boga
Habitual
Sin verificar
Hace unos días fui a ver una exposición sobre un barco hundido, que además tenía cata de vinos incluida (luego os explico qué tiene que ver una cosa con la otra).
Todo fue en el Museo de Arqueología de Catalunya, y a la exposición llevé uno de mis relojes más queridos: el Seiko Silverwave.
Creí que el reloj más indicado para acompañarme era este pre-diver de Seiko. No tiene ni corona ni tapa roscada, pero sí un precioso bisel interno.
Y fue el primer reloj de Seiko que llevó en su tapa trasera la mítica ola de Kanagawa, que ha sido desde entonces el símbolo de los relojes de buceo de la marca.
Está en un grabado muy fino (nada que se parezca a los actuales, con mucho más volumen), y su edad (podeis ver en la tapa que el reloj es de diciembre de 1964, más de 50 años) hace que aún esté más rebajada.
Pero creo que se ve suficiente.
Además, olas parecidas a esas serían las que hundieron, en medio de un temporal, al barco de transporte inglés protagonista de la exposición.
No se ha encontrado el nombre, pero los arqueólogos le han llamado Deltebre I.
Su nombre viene del sitio donde se ha encontrado: en el delta donde desemboca el río Ebro. Allí se hundió, en julio de 1813, junto a otros barcos de transporte del ejército inglés.
El barco quedó enterrado por los sedimentos del río, lo que ayudó a su conservación, además de que lo ocultó completamente y lo libró del expolio.
En 2008, un pescador encontró unos restos, y comunicó el hallazgo.
Después de varias temporadas de excavaciones submarinas (en difíciles condiciones, con corriente y muy poca visibilidad), se han extraido muchos restos del barco.
Después de un largo proceso de limpieza y conservación, se han montado en esta exposición.
Antes de explicar los objetos expuestos, os cuento un poco la historia. Estamos en 1813, en la guerra que se libra en España entre los franceses y los ingleses. Una flota inglesa sale de Alicante para tomar Tarragona, que estaba defendida por los franceses. Pero aunque las condiciones les eran muy favorables, sorprendentemente, el comandante inglés -John Murray- decide retirarse. Vuelve con toda su flota hacia el sur. Y al pasar por el delta del Ebro les sorprende un temporal. 18 barcos de la flota (que transportaban armas, hombres y más material) quedan embarrancados en las aguas poco profundas. 13 se liberaron, pero 5 de ellos se perdieron irreparablemente.
Los barcos, pese a que no eran navíos de guerra armados con cañones, eran veleros de tres palos, de un porte muy respetable.
El barco llevaba muchas cosas, pero básicamente, armas y municiones. Aquí se puede ver a uno de los arqueólogos aspirando sedimento de una gran cantidad de balas de fusil.
La misma foto, en la exposición, junto a algunas de esa balas, ya bien limpias.
Un barril, bajo el agua, con una masa compacta de más balas del mismo tipo (la mala calidad de la foto es porque está extraida del catálogo en pdf).
Y un barril parecido (desmontado), expuesto en el museo, con muchas de las balas que contenía.
También se encontró la tapa de uno de los barriles de balas, con una grabación que ayudó a datar su contenido.
Otros barriles contenían pólvora. En la exposición se ha hecho una simulación de uno de ellos, como si hubiese derramado su contenido.
También había balas mucho más grandes. Esta foto (también extraida del pdf, lo que explica su baja calidad) muestra muchas de ellas bajo el agua, tal y como se desenterraron.
El Silverwave quiso verlas, ya limpias y relucientes.
Aquí las podeis ver con detalle. Las hay de varios tamaños. Y a la derecha aparece una de las piezas más valiosas de la exposición: un cañón de bronce, que usaba estas balas. Pesa 300 kilos. El aparato con grandes anillos que aparece en el centro es un medidor de calibres de las balas de cañón.
También se recuperaron instrumentos, como este gran calibrador de cañones, aquí junto a otras herramientas.
