R
relogesromay
Quasi-forer@
Sin verificar
Hola amigos del foro.
A veces resultan un poco extrañas las circunstancias por las cuales uno pasa a ser el portador de un reloj de bolsillo, digo portador y no dueño, porque después de un tiempo, ya sea corto o largo, los relojes siempre cambian de manos.
La historia de cómo adquirí este reloj nos trasporta a muchos años atrás, la primera vez que lo vi fue en un velorio, colgaba de una hermosa cadena que sostenía un señor de avanzada edad, yo lo miraba fascinado mientras él dejaba caer tiernamente el reloj sobre el cuerpo sin vida de la que había sido la compañera de toda su vida. Extrañamente, este personaje se había quedado con la cadena, dejando al reloj permanecer al lado de su esposa.
Este señor pertenecía a una familia que se dedica a la venta de antigüedades (anticuarios), con la cual mi persona había entablado una buena relación, especialmente con su hermano menor.
Pasaron algunos años y yo seguí frecuentado la tienda de su hermano, en todo ese tiempo había momentos que me moría de la curiosidad por preguntarle sobre su hermano mayor y el reloj, pero siempre me pareció irrespetuoso hacer algún comentario sobre ese tema. Un día, mientras estaba en su tienda entró su hermano, me miró y me saludó cortésmente, volteó la mirada a su hermano menor y se saludaron como si no se hubiesen visto hace mucho tiempo. Nuestra charla, como siempre, se remitió a hablar de antigüedades, antes de despedirme, saqué mi reloj de bolsillo para ver la hora, noté que ellos también lo hacían, pero el hermano mayor se detuvo, en ese momento me di cuenta que sólo tenia puesta la cadena, la miré sorprendido, era la misma del velorio, no mencioné nada y me despedí cortésmente de los dos.
Pasaron unos cuantos años, y una noche, mientras compartía unos vinos con unos amigos, uno de ellos que conocía mi afición por los relojes me comentó que hace días atrás, unos sepultureros habían entrado a la fundición de su tío (lugar en el que elaboran cruces y estatuillas de diferentes metales), donde le habían entregado un reloj de bolsillo, yo le respondí que uno de estos días sería bueno visitarlo para poder ver el reloj. Bueno, pasaron las horas y unos cuantos vinos más y como les ha debido pasar a algunos amigos del foro, a la hora de despedirnos el sol ya estaba en todo su esplendor. Mientras me despedía, se me acerca el amigo que me habló del reloj y me dice que cerca de la casa de su tío sirven un buen asado, que sería bueno aprovechar de comer, y después, si quería, podíamos pasar a ver el reloj.
Después de comer, caminamos unas cuantas cuadras y llegamos al taller de fundición, entramos y su tío nos saludó, mi amigo le explico que a mi me gustaban los relojes y si podía mostrarnos el reloj que le habían llevado los sepultureros, su tío nos miro extrañado, nos dijo que ese reloj estaba k'enchado (expresión quechua que se utiliza cuando algo o alguien esta maldito, o embrujado) que los sepultureros lo habían encontrado en un ataúd, sobre un cadáver que ellos estaban retirando para ser cremado (en mi país por cuestiones de espacio en los cementerios, los muertos sólo pueden estar hasta 7 años en un ataud convencional, después de este tiempo, los cuerpos son cremados y colocados en un cajón de madera más pequeño, los que se pueden llevar, o pasan a otro sector del cementerio denominado perpetuo). Según los sepultureros, el señor que estaba exhumando el cuerpo no prestó atención al reloj, sólo les dio la orden de cremar (incinerar) el cuerpo junto a una cadena que les había entregado. Al escuchar al tío de mi amigo, me vinieron un montón de imágenes a la cabeza, el reloj, la cadena y lo único que pude decir es ¿dónde está el reloj?, mientras él lo traía, sentí un poco de miedo y sobretodo mucha curiosidad. No regateé ni nada parecido por el reloj, ya que los sepultureros le dieron el reloj al tío de mi amigo, para que éste lo funda con otros metales, para hacer alguna cruz o figura que después pasaría al mismo cementerio (ya que las cosas de los muertos deben permanecer junto a los muertos), el tío de mi amigo simplemente me lo dio, me explicó que le daba un poco de pena fundir el reloj, pero que igual lo iba a hacer porque no quería tenerlo en su taller fundición.
