Hola, Glu.
Me ha encantado el anterior post y también este. Lamento haberme confundido al citarte.
Lo de la vida sencilla es algo que también me seduce. Me falta práctica, pero voy mejorando con el paso de los años.
Además, ya lo decía mi abuelo: "cuando tengas dinero, gástalo. Y cuando no tengas, ahorra"...
En fin, encantado de saludarte.
PD: una duda con respecto a las bicis. ¿Por qué plegables? Cuando vivía en Barcelona fui en bici durante años y nunca necesité plegarla. Después me trasladé 40 Km. al sur y seguía yendo a menudo a Barcelona (en tren), pero me llevaba la bici.... y tampoco me hizo falta plegarla nunca.
Gracias por los inmerecidos elogios. Al final creo que con tanto hablar de motos voy a confundir aún más a nuestro compañero Khayn, que sólo quería un peluco amarillo para la Triumph.
Creo que la clave de la vida sencilla es precisamente lo que dices, el mejorar con el paso de los años.
La verdad es que mi vida nunca ha sido lo que se dice complicada, tal vez por falta de oportunidades o medios, tal vez no. Y desde hace ya bastantes años, tiende deliberadamente a la sencillez, aún dándome algún capricho bastante asequible de cuando en cuando. Hay cosas que ayudan lo suyo cuando de verdad se quiere vivir con sencillez, que es una vida de lo más placentera. Lo primero que aconsejo es prescindir de ese electrodoméstico que ha llegado a adquirir el caracter de divinidad que le hemos otorgado: el televisor.
Prescindir es prescindir: no tener el aparato, no tener tele, y si se tiene televisor, pues regalarlo, venderlo o tirarlo a a la basura (alguien lo aprovechará). Desconectar del
mundo catódico y aterrizar, o sea, descender a la Tierra, a la vida real, a que la voz que se escucha durante el almuerzo o la cena sea la nuestra, la de nuestros hijos, nuestros cónyuges, nuestros padres; volver a hablarnos, escucharnos, cruzar nuestras miradas en vez de dirigirlas a una pantalla cada vez más grande donde casi todo el tiempo aparecen personajes extraños que, en la vida real, no permitiríamos que pusieran el pie en nuestra casa por un mero ejercicio de salud mental y emocional. Es facilísimo si realmente se quiere.
Y si, desterrada para siempre la tele, en esa cena tomamos algo preparado por nosotros (no hacen falta grandes complicaciones culinarias, también en la mesa la sencillez es un placer, además sano y asequible), pues mejor que si la prepara la factoría de congelados y el microondas. Viviendo en un país en el que aún tenemos el privilegio de disfrutar de una variedad insólita de alimentos frescos y baratos, de frutas autóctonas verdaderamente exquisitas, del mejor aceite del Universo, es un pecado (y una majadería, para quien no crea en pecados) envenenarnos día a día con comida muerta y ultrarrefinada, ahíta de acidificantes que abonan las enferemedades, de gluten, de glucosa -nótese que una de las pocas cosas sanas que empiezan por "glu" es mi alias
- de cloruro sódico (la sal es otra cosa) y azúcar desvitalizado (la miel de caña es otra cosa), de lo que nos venden como comida cuando la comida... es otra cosa. Los que rayamos el medio siglo por arriba o por abajo recordamos con nostalgia lo bien que se comía en los años "del desarrollo", cuando, dentro de la incipiente llegada de la era tecnológica a España, en general la vida era una vida sencilla y auténtica aún sin tener consciencia de ello: sencillamente era lo que había.
Lo que hoy se consideran hábitos ecológicos entonces era lo normal, y nadie podía concebir que las cosas pudieran ser de otra forma; nuestras madres eran un ejemplo vivo y verdadero de lo que hoy intenta inculcarse como hábitos sociales y de vida ecológicos. En aquellos años las amas -y algún amo- de casa llevaban siempre su bolsa de casa a la compra. Y los envases de vidrio se devolvían a la tienda, limpios y sin un rasguño, y la ropa se arreglaba y se cosía cuando era necesario, y no creo que fuéramos más desgraciados, ni más infelices que ahora mismo, más bien al contrario. Porque, en general, creo que había un íntimo sentimiento de que la felicidad es algo que nace desde dentro. Hoy la buscamos fuera, y claro, así no hay quien la encuentre.
Hay algo que echo mucho de menos, tal vez sea uno de esos recuerdos de la infancia que se magnifica y se idealiza con los años, tal vez no.
Y tal vez haya foreros y foreras que lo vean como un rasgo machista por mi parte, pero nada más lejos de la realidad. No creo ser machista, ni hembrista, ni sexista, ni electricista, ni siquiera relojista, aún dando la matraca en éstos foros.
Decía, hay algo que echo de menos muchísimo, y que para mi es un índice casi infalible de calidad de vida, de felicidad, de amor a la vida sencilla, que no a la conformidada: cuando era pequeño (años 60),
las mujeres cantaban.