Una caja, llena de espoletas para las bombas.
Y estas piedras también tienen un sentido: son piedras de sílex. Recordad que en esos tiempos, los fusiles se disparaban con chispas provocadas por esas piedras.
Dudo que ninguno de los buzos que participaron en la excavación llevase un Seiko Silverwave como este (e incluso dudo que llevasen reloj, ya que se suele usar ordenador, y además el pecio estaba a muy poca profundidad).
Al menos, este arqueólogo que está recuperando unas monedas no lleva nada en ninguna de sus muñecas.
Otra de las grandes piezas que se recuperaron del llamado Deletebre I fue esta gran campana.
Aquí podeis ver la campana junto a otros muchos objetos que se recuperaron. Entre ellos, cientos de clavos.
El Silverwave marcaba el tiempo que me quedaba para ver la exposición. A las siete empezaba la segunda parte de lo que iba a hacer ese día, que os explico luego.
Otro ángulo de la exposición. Alrededor de la gran vitrina horizontal con los objetos recuperados estaban los paneles explicativos, que contextualizaban los hallazgos.
En uno de ellos había una foto de unos soldados equipados como los soldados ingleses de principios del siglo XIX. Esos, seguro que no llevaban reloj.
Lo que sí llevaría alguno de ellos sería una espada, de la que se recuperó esta empuñadura. Detrás, la mesa de marmol del capitán.
Aquí podemos ver la bota de un soldado y el zapato de un marinero. Es sorprendente como se ha podido conservar el cuero, pese a haber pasado 200 años bajo el agua.
Este objeto de la derecha es una esponja natural, que probablemente usaban los marineros para limpiar el barco (no sé si para lavarse, pues no creo que cuidasen mucho la higiene a bordo).
Ahora vereis uno de los objetos más curiosos (y sorprendentes) que se han encontrado.
¿Veis esa minúscula figurita que se ve en medio de la foto?
Es una figura de un pequeño muñeco, hecha de madera. ¿Veis eso que sobresale?
Pues si habeis pensado mal, habeis acertado. Os enseño esta foto del catálogo, para que veais con más detalle que es una figura articulada, en la que lo que se mueve es.....
En esos tiempos ya hacían estos muñecos.
Aquí podeis ver una gran cantidad de barriles, extendidos sobre el fondo marino, observados por uno de los arqueólogos.
Eso me lleva a explicar lo que ocurre con la madera, cuando se extrae del agua. Habeis visto algunos barriles y cajas, expuestos en muy buen estado.
Eso no sería posible si no se les hubiese hecho un complejo tratamiento.
Inmediatamente después de salir a la superficie, el agua no se deja secar. La madera se mantiene mojada, y lo antes posible, se traslada al Centro de Arqueología Subacuática de Catalunya, que está en Girona.
Allí se meten en unas cajas o piscinas (según el tamaño de la pieza), y se les hace un tratamiento en el que, paulatinamente, se va sustituyendo el agua por unas soluciones especiales; que cuando hayan completado el proceso, permitirá secar la madera sin que se deteriore.
Aquí veis algunos de los barriles, sumergidos en esas piscinas.
En la exposición había un librito con fotos comparativas de una pieza de madera que se dejaba secar sin hacerle ningún tratamiento, y una igual a la que se iba sustituyendo el agua por esas sustancias.
Fijaos como se degrada una madera que ha estado sumergida mucho tiempo si se la deja, tal cual. Esta foto está tomada sólo 17 días después de haberse sacado esta madera del agua. El primer día, esos troncos eran exactamente iguales.
La degradación de la madera ha sido uno de los motivos por los que no se ha sacado del mar el timón del barco, que se ha encontrado en buenas condiciones. Mide 9 metros, y su tamaño hace prácticamente imposible que se le pueda someter a ese tratamiento. Hay una reproducción a escala en la exposición (con la figura de un soldado inglés al lado, para que se aprecie su tamaño).
