sin ninguna duda mi favorito. Desde la instauración de la ley “Em Budo” se exigía a todo el mundo llevar un reloj radio-controlado, todo el planeta llevaba la misma hora sin excepción, todos los relojes mecánicos eran confiscados y destruidos y sus poseedores perseguidos sin descanso por asincronismo con el gran reloj que marcaba la vida de cada una de las personas que habitaban la tierra, por lo que ya me podía despedir de manera definitiva de mi querido “Spedy Pro” y posiblemente de mi libertad por una larga temporada.[/FONT]

-[FONT=&quot]No es mío –respondí-. Mientras observaba las agujas del “Spedy” para comprobar si seguían moviéndose y así era, cuando de repente por la puerta apareció mi mujer con una sonrisa en la boca que acompaño con 3 palabras “Te lo avise”, ahora ya conocía quién me había traicionado.[/FONT]
 
  • #45
A contrareloj

En la habitación metido, al abrigo de la pequeña nevada, y sufro la espera como cualquier día de semana...suena ese viejo despertador de cuerda, sí, el del color azul cielo, el sobrio, el que siempre es tan serio, y frío..
Atrás quedan los días en que pensaba...¡bahhh, al abuelo este ya no le queda nada!.

Ya es rutina, y el hielo de la mañana no me asusta. Huele a otoño, y la gracia, la magia de la nieve ya está en las ramas, ramas que aún conservan vestigios de su época añorada.. esas hojas ya retorcidas igual que escarpias y que también esperan la hora en que serán destronadas..

El día se asoma, y murmura la mañana. Suena la sirena, estridente, con un largo y profundo grito..y La vieja mina nos traga. Se ven los destellos de las lámparas cual luciérnagas, suena el gorgoteo del agua que ríe a sus anchas. El aire ya no es limpio, huele a rancio, a su lado el polvo baila.

Tiembla la mina, suenan los picos, suenan las palas, suenan los martillos, y suenan las mazas
Ya se ve el carbón, brilla como plata, es el hijo de la tierra que brama cuando se le arrebata. El comienzo es duro, me arrastran, me menean y el ruído me espanta. El polvo del carbón huele, a la vez me araña. La madre tierra es fiera, me ataca.

El tiempo se me hace eterno, quiero volver a casa, volver a ver el viejo reloj, el que por las noches me acompaña, el que al principio turbaba mi sueño, hoy mi amigo del alma. Él marca la pauta. Las siete horas no pasan..siento que mis número no se ven, las fuerzas me fallan..Siento que he perdido toda esperanza.

En memoria de mis muchos relojes Casio ( que no me duran más de 3 meses)
 
  • #46
Que hacer cuando no hay nada que hacer

Se encontraba el viejo reparador una fría mañana de invierno a finales de noviembre en su taller sin tener nada que hacer maullando como un gato en celo (quehago, quehago, quehago), cosa ya habitual en los últimos años y es que cada final de mes la historia se repetía, el trabajo y la economía se resientan en esos días de frió invierno, la horas se le hacían interminables y por mas que consultara su viejo reloj estas no avanzaban mas deprisa, dándole la impresión de que el tiempo en su cansado reloj esos días de fin de mes transcurrían mas lentamente de lo habitual..

El viejo no tenia nada mas que hacer que esperar su ya próxima jubilación por lo que esos días de final de mes lo dedicaba a ir matando el tiempo, uno de esos días de soledad sin nada que hacer se puso a mirar al techo y vio algo moverse haya arriba, que alegría exclamo algo viene a paliar la soledad de este futuro jubilado, y es que encontró haya arriba una compañera con la que compartir sus largas jornadas de espera.

A esta compañera o compañero vete a tu saber la llamo Filomena, su aspecto era afable y tranquila/o ligera/o, paciente/a, laboriosa/o, su cuerpo parecía tan frágil tanto que daba la sensación de que fuera a romperse en cualquier momento y es que sus patas eran tan largas y finas que le parecia imposible que pudiera soportara su pequeño tronco, a su nueva compañera la llamo Filomena.

Filomena era una/o araña/o del polvo de ocho patas y muy asustadiza/o por lo que el viejo reparador la contemplaba a distancia sin perturbar en el quehacer diario aquellos días de soledad que el tiempo tenia tendencia a hacerse pesado como el plomo.

Y desde aquel día el viejo reparador dejo maullar como un gato en celo (quehago, quehago quehago) ya que encontró que hacer en aquellas horas que no tenia nada que hacer.
 
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  • #47
La habitación del olvido.

