Sí, es verdad que son unos catetos y que no se dan cuenta de las grandes enseñanzas que proporciona el espectáculo de una corrida de toros:
El único ser realmente noble en la plaza es el toro ..., bueno también el caballo.
Al toro que embiste noblemente y sin ambages, de cara, le enfrentan a dos bestias acorazadas que proceden a desangrarle para quitarle su fuerza y vigor. Aún así, el toro orgulloso y bravo sigue enfrentándose en desigualdad de condiciones y no retrocede ante el dolor.
Después aparecen los toreros, que cuando el toro ya está debilitado suficientemente por la puya proceden a engañarlo con la muleta y a martirizarlo con las banderillas con un triple objetivo: primero, lucir su descaro, arrogancía, astucia y crueldad; segundo, entretener a la muchedumbre que con avidez contempla los aspavientos del torero y la sangre que mana del toro; y tercero: debilitar aún más al animal y prepararle para el último lance, la muerte. No obstante todo lo anterior, el toro, noble y bravo, continúa enfrentándose con un enemigo que no ve, ciego del color rojo de la muleta y seguramente desesperado por el dolor.
Llegamos al tercio de muerte, el toro suficientemente desangrado, fatigado y ofuscado por la muleta ya no ve más que esta última a la que asocia con el dolor que le han estado inflingiendo durante toda la lidia y a la que seguramente odia con todo su ser. El torero, detrás del capote y enarbolando un acero, cita al toro y lo atraviesa con la espada. Está es la última felonía del torero. Porque el torero ha practicado, conoce a su adversario; el toro de lidia sólo tiene una oportunidad; no se le permite aprender; es condenado a muerte porque si no muriera podría volver salir a un ruedo y entonces quizás hubiera aprendido una lección; podría aprender que el trapo es solo un engaño, que hay que buscar a quien lo despliega delante de su cara.
En definitivia, el toro muere como un bruto noble. Si la muchedumbre lo estima oportuno premia al torero con las orejas y el rabo, culminándose la burla y la ignomia sobre el cadáver de un animal que lo único que ha hecho es sufrir y defenderse para lucimiento del torero y entretenimiento sangriento del respetable. La nobleza muere y es insultada; el engaño y la arrogancía hacen su día.
En ocasiones, si el torero no es bueno, el toro atrapa a su torturador y lo despacha ... Pero es muy raro, lo mismo que ocurre en la vida real.
Nota: Estoy en contra de la prohibición de las corridas de toros. Pero no comparto la idea de los que consideran a la tauromaquia como un arte. Es un espectáculo sangriento y embrutecedor. Con la perspectiva correcta, una corrida de toros puede resultar muy aleccionadora.