Bueno, vamos al tema del vino.
En la exposición había esta composición fotográfica de las botellas encontradas en el barco hundido, junto a unos peces.
En realidad, las botellas se encontraron así: incrustadas en arena solidificada, en uno de los costados del barco.
En la exposición se ha reconstruido una supuesta situación de las botellas sobre el fondo marino. Algunas de las botellas se encontraron llenas. El corcho se había mantenido estanco.
En esta foto se puede ver la botella de más a la derecha, como conserva el tapón. A su izquierda vemos un sacacorchos que también se encontró en el barco.
Aquí podeis ver una foto del catálogo, donde se ve con más detalle estas dos piezas.
Utilizando unas pipetas especiales, los arqueólogos probaron unas gotas de ese vino, y en la exposición me dijeron que estaba en buenas condiciones.
Como se ve en la referencia del catálogo, ese vino es el llamado Fondillon, un vino dulce (rancio) de Alicante, muy apreciado en la época.
El hallazgo de esas botellas de vino fue la excusa para organizar una actividad paralela a la exposición: una cata de vinos de la D.O. Alicante, en la que el colofón sería probar ese famoso Fondillón.
A esa cata me apunté.
El Silverwave, preparado para todo.
Eramos unas 20 personas, que nos sentamos en tres mesas alrededor de una somelier, que nos fue explicando las características de los vinos que íbamos a probar.
Casi todas las copas, todavía vacías (había un impaciente, a la derecha, que ya estaba oliendo el primer vino), mientras escuchábamos las primeras explicaciones.
Aquí ya había bastantes copas llenas.
El Seiko, expectante mientras servían.
Los siete vinos que probamos (la foto la hice al final). Empezamos por el primero de la izquierda. Los cuatro primeros fueron tintos. Los dos siguientes, blancos (los dos eran dulces, y el segudo era espumante). El último (el del extremo derecha), era el Fondillón.
Casi las nueve menos veinte, hora de irse para casa.
Fuimos probando poco a poco los vinos. Primero los olíamos con la copa estática, justo cuando lo servían. Luego lo volvíamos a oler tras haber removido circularmente la copa. Finalmente, lo probábamos.
Siempre dejábamos un culito en la copa, por si queríamos comparar con un vino de los que habíamos probado anteriormente.
Los tintos estuvieron bien. Los blancos, como ya he dicho antes, eran dulces. El que tenía aguja no lo era tanto, y era bastante afrutado.
A estas alturas, ya no veía muy bien la hora....
Aunque vosotros podeis ver lo bien que le queda a este reloj la tropic. :
El fin de fiesta fue la degustación del famoso Fondillón (como el que se encontró en el barco hundido).
Este vino tiene una historia curiosa (podeis leer la reseña de la wikipedia: Fondillón
Por un tema de arrendamiento de tierras por los agricultores, estos no arrancaban las cepas viejas para poder seguir disfrutando de dichas tierras; si bien dejaban la recolección de estas viñas para el final de la temporada, porque lo hacían los de la familia, sin contratar peones para recolectarlas.
Por este motivo, se producía una sobremaduración de la uva en la cepa, adquiriendo ésta una gran cantidad de azúcares, que le proporcionan su personalidad al vino. Para remarcar aún más este hecho, después de la recolección las uvas se pasificaban durante un par de semanas al sol sobre unos cañizos que se extendían sobre el safareig (especie de terraza existente en las bodegas tradicionales).
Os pongo el Silverwave al lado de la botella, para que la lectura sea más amena.
Tras la fermentación, que se alargaba casi hasta la primavera, se obtenía un caldo de unos 18º que era utilizado para rellenar los barriles que contenían antiguas partidas de Fondillón, que habían sido vaciados en un tercio para su comercialización. De este hecho precisamente es de donde obtiene su nombre el vino, ya que era obtenido del fondo de los barriles, que posteriormente eran colmatados con la nueva cosecha. Los barriles nunca se vaciaban ni llenaban del todo. Lo que se vaciaba, se volvía a reponer; pero siempre quedaba algo de las antiguas añadas en el barril.