Antes de tan siquiera darle cuerda al reloj de bolsillo, decidí pasar por la tienda de mi amigo anticuario para poder mostrarle el reloj, y ver si él se lo podía entregar a su hermano. Cuando el anticuario lo vio me dijo: este era el reloj de mi cuñada, mi hermano se lo regaló cuando ella estaba embarazada de su primera y única hija, lamentablemente esa hija murió cuando era muy joven, y hace unos años como tú bien lo sabes, su mama también falleció. A mi hermano no le importa el reloj, ya que no tiene a quien dejárselo, además él hace unos días atrás, viajó al exterior y sinceramente ya no creo que vuelva, si quieres usar el reloj, sólo úsalo.
Ahora bien, cuando se trata de costumbres en mi país, crea uno en estas cosas o no, lo mas sensato es satisfacer lo que ellas dictan. Antes de poder usar el reloj tenía que preguntar a su dueño original si podía hacerlo, así es que me fui para el cementerio, ubiqué donde estaba su tumba, le encendí unas velas y lo único que dije fue que lo cuidaría.
Finalmente, pasó el tiempo, y nunca pude descubrir por qué este señor había dejado el reloj en el ataud y se había quedado con la cadena, para después de muchos años mandarla a incinerar con el cuerpo de su esposa y dejar abandonado el reloj.
Pero bueno, yo lo interprete de la siguiente manera: un reloj que permanece quieto como un corazón que ya no late, y una cadena, se une a él, después de unos años, el tiempo ya no importa, queda obsoleto, y la cadena que antes unía solo recuerdos, se funde con el cuerpo, haciendo de esta unión un vínculo eterno.
A veces resultan un poco extrañas las circunstancias por las cuales uno pasa a ser el portador de un reloj de bolsillo, digo portador y no dueño, porque después de un tiempo, ya sea corto o largo, los relojes siempre cambian de manos.
La historia de cómo adquirí este reloj nos trasporta a muchos años atrás, la primera vez que lo vi fue en un velorio, colgaba de una hermosa cadena que sostenía un señor de avanzada edad, yo lo miraba fascinado mientras él dejaba caer tiernamente el reloj sobre el cuerpo sin vida de la que había sido la compañera de toda su vida. Extrañamente, este personaje se había quedado con la cadena, dejando al reloj permanecer al lado de su esposa.
Este señor pertenecía a una familia que se dedica a la venta de antigüedades (anticuarios), con la cual mi persona había entablado una buena relación, especialmente con su hermano menor.
Pasaron algunos años y yo seguí frecuentado la tienda de su hermano, en todo ese tiempo había momentos que me moría de la curiosidad por preguntarle sobre su hermano mayor y el reloj, pero siempre me pareció irrespetuoso hacer algún comentario sobre ese tema. Un día, mientras estaba en su tienda entró su hermano, me miró y me saludó cortésmente, volteó la mirada a su hermano menor y se saludaron como si no se hubiesen visto hace mucho tiempo. Nuestra charla, como siempre, se remitió a hablar de antigüedades, antes de despedirme, saqué mi reloj de bolsillo para ver la hora, noté que ellos también lo hacían, pero el hermano mayor se detuvo, en ese momento me di cuenta que sólo tenia puesta la cadena, la miré sorprendido, era la misma del velorio, no mencioné nada y me despedí cortésmente de los dos.
