Me gustan los relojes desde que tenía 16 años…
Bueno, en realidad desde antes, casi diría que desde siempre, y eso quiere decir unos cuantos lustros de progresiva búsqueda “del reloj” y de mí mismo en relación a esta afición.
Desde entones y desde siempre, a través de los distintos estadios que he ido recorriendo, tan sólo me viene a la memoria Rolex como patrón, casi indemne al transcurso del tiempo y casi griego diría yo, del concepto de “reloj”. Naturalmente, no me refiero a la historia de la relojería observada en su conjunto, sino a mi biografía propia y al tiempo en que me ha tocado vivir.
Esa intemporalidad –no absoluta, por cierto- que caracteriza a Rolex, paradójicamente se erige en argumento de denostación de la marca para muchos: “no innova, no añade complicaciones, resultan ya aburridos sus diseños, hay muchos iguales…etc.” En cambio para otros, revierte en argumento de exaltación de la marca: “es un patrón intemporal e inmune al tiempo y a las modas, sus modificaciones son puntuales y para mejorar sus modelos, no abandona ni sus principios ni su estética para doblegarse a las modas puntuales y pasajeras…etc.”
Existiría incluso un tercer grupo que incluso llegaría a criticar cualquier cambio de acabado o forma externa de un Rolex, a partir de conocidos modelos editados allá por los años cincuenta del pasado siglo.
Y ahora me pregunto: ante tal diversidad de posturas… ¿existe alguna marca de relojes capaz de afrontar y salir victoriosa de tan distintas –y legítimas- críticas vertidas en coalición?
Observo, que si una marca sigue los designios de la moda o, incluso simplemente la crea, la natural tendencia de los aficionados es fusilarla sin contemplaciones, porque ha caído en el denostado mercantilismo que preside los avatares de la industria relojera y, por tanto, se prostituye en brazos de los advenedizos –seguramente con holgado poder adquisitivo- que siguen los designios de la moda. Por el contrario, si se mantiene con ciertos designios de intemporalidad –aún actualizada- nos aburre y desinteresa hasta su rechazo.
¡Difícil equilibrio exigimos algunos ante tan dispares planteamientos!
De otra parte, si a la marca en cuestión no se la plagia, es que su diseño no tiene gancho. Si por el contrario resulta de diseño exitoso y acertado y, por ello se prodigan las copias o réplicas, también la rechazamos…
No buscamos exclusividad, pero si es un reloj “que lleva todo el mundo”, (incluido el carnicero que, a poco bien que le vaya su negocio, gana bastante más que yo), tampoco lo aceptamos para nuestro uso y placer…
Que si lo llevan los nuevo ricos, los “pijos”, los que no entienden, los que… ¡qué se yo! Pero a ver señores: ¿nos gustan los relojes en sí mismos o no?, ¿qué buscamos cuando nos compramos un reloj?, ¿que no lo lleven los nuevo ricos, los “pijos”, los que no entienden, los que…? O por el contrario, buscamos aquellos relojes que valoramos, nos gustan y a la vez convencen, más allá de prejuicios de carácter social/político/clasista.
Me preocupa, cada vez más, cómo hay muchos, o por lo menos unos cuantos compañeros que, más que aficionados al fenómeno de los relojes como afición, esto es, desnutridos de toda connotación social/político/clasista, hacen de esta última trilogía el prisma a través del cual evalúan a diferentes marcas o modelos de relojes. Lo siento, pero si es así, opino que son los primeros que no merecen el calificativo de aficionados a ellos, puesto que hacen de sus prejucios personales parámetro de valoración de esas maravillosas maquinitas, cayendo así en el mismo saco de los “nuevo ricos, los “pijos”, los que no entienden, los que…”, aunque tan sólo sea por oposición directa a éstos y por argumentos justamente contrapuestos y enfrentados a los mismos, pero de parecido calado de fondo.
Soy consciente de que mi opinión puede herir susceptibilidades, pero si es así, es que he acertado en mi “diagnóstico”, desprovisto de pretensiones de “verdad absoluta”, por supuesto.
Pero bueno, resumiendo y contestando al planteamiento del post: para mí lo mejor de Rolex está en su diseño (intemporal y en casi nada “traidor” a su propietario y admirador), calidad de acabados (excelentes), singularidad de calibre (propio), calidad del mismo (siempre son los que mejor me han ido y con menos/ningún problema de funcionamiento), comodidad de uso (como un “guante”), y aunque más en un segundo plano, valor en el mercado (no es una inversión, ningún reloj lo es, pero tampoco una “pérdida” absoluta del gasto realizado), seriedad en la distribución y servicio post-venta, y todo a ello a un precio tremendamente sugestivo (para mí), habida cuenta de que, en todos estos lustros de afición pocos, muy pocos, han superado para mí, todo este conjunto de cualidades.
¿Lo peor de Rolex?, pues muy sencillo, para mí, no tenerlo…
Por cierto, para todos aquellos que sigan pensando (son muy suyos de hacerlo) que Rolex es un reloj “elitista”, “pijo”, “pretencioso”, “aparente”, “caro”, o lo que se les antoje, comentaré que la pasada noche tuve la ocasión de asistir a un evento relojero: la presentación en “sociedad” del IWC Ingenieur (acero y sólo hora y fecha: 5.700 €). Pues bien, la concurrencia era de auténtico y verdadero “alto standing”: calendarios perpetuos de IWC, PP, V&C, etc, vamos, Rolex por ningún lado y relegado a la honrosa categoría de Seiko, y es que la “montaña” es alta o baja, dependiendo de en qué punto de ella nos situemos, ¿se me entiende?, y es que hoy en día, un Rolex se lo puede permitir cualquiera que se lo proponga con una mínima tozudez y perseverancia, en cambio otros, sencillamente no…
Así que dejémonos de monsergas y no nos consumamos en nuestra afición haciendo un perpetuo ejercicio de crítica de los relojes, con el casi siempre escaso fondo de nuestro bolsillo y miope visión de nuestros subjetivos parámetros. Pienso que así nos entenderemos mejor y disfrutaremos más. Vamos, que digo yo.
¡Saludos!