La plaga de la filoxera, junto con el turismo en la zona de Alicante, acabó con el Fondillón. Nadie se acordaba de él a principios del siglo XX.
En los años 50, Primitivo Quiles (la bodega más antigua de Alicante), decidió reiniciar la producción de Fondillón, utilizando una barrica del siglo XIX que había sobrevivido a todas las demás, que habían desaparecido.
A este vino le llamaron Solera 1948. Este fue el que probamos en el museo.
El precio de la botella:
Este es un vino noble, de una alta graduación alcohólica natural (18º), conseguida por la sobremaduración del fruto en la misma cepa, lo que propicia a la vez, el mas alto nivel de aromas y sabores de la uva Monastrell.
En algunas críticas he leido que tiene un sabor ligeramente dulce. Yo tengo que decir que me pareció un poco como vino rancio. Un sabor muy particular (no me gustó especialmente). El color y el olor sí eran muy atractivos.
Obtuvo la Medalla de Oro 2010 del Berliner Wein Trophy y tiene 93 Puntos del célebre crítico Robert Parker (Marzo 2008).
Fuimos acabando. Era hora de volver a casa. El efecto del alcohol se notaba un poco más, porque durante la cata no nos dieron ni unos palitos para acompañar al vino.
Evidentemente, no nos acabamos todo lo que nos habían puesto en las copas. Si no, alguno no hubiese llegado a casa.
Al salir del museo de arquelogía, nos recibió el iluminado Mercat de las Flors.
Tengo que decir que yo llegué a casa sano y salvo................
Esta exposición ha finalizado este pasado domingo, pero en la web de la exposición del MAC (
) hay un magnífico dossier en formato pdf que se puede consultar, y donde dan todo lujo de detalles (en catalán y castellano) sobre el pecio y lo que se ha recuperado.
Catálogo de la exposición Deltebre I
Gracias por vuestra atención. Espero que os haya interesado, aunque sea un poquito.
Todo fue en el Museo de Arqueología de Catalunya, y a la exposición llevé uno de mis relojes más queridos: el Seiko Silverwave.
Creí que el reloj más indicado para acompañarme era este pre-diver de Seiko. No tiene ni corona ni tapa roscada, pero sí un precioso bisel interno.
Y fue el primer reloj de Seiko que llevó en su tapa trasera la mítica ola de Kanagawa, que ha sido desde entonces el símbolo de los relojes de buceo de la marca.
Está en un grabado muy fino (nada que se parezca a los actuales, con mucho más volumen), y su edad (podeis ver en la tapa que el reloj es de diciembre de 1964, más de 50 años) hace que aún esté más rebajada.
Pero creo que se ve suficiente.
Además, olas parecidas a esas serían las que hundieron, en medio de un temporal, al barco de transporte inglés protagonista de la exposición.
No se ha encontrado el nombre, pero los arqueólogos le han llamado Deltebre I.
Su nombre viene del sitio donde se ha encontrado: en el delta donde desemboca el río Ebro. Allí se hundió, en julio de 1813, junto a otros barcos de transporte del ejército inglés.
El barco quedó enterrado por los sedimentos del río, lo que ayudó a su conservación, además de que lo ocultó completamente y lo libró del expolio.
En 2008, un pescador encontró unos restos, y comunicó el hallazgo.
Después de varias temporadas de excavaciones submarinas (en difíciles condiciones, con corriente y muy poca visibilidad), se han extraido muchos restos del barco.
Después de un largo proceso de limpieza y conservación, se han montado en esta exposición.
