No, desgraciadamente, no me sienta bien. Me lo he probado y requeteprobado, intentando convencerme con toda clase de argumentos, y al final, dos y dos suman cuatro:
el tamaño del Sea Dweller es el que le va a mi muñeca. Que le vamos a hacer. Más dura será mi venganza cuando los tamaños disminuyan. Y mientras tanto, pues, oye, tampoco voy en pelotas con mi flamante Sea Dweller, que es precioso.