A menudo echo la vista atrás en mis pensamientos intentando comprender cómo he llegado a esta situación, pero se escapa a mi razonamiento, la única explicación plausible que encuentro es que el tiempo, el mismo tiempo que yo intento controlar, oxida los recuerdos al mismo tiempo que desgasta mis engranajes.<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" /><o:p></o:p>
<o:p></o:p>
Al principio, en mis primeros días, recuerdo estar expuesto en un gran escaparate, en un lugar privilegiado por encima de todos los demás relojes, donde los focos me mantenían calentito todo el día a la vez que me iluminaban haciéndome brillar y mostrar mi mejor cara a todo el mundo que se paraba a mirarme con admiración. Unos sonreían más que otros, otros me miraban con avaricia, otros con pena…en cualquier caso yo me henchía orgulloso y me esforzaba por mover todas mis agujas al compás. Por la noche una señorita con guantes me retiraba del escaparate, y antes de irme a dormir a mi bolsa de terciopelo me limpiaba cuidadosamente de todas las revoltosas motas de polvo que me hacían cosquillas durante el día.<o:p></o:p>
<o:p></o:p>
El día de la compra todos en casa querían tocarme, no se cansaban de mirarme, ya fuera en la caja, en la muñeca izquierda, la derecha… Finalmente me situaron en la derecha, “lugar extraño”, pensé los primero días, pero al cruzarme por la calle con otros relojes que iban todos en la muñeca izquierda, pensé que no era signo sino de que yo era aún más especial que ninguno. Además, todo el mundo seguía alabándome cuando se percataban de mi existencia. Después, con los meses, la gente pareció no estar tan atenta, simplemente me miraban pero ya no decían nada...poco después ni me miraban. En casa ya no me hacían mimos, ni me limpiaban, a pesar de que yo intentaba gritar a los cuatro vientos que me hacía falta un poco de atención, que el polvo se había colado en mis engranajes y me costaba mover las agujas. Incluso dejaban que me toquetearan los niños con sus pequeñas manitas pringosas…<o:p></o:p>
<o:p></o:p>
Pero de esto hace mucho, mucho tiempo ya no tengo mi sitio de honor en la mesilla de noche, pues me llevaron a vivir a una habitación fría y oscura, donde todas las noches oigo llorar a una tal Mariquita Pérez, a la que le pende un ojo de un hilo negro, porque las niñas ya no juegan con ella.<o:p></o:p>
 
  • #48
Tributo. (parte I)

Estaba oscureciendo y el hombre de la gabardina esperaba impaciente bajo la lluvia. Había llegado pronto y ahora el tiempo se le antojaba interminable. Mientras con la mano derecha sostenía el paraguas, con la izquierda hacía un gesto brusco para poder mirar la hora y salvar el obstáculo de su manga. Era un gesto que repetía mucho y duraba más tiempo del habitual. Prestó más atención al brillo del acero de su IWC Portugues que a la hora en sí. Las seis y cuarto. Suponía que no tardaría en llegar la persona a quien esperaba. Se hacía a sí mismo miles de preguntas, pero la decisión estaba tomada. Tenía dudas, por supuesto, pero ahora que había dado el paso no podía echarse atrás. Le había costado mucho llegar a este punto, pero tendría que hacerlo si quería seguir adelante. Nuevas ilusiones que apenas le dejaban dormir.
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Se encontraba tan inmerso en sus pensamientos, que apenas reparó en el hombre que se acercaba. Cuando se quiso dar cuenta se encontraba frente al hombre de negro con gafas. De menor estatura que él, y aunque con poco pelo, sin duda era más joven. En sus ojos pudo ver tantas preguntas como tenía él mismo. Echas las presentaciones, el hombre de la gabardina cerró el paraguas y abrió la puerta del pub irlandés para que pasara su acompañante. Aún no había conseguido ver el reloj del hombre de negro, pero por extraño que parezca, con los nervios ni lo había intentado. Ya habría tiempo.
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Sentados frente a frente en una mesa de un rincón, casi clandestino, el hombre de la gabardina mete la mano en el bolsillo de ésta que se encuentra perfectamente doblada a su lado. Saca una caja, la pone sobre la mesa, la abre, y con un mimo casi ritual coge el reloj que ésta contiene. El hombre de negro se inclina y lo contempla por primera vez. El hombre de la gabardina lo tiene muy visto, se lo conoce de memoria, pero precisamente eso mismo hace que el corazón le dé un respingo y se pregunte si se está equivocando, porque él y solamente él sabe la historia que hay detrás de esa pieza. A continuación piensa en su ilusión y se dice a sí mismo que tiene que seguir adelante.
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Casi dos horas más tarde, un par de consumiciones y mucha, mucha charla los dos hombres se levantan. Los nervios quedaron atrás pasados los cinco primeros minutos. Salen al exterior, se despiden esperando volver a verse pronto. Mientras se abrocha la gabardina ve alejarse al hombre de negro con la caja en la mano. Allí mismo, de pie, esboza una pequeña sonrisa y piensa: “Me alegro que lo tenga él”.<o:p></o:p>
 
  • #49
Sala de espera

El tiempo pasa lentamente mientras espero. Cada minuto es eterno.

Miro mi reloj continuamente. Su segundero se mueve de una forma irreal, como si el tiempo no existiera, como si mi cuerpo, mi mente, ya no pertenecieran a este mundo.

El tiempo pasa lentamente pero, entonces, ¿por qué siento que mi vida huye de mi, deprisa, demasiado deprisa?