Antes de explicar los objetos expuestos, os cuento un poco la historia. Estamos en 1813, en la guerra que se libra en España entre los franceses y los ingleses. Una flota inglesa sale de Alicante para tomar Tarragona, que estaba defendida por los franceses. Pero aunque las condiciones les eran muy favorables, sorprendentemente, el comandante inglés -John Murray- decide retirarse. Vuelve con toda su flota hacia el sur. Y al pasar por el delta del Ebro les sorprende un temporal. 18 barcos de la flota (que transportaban armas, hombres y más material) quedan embarrancados en las aguas poco profundas. 13 se liberaron, pero 5 de ellos se perdieron irreparablemente.
Los barcos, pese a que no eran navíos de guerra armados con cañones, eran veleros de tres palos, de un porte muy respetable.
El barco llevaba muchas cosas, pero básicamente, armas y municiones. Aquí se puede ver a uno de los arqueólogos aspirando sedimento de una gran cantidad de balas de fusil.
La misma foto, en la exposición, junto a algunas de esa balas, ya bien limpias.
Un barril, bajo el agua, con una masa compacta de más balas del mismo tipo (la mala calidad de la foto es porque está extraida del catálogo en pdf).
Y un barril parecido (desmontado), expuesto en el museo, con muchas de las balas que contenía.
También se encontró la tapa de uno de los barriles de balas, con una grabación que ayudó a datar su contenido.
Otros barriles contenían pólvora. En la exposición se ha hecho una simulación de uno de ellos, como si hubiese derramado su contenido.
También había balas mucho más grandes. Esta foto (también extraida del pdf, lo que explica su baja calidad) muestra muchas de ellas bajo el agua, tal y como se desenterraron.
El Silverwave quiso verlas, ya limpias y relucientes.
Aquí las podeis ver con detalle. Las hay de varios tamaños. Y a la derecha aparece una de las piezas más valiosas de la exposición: un cañón de bronce, que usaba estas balas. Pesa 300 kilos. El aparato con grandes anillos que aparece en el centro es un medidor de calibres de las balas de cañón.
También se recuperaron instrumentos, como este gran calibrador de cañones, aquí junto a otras herramientas.
Una caja, llena de espoletas para las bombas.
Y estas piedras también tienen un sentido: son piedras de sílex. Recordad que en esos tiempos, los fusiles se disparaban con chispas provocadas por esas piedras.
Dudo que ninguno de los buzos que participaron en la excavación llevase un Seiko Silverwave como este (e incluso dudo que llevasen reloj, ya que se suele usar ordenador, y además el pecio estaba a muy poca profundidad).
Al menos, este arqueólogo que está recuperando unas monedas no lleva nada en ninguna de sus muñecas.
Otra de las grandes piezas que se recuperaron del llamado Deletebre I fue esta gran campana.
Aquí podeis ver la campana junto a otros muchos objetos que se recuperaron. Entre ellos, cientos de clavos.
El Silverwave marcaba el tiempo que me quedaba para ver la exposición. A las siete empezaba la segunda parte de lo que iba a hacer ese día, que os explico luego.
Otro ángulo de la exposición. Alrededor de la gran vitrina horizontal con los objetos recuperados estaban los paneles explicativos, que contextualizaban los hallazgos.
En uno de ellos había una foto de unos soldados equipados como los soldados ingleses de principios del siglo XIX. Esos, seguro que no llevaban reloj.
Lo que sí llevaría alguno de ellos sería una espada, de la que se recuperó esta empuñadura. Detrás, la mesa de marmol del capitán.
Aquí podemos ver la bota de un soldado y el zapato de un marinero. Es sorprendente como se ha podido conservar el cuero, pese a haber pasado 200 años bajo el agua.
Este objeto de la derecha es una esponja natural, que probablemente usaban los marineros para limpiar el barco (no sé si para lavarse, pues no creo que cuidasen mucho la higiene a bordo).
Ahora vereis uno de los objetos más curiosos (y sorprendentes) que se han encontrado.
¿Veis esa minúscula figurita que se ve en medio de la foto?
