joler
De la casa
Sin verificar
Por si alguien no lo sabe, "estar de rodríguez" es una expresión que se acuñó en España a mediados de los años 60 para definir esa anómala situación veraniega en que el hombre se queda en la ciudad trabajando, y a menudo también divirtiéndose, mientras su familia se va de vacaciones.
La jornada se presenta tentadora y repleta de oportunidades pero hay que mantener la cabeza fría.
Lo primero es satisfacer las necesidades básicas: la comida.
He revisado el contenido de la nevera -durante 10 minutos- y aunque no se me ha ocurrido nada confieso que la experiencia ha sido, cuanto menos,, refrescante.
De soslayo veo una nota en la que se me conmina a poner el lavaplatos y una voz dentro de mi ( extraordinariamente masculina y seductora) me dice: sí, lo voy a poner, pero a mi manera.
Entonces recuerdo que acabó de recibir un Vostok Komandirskie y un par de brazaletes y me pongo manos a la obra.
Los dejo bien instalados en la cesta de los cubiertos y eligió el programa fuerte, el de cuando vienen los cuñados a comer a casa.
Un rato más tarde oigo un pitido que proviene de la cocina y veo que el lavaplatos ha terminado -por cierto, no tenía ni idea de que el lavaplatos hacía ese ruido al terminar-.
Abro la puerta entre una nube de vapor, sacó el cesto de los cubiertos y entonces me doy cuenta de que el lavaplatos también puede ser un buen lugar de almacenaje y decido no sacar nada más [emoji12] .
No sin cierta preocupación sacó el reloj que todavía quema y...
Madre mía, han quedado como los chorros del oro.
Pasada la euforia inicial, oportunamente festejada con una cerveza, recuerdo que apenas queda hielo en el congelador y como la etapa del Tour se prevé dura me dispongo a remediarlo.
De nuevo, la masculina voz que gobierna mis decisiones me sugiere una idea.
El Komandirskie va a tener que pasar una nueva prueba.
Unas horas después parece que voy teniendo hambre y decido prepararme unos deliciosos ravioli rellenos de crema de calabaza y cebolla caramelizada y mientras hierve el agua ( no es porque yo lo diga pero hervir agua se me da de maravilla) rescató al pobre Komandirskie del congelador.
El agua está totalmente congelada pero no se puede ver si el reloj funciona lo que me hace temer lo peor.
Con el hielo fuera del recipiente la situación no mejora y decido pasarlo bajo el grifo.
Definitivamente el pequeño Komandirskie ha superado la prueba de +70 a 0 grados sin dejar de funcionar.
Pero, un momento, parece que el cristal está empañado. Quizás esa pequeña grieta en el plexi ha sido la culpable.
Afortunadamente se trata de condensación en el exterior por la diferencia de temperatura.
Después de esta agotadora jornada dedicado a las tareas domésticas creo que me he ganado un buen descanso.
Nota de seguridad: no intentar este tipo de experimentos con un reloj suizo.
Y con esto me despido
Esperando que haya gustado
Que el otro día en un pueblo
Hasta piedras me tiraron.
Cruzando el río Mara
La jornada se presenta tentadora y repleta de oportunidades pero hay que mantener la cabeza fría.
Lo primero es satisfacer las necesidades básicas: la comida.
He revisado el contenido de la nevera -durante 10 minutos- y aunque no se me ha ocurrido nada confieso que la experiencia ha sido, cuanto menos,, refrescante.
De soslayo veo una nota en la que se me conmina a poner el lavaplatos y una voz dentro de mi ( extraordinariamente masculina y seductora) me dice: sí, lo voy a poner, pero a mi manera.
Entonces recuerdo que acabó de recibir un Vostok Komandirskie y un par de brazaletes y me pongo manos a la obra.
Los dejo bien instalados en la cesta de los cubiertos y eligió el programa fuerte, el de cuando vienen los cuñados a comer a casa.
Un rato más tarde oigo un pitido que proviene de la cocina y veo que el lavaplatos ha terminado -por cierto, no tenía ni idea de que el lavaplatos hacía ese ruido al terminar-.
Abro la puerta entre una nube de vapor, sacó el cesto de los cubiertos y entonces me doy cuenta de que el lavaplatos también puede ser un buen lugar de almacenaje y decido no sacar nada más [emoji12] .
No sin cierta preocupación sacó el reloj que todavía quema y...
Madre mía, han quedado como los chorros del oro.
Pasada la euforia inicial, oportunamente festejada con una cerveza, recuerdo que apenas queda hielo en el congelador y como la etapa del Tour se prevé dura me dispongo a remediarlo.
De nuevo, la masculina voz que gobierna mis decisiones me sugiere una idea.
El Komandirskie va a tener que pasar una nueva prueba.
Unas horas después parece que voy teniendo hambre y decido prepararme unos deliciosos ravioli rellenos de crema de calabaza y cebolla caramelizada y mientras hierve el agua ( no es porque yo lo diga pero hervir agua se me da de maravilla) rescató al pobre Komandirskie del congelador.
El agua está totalmente congelada pero no se puede ver si el reloj funciona lo que me hace temer lo peor.
Con el hielo fuera del recipiente la situación no mejora y decido pasarlo bajo el grifo.
Definitivamente el pequeño Komandirskie ha superado la prueba de +70 a 0 grados sin dejar de funcionar.
Pero, un momento, parece que el cristal está empañado. Quizás esa pequeña grieta en el plexi ha sido la culpable.
Afortunadamente se trata de condensación en el exterior por la diferencia de temperatura.
Después de esta agotadora jornada dedicado a las tareas domésticas creo que me he ganado un buen descanso.
Nota de seguridad: no intentar este tipo de experimentos con un reloj suizo.
Y con esto me despido
Esperando que haya gustado
Que el otro día en un pueblo
Hasta piedras me tiraron.
Cruzando el río Mara