Miro a mi alrededor. Otros, como yo, esperan. Demasiados. Todos cerca de mi pero me siento sólo. Y noto esa misma soledad en sus ojos.

Llama la enfermera, el corazón me da un vuelco pero no pronuncia mi nombre. Aún no.

Sigo esperando, esperando qué. ¿Qué deseo?. ¿Qué necesito?. ¿Un mes mas, un año más, toda una vida, un poco de esperanza?. Puede que me baste con una mentira. No lo sé. Ya no sé nada.

A veces pienso que lo que deseo es que todo termine, otras sólo ansío dormir, soñar, vivir en un mundo de fantasía en el que nada haya ocurrido. Volver a ser un ser anónimo, normal, a veces feliz, sólo a veces.

Ya somos pocos.

Pronto tendré que enfrentarme a la realidad, ¿a la vida?. Es gracioso, paradójico, ¿Enfrentarme a la vida?. Me dan ganas de reír, tal vez llorar, todo al mismo tiempo... Otra vez esa palabra, tiempo, justo lo que no tengo. Ese mismo tiempo encerrado en mi reloj, que pugna por salir de su caja, pero que sólo consigue mover unas pequeñas manecillas, lentamente, o tal vez demasiado deprisa.

Pronto me levantaré y entraré a la consulta como un zombi, como lo que soy, un muerto viviente. ¿Acaso no lo somos todos?. ¿No tenemos nuestra sentencia de muerte firmada de antemano?. Sin futuro pero con esperanza.

Oigo mi nombre pero antes de nada, de nuevo, miro mi reloj. Su segundero se mueve, que no es poco.
 
Última edición:
  • #50
¿Cuánto dura un orgasmo?

¿CUÁNTO DURA UN ORGASMO?


Siempre hubo algo de lunático en él, pero traspasó definitivamente la frontera de la cordura poco después de ingresar en la facultad de psicología. Y todo a causa de su gran obsesión: el tiempo. El tiempo, ¿existía realmente? ¿cuál era su verdadera naturaleza?, ¿podía ser medido con exactitud?. En la medida del tiempo está la clave del asunto, me decía. ¿Por qué dismunuye el tiempo en la pasión y aumenta en el sufrimiento? ¿por qué trascurre en nuestra mente más o menos veloz en función del sentimiento que uno experimenta en cada momento? ¿es posible medir las variaciones del propio tiempo?.
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No encontraba respuesta para ninguna de aquellas preguntas, lo cual provocó en él una profunda depresión. Tras varios intentos fallidos, al fin su médico encontró una terapia: fabricar un reloj. Debía montar con sus propias manos un reloj. Era necesario que tocara con sus dedos el mecanísmo, que apreciara el movimiento síncrono de sus engranajes, que descendiera hasta los principios físicos de su funcionamiento, racionalizando la medida del tiempo, de un tiempo empírico y exacto, enterrando de este modo el tiempo subjetivo y mutante que atormentaba su mente.
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Finalmente logró construir su propio reloj. Pero ocurrió que cuando empezó a utilizarlo el reloj atrasaba unos días y adelantaba otros. Eran apenas unos segundos, pero lo suficiente como para resucitar el viejo desvarío. Entonces pensó que ya que había podido armar un reloj, podría crear otro con el que medir el tiempo subjetivo. Y así fue como a fuerza de trabajar sin descanso su mente se nubló por completo hasta hacerle creer que lo había conseguido. En su demencia se convenció de que las manecillas se ralentizaban cuando se aburría y en cambio se aceleraban en los buenos momentos.
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A partir de aquel instante ya sólo vivía para divertirse y con ello hacer girar más aprisa las agujas de su nuevo reloj atado en su muñeca izquierda, comparándolo constantemente con el antiguo, relegado a la muñeca derecha. Cuanto más rápido lograba hacer avanzar las manecillas, mayor era la ansiedad por incrementar el ritmo. Un orgasmo, se le ocurrió de repente. No podía haber mejor extremo que el clímax de un orgasmo para acelerar el tiempo.
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Aquel mismo día acudió a un motel con la primera chica que logró encontrar haciendo la calle. Ella le preguntó si quería hacerlo con aquellos dos relojes puestos. Sí, respondió, y entró en ella, sin apartar la vista de las dos esferas negras. Las manecillas del reloj de la izquierda eran remolinos comparadas con las de su derecha: un minuto a cambio de un segundo, luego una hora, al poco un día, y la velocidad seguió creciendo, hasta que toda su existencia quedó confinada y se agotó en aquel último segundo en el que se consumió su tiempo.
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Actualmente malvive en un sanatorio. Siempre que voy a verlo me lo encuentro sentado en la silla de su habitación con la mirada perdida. También ha perdido el habla. Si he de ser sincero, creo que ya habría dejado de visitarlo, de no ser porque algunas veces me parece descubrirlo contemplando, apenas un instante, la esfera del viejo reloj parado que aún luce en su muñeca izquierda.
 
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