Es una figura de un pequeño muñeco, hecha de madera. ¿Veis eso que sobresale?
Pues si habeis pensado mal, habeis acertado. Os enseño esta foto del catálogo, para que veais con más detalle que es una figura articulada, en la que lo que se mueve es.....
En esos tiempos ya hacían estos muñecos.
Aquí podeis ver una gran cantidad de barriles, extendidos sobre el fondo marino, observados por uno de los arqueólogos.
Eso me lleva a explicar lo que ocurre con la madera, cuando se extrae del agua. Habeis visto algunos barriles y cajas, expuestos en muy buen estado.
Eso no sería posible si no se les hubiese hecho un complejo tratamiento.
Inmediatamente después de salir a la superficie, el agua no se deja secar. La madera se mantiene mojada, y lo antes posible, se traslada al Centro de Arqueología Subacuática de Catalunya, que está en Girona.
Allí se meten en unas cajas o piscinas (según el tamaño de la pieza), y se les hace un tratamiento en el que, paulatinamente, se va sustituyendo el agua por unas soluciones especiales; que cuando hayan completado el proceso, permitirá secar la madera sin que se deteriore.
Aquí veis algunos de los barriles, sumergidos en esas piscinas.
En la exposición había un librito con fotos comparativas de una pieza de madera que se dejaba secar sin hacerle ningún tratamiento, y una igual a la que se iba sustituyendo el agua por esas sustancias.
Fijaos como se degrada una madera que ha estado sumergida mucho tiempo si se la deja, tal cual. Esta foto está tomada sólo 17 días después de haberse sacado esta madera del agua. El primer día, esos troncos eran exactamente iguales.
La degradación de la madera ha sido uno de los motivos por los que no se ha sacado del mar el timón del barco, que se ha encontrado en buenas condiciones. Mide 9 metros, y su tamaño hace prácticamente imposible que se le pueda someter a ese tratamiento. Hay una reproducción a escala en la exposición (con la figura de un soldado inglés al lado, para que se aprecie su tamaño).
Bueno, vamos al tema del vino.
En la exposición había esta composición fotográfica de las botellas encontradas en el barco hundido, junto a unos peces.
En realidad, las botellas se encontraron así: incrustadas en arena solidificada, en uno de los costados del barco.
En la exposición se ha reconstruido una supuesta situación de las botellas sobre el fondo marino. Algunas de las botellas se encontraron llenas. El corcho se había mantenido estanco.
En esta foto se puede ver la botella de más a la derecha, como conserva el tapón. A su izquierda vemos un sacacorchos que también se encontró en el barco.
Aquí podeis ver una foto del catálogo, donde se ve con más detalle estas dos piezas.
Utilizando unas pipetas especiales, los arqueólogos probaron unas gotas de ese vino, y en la exposición me dijeron que estaba en buenas condiciones.
Como se ve en la referencia del catálogo, ese vino es el llamado Fondillon, un vino dulce (rancio) de Alicante, muy apreciado en la época.
El hallazgo de esas botellas de vino fue la excusa para organizar una actividad paralela a la exposición: una cata de vinos de la D.O. Alicante, en la que el colofón sería probar ese famoso Fondillón.
A esa cata me apunté.
El Silverwave, preparado para todo.
Eramos unas 20 personas, que nos sentamos en tres mesas alrededor de una somelier, que nos fue explicando las características de los vinos que íbamos a probar.
Casi todas las copas, todavía vacías (había un impaciente, a la derecha, que ya estaba oliendo el primer vino), mientras escuchábamos las primeras explicaciones.
Aquí ya había bastantes copas llenas.
El Seiko, expectante mientras servían.
Los siete vinos que probamos (la foto la hice al final). Empezamos por el primero de la izquierda. Los cuatro primeros fueron tintos. Los dos siguientes, blancos (los dos eran dulces, y el segudo era espumante). El último (el del extremo derecha), era el Fondillón.
Casi las nueve menos veinte, hora de irse para casa.