Recuerdo a mi madre, a casi todas las madres (cuando se tiene cierta edad casi se percibe a cualquier mujer como madre) canturreando, tarareando o cantando abiertamente mientras hacía las tareas de la casa, cantando cuando jugaba con nosotros, recuerdo que la banda sonora de las tardes de diario eran los seriales radiofónicos y las voces melódicas, preciosas, de las mujeres, las mamás, cantando desde el amor y la alegría, iluminando unas vidas que tampoco es que fueran precisamente fáciles. Era la alegría de vivir por vivir (¿Para qué más?), era un lujo regalado; por lo general las mejores cosas de la vida son gratis, gratis total; y no escribo desde una nostalgia impostada, lo pongo tal cual lo siento. Me siento un priviliegiado por haber conocido un tiempo y un lugar... donde las mujeres cantaban.
Si, los hombres también cantaban, sobre todo los albañiles en el andamio, pero no era lo mismo. Creo que los hombres cantaban para acompañar y un trabajo a veces muy duro. Las mujeres, en cambio, cantaban como sólo puede cantar quien crea la vida y la regala y se hace parte de la Creación. No se explicarlo mejor.
Hoy las mujeres no cantan. Pero
los que deciden han decidido que tenemos una gran calidad de vida, lo dice la tele.
Si, claro, y mi abuela es trapecista.
Realmente, no es tan difícil llevar, en la medida de lo posible, una vida sencilla. En el fondo tal vez se trata de decir "no" de vez en cuando. Sin necesidad de volver al Paleolítico, creo que la clave es quedarse con lo mejor del presente, que es mucho, y lo mejor del pasado, que es muchísimo.
De lo que no me cabe duda es de que ésto que nos vendieron como panacea, ha decepcionado, ha generado mucha decepción, y cada vez son más las personas que buscan una alternativa, probablemente sin saber exactamente el qué -y ahí casi que me incluyo- a éste timo y a éste despropósito en el que pasamos nuestros días; terminamos invirtiendo grandes cantidades de tiempo y dinero en busca del regreso a las raíces, de la vida sencilla, y no dejamos de asistir a cursos, charlas, seminarios y actividades con toda clase de gurús, chamanes y guías que, en su mayoría nos dan un poco de
vitamina M (la vitamina del misterio) para ir tirando unos días de seudoelevación hasta el próximo curso, charla o seminario con otro nuevo guía espiritual (no quiero tampoco ser peyorativo, los hay que son verdaderos maestros, pero son una exigua minoría).
Porque quizá, el secreto más secretísimo y más obvio es que la respuesta no está afuera, sino que siempre la hemos tenido, pero es que ya no hay quien la vea con tanto lastre y tanta tontería.
Y hay atajos, claro que los hay. Y son muy asequibles, cuando no gratis. Regalar la tele no cuesta nada. Prescindir de muchos -tampoco todos, que estamos en un foro de pelucos
- gastos superfluos tampoco cuesta nada y da grandes satisfacciones. Decir "no" de vez en cuando, tampoco supone un gasto. Comer decentemente es incluso más barato y más rico; y así muchas cosas.
Y si se quieren atajos aún más rápidos e igualmente gratuítos, también los hay. El sungazing es uno de ellos (y doy fe de que funciona, pero mejor no sigo por ahí, ancho es Google).
Quizá lo único que tengo realmente claro es que el día en que las mujeres vuelvan a cantar, todos estaremos más cerca del Cielo en la Tierra.
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Sobre las bicis plegables... pues aunque parezca una perogrullada, me gustan porque se pueden plegar y ocupan muy poco espacio, incluso desplegadas son mucho más pequeñas que las bicis de rueda grande aún con la misma distancia entre ejes. Además me gustan las ruedas pequeñas. He montado en bicis creo que de todos los tamaños de ruedas imaginables entre 16" y 700c y, dentro de que cada tamaño tiene sus virturdes y sus defectos, no he encontrado nada más equilibrado que las ruedas de 20". Mis dos bicis plegables son de rueda de 16", en parte por la plegabilidad (quedan realmente pequeñas cuando se pliegan), en parte por estética (me gustan, qué le vamos a hacer) y, lo reconozco, porque también son ágiles y divertidas a la hora de conducir, aunque ésto es muy subjetivo, claro.
En Madrid casi nunca viajo con la bici en el metro. Si voy en bici, casi el 100% de las veces me desplazo sobre ella, no junto a ella. Las pocas veces que la he metido en el metro, la he metido desplegada si había lugar reservado para bicicletas, o plegada en el caso contrario, por no acaparar sitio sin necesidad. Y las poquísimas veces que la he subido al tren de cercanías, siempre ha ido plegada, más que nada porque me parecía lo más correcto, no me gusta invadir el espacio (ni la intimidad, ni el silencio) de nadie, en la misma medida que aborrezco cualquier invasión de mi espacio, mi silencio o mi intimidad; se que no es algo muy acorde con el tradicional caracter español, pero bueno, también los frikis tenemos derecho a vivir aquí.