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... buenas, compañeros... os presento una nueva simulación que he creado… el Compte-tierce de Louis Moinet… el primer cronógrafo de la Historia…1815-1816…
… en la simulación es posible actuar en el pulsador situado a las 12, de modo que al hacer click sobre él se inicia el cronógrafo; este instrumento se detenía al dejar de ejercer presión sobre dicho pulsador, por lo que el pulsador era fijado con una aguja para que el cronógrafo continuase su marcha; por tanto, al retirar el cursor de dicho pulsador, la aguja se introduce en su base para fijarlo…
… en el momento en el que se decida detener el cronógrafo, no hay más que retirar la aguja, haciendo click sobre la misma de modo que queda liberado el pulsador de marcha…
… llegado este momento, es posible reiniciar la marcha mediante el pulsador situado a las 12, o resetear el cronógrafo mediante el pulsador situado a las 11, de modo que al hacer click sobre él, el cronógrafo se pone a cero…
... espero que os guste... … a mí me tiene maravillado…
NOTA PARA LA ADMINISTRACIÓN DEL FORO: Cuento con la autorización, por escrito, de reproducción del artículo por parte de la editorial de la revista.
La historia es un libro inacabado que se reescribe con cada nuevo descubrimiento. De vez en cuando, una nueva pieza aparece de la nada y obliga a recomponer un rompecabezas que parecía más o menos completo. Eso es lo que acaba de suceder en el mundo de la relojería con el anuncio, el pasado 21 de marzo, del descubrimiento del compte-tierce de Louis Moinet, en una subasta de guardatiempos de época.
El reloj, del cual se tenía alguna referencia a través de la correspondencia del propio Moinet y de su imprescindible Tratado de Relojería, fue construido por el genial relojero francés entre 1815 y 1816, tal como indican los cuatro sellos grabados en el fondo, y cuenta con todas las características propias de un cronógrafo.
Puede decirse, pues, que es el primer artefacto digno de este nombre, ya que se adelantó en seis años a la famosa invención de Nicolas Rieussec y en nada menos que 46 años al cronógrafo de Adolphe Nicole, que hasta ahora se consideraba el primer aparato dotado de una aguja que retornaba instantáneamente al punto de origen con la activación de un pulsador.
Pero no solo eso, el movimiento del Compte-tierce oscilaba a 216.000 alternancias por hora (30 Hz), una frecuencia inimaginable en esa época -no se superaría hasta un siglo después, con el Mikrograph de TAG Heuer y sus 360.000 alternancias por hora-, que le proporcionaba una precisión de 1/60 de segundo o, en otras palabras, los "terceros" a los que hace referencia el nombre del reloj.
Concretamente, dicha indicación se presenta en el centro de la esfera, relegando los minutos y segundos a dos subesferas gemelas (situadas a las once y a la una, respectivamente) y las horas, a un contador ubicado a las seis. Las funciones de inicio, parada y puesta a cero a través de dos pulsadores certifican que el Compte-tierce de Louis Moinet es un cronógrafo avant Ia Iettre aun cuando dicha denominación tardaría varios años en aparecer y aun más en popularizarse.
OBRA DE UN GENIO
Todo ello lo sitúa como una auténtica singularidad en la historia de la relojería —pues no tiene antecedentes directos ni sucesores más o menos inmediatos-, una pieza única que dice mucho de la genialidad y los conocimientos técnicos del relojero francés, intimo amigo y colaborador del célebre maestro Abraham-Louis Breguet.
Sin embargo, también abre el misterio de por qué una pieza tan revolucionaria permaneció aparentemente desconocida, incluso entre los profesionales del sector, y no obtuvo ninguna repercusión en forma de cronógrafos similares o relojes de alta frecuencia (incluso cuando Moinet demostró ser, además de un gran maestro relojero, un auténtico divulgador de la técnica relojera y no tenía ningún reparo en compartir sus conocimientos entre sus colegas, como demuestra la redacción de un Tratado de Relojería, al cual dedicó 20 años de su vida). Hay que tener en cuenta que, incluso años después de la invención del Compte-tierce, solía asumirse que la décima de segundo era la referencia más precisa y asequible.
La obra de Louis Moinet se inscribe en un periodo en el cual la búsqueda de la precisión se había convertido en una de las principales preocupaciones de los grandes relojeros franceses y suizos. Sin embargo, lo que llevó al relojero francés a crear un cronógrafo fiable hasta 1/60 de segundo fue su pasión por la observación astronómica y, más concretamente, la necesidad de medir con exactitud los hilos reticulares de su telescopio. Lo explica él mismo en un fragmento de su Tratado de Relojería (1848):
"Mientras hacia mis observaciones: yo había comprado un pequeño cuarto de círculo móvil del famoso Borda (autor del Círculo entero), un instrumento de cuidada fabricación inglesa, en equilibrio sobre un rubí mediante un ingenioso contrapeso. Según su autor, la propia inercia de este instrumento lo protegería de los movimientos del navío y permitiría realizar a bordo unas observaciones casi tan exactas como las que se realizaban en tierra. Pere este proyecto no tuvo éxito. Así que, tras comprar el instrumento con otra intención, le añadí, para observar en tierra, un círculo de horizonte dividido en minutos por el fallecido Fortin, a través de un vernier, de dos niveles cruzados,de un eje móvil esmerilado y de un soporte-trípode con tornillos niveladores, con división, etc. Pero como el telescopio tenía un campo reducido, los hilos de su retícula estaban muy juntos y para solucionar el inconveniente que expliqué anteriormente, el de perder la observación por un hilo, ideé el contador de terceros, que funciona muy bien dándome exactamente la distancia de los hilos reticulares".