Fuimos probando poco a poco los vinos. Primero los olíamos con la copa estática, justo cuando lo servían. Luego lo volvíamos a oler tras haber removido circularmente la copa. Finalmente, lo probábamos.
Siempre dejábamos un culito en la copa, por si queríamos comparar con un vino de los que habíamos probado anteriormente.
Los tintos estuvieron bien. Los blancos, como ya he dicho antes, eran dulces. El que tenía aguja no lo era tanto, y era bastante afrutado.
A estas alturas, ya no veía muy bien la hora....
Aunque vosotros podeis ver lo bien que le queda a este reloj la tropic. :
El fin de fiesta fue la degustación del famoso Fondillón (como el que se encontró en el barco hundido).
Este vino tiene una historia curiosa (podeis leer la reseña de la wikipedia: Fondillón
Por un tema de arrendamiento de tierras por los agricultores, estos no arrancaban las cepas viejas para poder seguir disfrutando de dichas tierras; si bien dejaban la recolección de estas viñas para el final de la temporada, porque lo hacían los de la familia, sin contratar peones para recolectarlas.
Por este motivo, se producía una sobremaduración de la uva en la cepa, adquiriendo ésta una gran cantidad de azúcares, que le proporcionan su personalidad al vino. Para remarcar aún más este hecho, después de la recolección las uvas se pasificaban durante un par de semanas al sol sobre unos cañizos que se extendían sobre el safareig (especie de terraza existente en las bodegas tradicionales).
Os pongo el Silverwave al lado de la botella, para que la lectura sea más amena.
Tras la fermentación, que se alargaba casi hasta la primavera, se obtenía un caldo de unos 18º que era utilizado para rellenar los barriles que contenían antiguas partidas de Fondillón, que habían sido vaciados en un tercio para su comercialización. De este hecho precisamente es de donde obtiene su nombre el vino, ya que era obtenido del fondo de los barriles, que posteriormente eran colmatados con la nueva cosecha. Los barriles nunca se vaciaban ni llenaban del todo. Lo que se vaciaba, se volvía a reponer; pero siempre quedaba algo de las antiguas añadas en el barril.
La plaga de la filoxera, junto con el turismo en la zona de Alicante, acabó con el Fondillón. Nadie se acordaba de él a principios del siglo XX.
En los años 50, Primitivo Quiles (la bodega más antigua de Alicante), decidió reiniciar la producción de Fondillón, utilizando una barrica del siglo XIX que había sobrevivido a todas las demás, que habían desaparecido.
A este vino le llamaron Solera 1948. Este fue el que probamos en el museo.
El precio de la botella:
Este es un vino noble, de una alta graduación alcohólica natural (18º), conseguida por la sobremaduración del fruto en la misma cepa, lo que propicia a la vez, el mas alto nivel de aromas y sabores de la uva Monastrell.
En algunas críticas he leido que tiene un sabor ligeramente dulce. Yo tengo que decir que me pareció un poco como vino rancio. Un sabor muy particular (no me gustó especialmente). El color y el olor sí eran muy atractivos.
Obtuvo la Medalla de Oro 2010 del Berliner Wein Trophy y tiene 93 Puntos del célebre crítico Robert Parker (Marzo 2008).
Fuimos acabando. Era hora de volver a casa. El efecto del alcohol se notaba un poco más, porque durante la cata no nos dieron ni unos palitos para acompañar al vino.
Evidentemente, no nos acabamos todo lo que nos habían puesto en las copas. Si no, alguno no hubiese llegado a casa.
Al salir del museo de arquelogía, nos recibió el iluminado Mercat de las Flors.
Tengo que decir que yo llegué a casa sano y salvo................
Esta exposición ha finalizado este pasado domingo, pero en la web de la exposición del MAC (
Catálogo de la exposición Deltebre I
Gracias por vuestra atención. Espero que os haya interesado, aunque sea un poquito.
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