Pasaron unos cuantos años, y una noche, mientras compartía unos vinos con unos amigos, uno de ellos que conocía mi afición por los relojes me comentó que hace días atrás, unos sepultureros habían entrado a la fundición de su tío (lugar en el que elaboran cruces y estatuillas de diferentes metales), donde le habían entregado un reloj de bolsillo, yo le respondí que uno de estos días sería bueno visitarlo para poder ver el reloj. Bueno, pasaron las horas y unos cuantos vinos más y como les ha debido pasar a algunos amigos del foro, a la hora de despedirnos el sol ya estaba en todo su esplendor. Mientras me despedía, se me acerca el amigo que me habló del reloj y me dice que cerca de la casa de su tío sirven un buen asado, que sería bueno aprovechar de comer, y después, si quería, podíamos pasar a ver el reloj.
Después de comer, caminamos unas cuantas cuadras y llegamos al taller de fundición, entramos y su tío nos saludó, mi amigo le explico que a mi me gustaban los relojes y si podía mostrarnos el reloj que le habían llevado los sepultureros, su tío nos miro extrañado, nos dijo que ese reloj estaba k'enchado (expresión quechua que se utiliza cuando algo o alguien esta maldito, o embrujado) que los sepultureros lo habían encontrado en un ataúd, sobre un cadáver que ellos estaban retirando para ser cremado (en mi país por cuestiones de espacio en los cementerios, los muertos sólo pueden estar hasta 7 años en un ataud convencional, después de este tiempo, los cuerpos son cremados y colocados en un cajón de madera más pequeño, los que se pueden llevar, o pasan a otro sector del cementerio denominado perpetuo). Según los sepultureros, el señor que estaba exhumando el cuerpo no prestó atención al reloj, sólo les dio la orden de cremar (incinerar) el cuerpo junto a una cadena que les había entregado. Al escuchar al tío de mi amigo, me vinieron un montón de imágenes a la cabeza, el reloj, la cadena y lo único que pude decir es ¿dónde está el reloj?, mientras él lo traía, sentí un poco de miedo y sobretodo mucha curiosidad. No regateé ni nada parecido por el reloj, ya que los sepultureros le dieron el reloj al tío de mi amigo, para que éste lo funda con otros metales, para hacer alguna cruz o figura que después pasaría al mismo cementerio (ya que las cosas de los muertos deben permanecer junto a los muertos), el tío de mi amigo simplemente me lo dio, me explicó que le daba un poco de pena fundir el reloj, pero que igual lo iba a hacer porque no quería tenerlo en su taller fundición.
Antes de tan siquiera darle cuerda al reloj de bolsillo, decidí pasar por la tienda de mi amigo anticuario para poder mostrarle el reloj, y ver si él se lo podía entregar a su hermano. Cuando el anticuario lo vio me dijo: este era el reloj de mi cuñada, mi hermano se lo regaló cuando ella estaba embarazada de su primera y única hija, lamentablemente esa hija murió cuando era muy joven, y hace unos años como tú bien lo sabes, su mama también falleció. A mi hermano no le importa el reloj, ya que no tiene a quien dejárselo, además él hace unos días atrás, viajó al exterior y sinceramente ya no creo que vuelva, si quieres usar el reloj, sólo úsalo.
Ahora bien, cuando se trata de costumbres en mi país, crea uno en estas cosas o no, lo mas sensato es satisfacer lo que ellas dictan. Antes de poder usar el reloj tenía que preguntar a su dueño original si podía hacerlo, así es que me fui para el cementerio, ubiqué donde estaba su tumba, le encendí unas velas y lo único que dije fue que lo cuidaría.
Finalmente, pasó el tiempo, y nunca pude descubrir por qué este señor había dejado el reloj en el ataud y se había quedado con la cadena, para después de muchos años mandarla a incinerar con el cuerpo de su esposa y dejar abandonado el reloj.
Pero bueno, yo lo interprete de la siguiente manera: un reloj que permanece quieto como un corazón que ya no late, y una cadena, se une a él, después de unos años, el tiempo ya no importa, queda obsoleto, y la cadena que antes unía solo recuerdos, se funde con el cuerpo, haciendo de esta unión un vínculo eterno.