Pues creo que hay que diferenciar.
No es lo mismo “obsolescencia” que “obsolescencia programada”.
Lo primero se refiere a algo “obsoleto”:
obsoleto, ta.
(Del lat. obsolētus).
1. adj. Poco usado.
2. adj. Anticuado, inadecuado a las circunstancias actuales.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
El segundo significado expuesto es el que interesa a estos efectos.
Por definición, un reloj ha tenido (y se supone que tiene) como función primordial la de dar la hora, y ello con la mayor eficiencia (exactitud) posible.
Desde este punto de vista y tras la aparición de los relojes de cuarzo, los relojes con maquinaria exclusivamente mecánica han quedado obsoletos ya que, por muy depurados que sean sus mecanismos, no pueden competir con los cuarzos en esa función primordial.
Otra cuestión es que existan e interesen más allá de su simple función primordial, cosa que evidentemente ocurre.
Otra cosa es la “obsolescencia programada”. Ésta se refiere a la posibilidad de que el fabricante incluya un “plazo de caducidad” a sus productos de forma voluntaria y pretendida, para que el ciclo económico favorezca a los intereses de dicho fabricante, ya por la necesidad de reparar las averías producidas, ya por tener que sustituir el producto.
Los ingenieros saben que la forma más sencilla de introducir dicho efecto es mediante la electrónica, ya sea por sí misma, ya lo sea por su acción en la mecánica aparejada.
Por supuesto, también es posible incluir esta técnica en elementos puramente mecánicos, generalmente mediante la inclusión de materiales cuya durabilidad responde a unos estudios previamente realizados.
La cuestión es que es poco probable que la inclusión de la obsolescencia programada en artículos como los relojes de “lujo” sea rentable a medio y largo plazo para los fabricantes, porque basan sus ventas no tanto en la capacidad de mostrar eficientemente la hora, como en varios elementos de su producto; por ejemplo, la calidad de sus materiales, la “fiabilidad” de los mismos y, particularmente, la reputación de dicho producto en el mercado como “resistente, fiable y duradero”, conforme al precio que se paga por ellos.
En conclusión, es perfectamente posible que tal fenómeno pudiera aplicarse técnicamente en la relojería, pero no parece una estrategia muy inteligente. Y si se practicara, probablemente afectaría a los productos del segmento más bajo, es decir, los más baratos.