albert76
Forer@ Senior
Sin verificar
"Aquel reloj de pulsera (un Tag Heuer) era una de la pocas cosas tangibles que había heredado de su padre. Una preciosa antigualla fabricada a principios de los años setenta. Si no se lo ponía tres días seguidos, las manecillas acababan parándose. Pero, al contrario de lo que pudiera parecer, eso a él le gustaba. Su maquinaria era de una sencillez asombrosa. Mejor dicho, una obra de artesanía. No tenía ni un pedazo de cuarzo o un microchip. Todo marchaba a la perfección gracias a un preciso mecanismo de resortes y engranajes. Y aun después de haber funcionado sin cesar durante alrededor de medio siglo, seguía marcando la hora con precisión pasmosa.
Tsukuro nunca se había comprado un reloj. Le habían regalado relojes baratos y los había usado sin prestarles mayor atención. Sólo necesitaba saber la hora exacta. Así lo veía él. Para su vida diaria, le bastaba con el más sencillo de los relojes digitales Casio. De ahí que, cuando su padre falleció y a él le quedó como recuerdo aquel caro reloj, no mostró particular entusiasmo. Sin embargo, empezó a ponérselo cada día, como quien asume una responsabilidad, para que no se parara ni se estropeara. Después ya no pudo quitárselo: le gustaba notarlo en su muñeca, así como su ligereza y el ruidito mecánico que hacía. Ahora comprobaba la hora con mucha más frecuencia que antes. Y, cada vez que lo hacía, la sombra de su padre cruzaba fugazmente sus pensamientos."
Los años de peregrinación del chico sin color (2013), de Haruki Murakami, Ed. Tusquets.
Tsukuro nunca se había comprado un reloj. Le habían regalado relojes baratos y los había usado sin prestarles mayor atención. Sólo necesitaba saber la hora exacta. Así lo veía él. Para su vida diaria, le bastaba con el más sencillo de los relojes digitales Casio. De ahí que, cuando su padre falleció y a él le quedó como recuerdo aquel caro reloj, no mostró particular entusiasmo. Sin embargo, empezó a ponérselo cada día, como quien asume una responsabilidad, para que no se parara ni se estropeara. Después ya no pudo quitárselo: le gustaba notarlo en su muñeca, así como su ligereza y el ruidito mecánico que hacía. Ahora comprobaba la hora con mucha más frecuencia que antes. Y, cada vez que lo hacía, la sombra de su padre cruzaba fugazmente sus pensamientos."
Los años de peregrinación del chico sin color (2013), de Haruki Murakami, Ed. Tusquets.