Esta precisión le permitía, pues, la perfecta observación de los desplazamientos de los astros, objetivo último de su invención, lo que explicaría que ni él mismo le diera la importancia que ésta merecía. Eso es lo que parece desprenderse, al menos, del tono en el que el propio Moinet se refiere a su Compte-tierce en una epístola de 1823: "Yo vine a París en 1815 solo para componer y después realizar un contador de terceros. Alcancé perfectamente mi objetivo con este instrumento, cuya difícil ejecución se había intentado en muy pocas ocasiones, y cuya composición era nueva".
UNA PIEZA ÚNICA
Sin duda, el elemento más destacable de este primer cronógrafo de la Historia es el movimiento ideado per Moinet, que, con sus 216.000 alternancias por hora, se sitúa muy lejos de cualquier mecanismo contemporáneo. Montado sobre una platina plena de latón dorado y finamente acabado, el calibre presenta unas medidas de 57,7 mm de diámetro por 9 mm de grosor, e incorpora un escape de cilindro de acero y teja de rubí, con una rueda de escape de 30 dientes y una espiral de siete vueltas, elaborada en acero plano. Asimismo, está dotado de seis rubíes con contrapivote (trece en total, contando la teja del escape).
Un único barrilete -el armado de cuyo resorte puede comprobarse a través de una mirilla situada en la caja- proporcionaba al reloj una reserva de marcha superior a las 30 horas, algo imprescindible para permitir la observación de los astros.
La complejidad técnica del movimiento se traduce, en el exterior del reloj en una gran sencillez formal que delata su carácter estrictamente funcional:
La caja, elaborada en plata, presenta una estructura que anticipaba los futuros cronógrafos de bolsillo, con los dos pulsadores (puesta a cero del contador de terceros, y accionamiento y parada del cronógrafo) situados en la parte superior, a las once y doce horas, respectivamente. Para realizar la lectura de un intervalo largo de tiempo -por ejemplo, entre dos pasos de un astro-, el cronógrafo se mantenía en funcionamiento mediante la inserción de una aguja en un orificio, de modo que el pulsador principal quedaba activado.
La carrura es plana y ancha, en contraste con el fino bisel de bayoneta que enmarca el cristal abombado del reloj. En la parte trasera, una bisagra permite abrir una tapa para dejar el movimiento a la vista. En la cara interior de ésta, cuatro punzones certifican la autoría y las características del reloj: el primer sello corresponde a la Asociación de Orfebres de París; el segundo, identificaba al autor de la pieza; el tercero correspondía a la calidad de la plata (contraste Ag 900); y el cuarto era la garantía (le corresponde el número 815).
Estructurada en varios niveles, la esfera asemeja, en cierta manera, a la de los clásicos reguladores, con su solitaria aguja central circulando por una escala de sesenta unidades -concretamente, un clásico chemin de fer, complementado con numerales arábigos-, y el resto de indicaciones, repartidas en varias subesferas. En este caso, sin embargo, la fina aguja central, dotada de un contrapeso, realiza 60 vueltas por segundo: los famosos "terceros".
Los contadores de minutos y segundos como hemos indicado anteriormente, se encuentran situados a las once horas y a Ia una, respectivamente, y presentan una combinación de índices Iargos y de punto, complementados por finísimos numerales arábigos. A las seis horas, en una tercera subesfera de mayor tamaño, encontramos el totalizador de 24 horas, con Ia particularidad de tener el "cero" a Ias nueve horas. Como peculiaridad, las doce primeras horas están representadas por numerales romanos, mientras que las once siguientes están indicadas por índices de punto.
La autoría de Louis Moinet se enuncia en grandes letras y en una posición preeminente, en Ia parte central de la esfera.
UN HOMBRE POLIVALENTE
EI descubrimiento de esta obra única, que en algunos aspectos se adelantó en un siglo a sus contemporáneas, sitúa a Louis Moinet entre los más grandes maestros de Ia relojería entre finales del siglo XVIII y principios del XIX (un periodo dorado marcado por las obras de ilustres colegas como Breguet o Perrelet).
Nacido en Ia ciudad francesa de Bourges en 1768, Moinet destacó desde muy joven por su destreza en todos los campos de las bellas artes: a los 20 años, incluso se trasladó a Roma, donde pasó cinco años estudiando arquitectura y escultura, y más tarde, a Florencia, donde se inició en la técnica del grabado artístico de piedras finas.
De regreso a París, fue nombrado profesor en la Academia de Bellas Artes en el Louvre y se convirtió en miembro de varias asociaciones científicas y artísticas, además de colaborar con eminentes artistas y científicos, como el astrónomo Lalande; el broncista Thomire y Robert-Houdin, creador de autómatas y relojes misteriosos (aunque fue más conocido como el inventor de la magia moderna).
Paralelamente, Moinet se dedicó al estudio teórico y práctico de la relojería, un arte que le había apasionado desde pequeño y que a partir de 1800 se convertiría en el centro de su vida: pasó entonces largas temporadas en Suiza, donde trabó amistad con ilustres relojeros y pudo adquirir sus instrumentos y herramientas de trabajo.
Antes del descubrimiento del Compte-tierce, Louis Moinet era conocido, sobre todo, por sus relojes de péndulo, extraordinarios modelos creados para personajes célebres como Napoleón Bonaparte, los presidentes estadounidenses Thomas ]efferson y ]ames Monroe, y numerosos soberanos de Europa. Además, el relojero había destacado por la creación de modelos innovadores, como el cronómetro presentado en la exposición universal de Londres de 1851, que contaba con varias indicaciones inéditas, entre las que figuraban el calendario anual y los días de la semana. La obra de Moinet incluye también relojes despertadores, reguladores y relojes astronómicos, y la invención de numerosos mecanismos que mejoraban la precisión, fiabilidad y reserva de marcha de los calibres.
La calidad de sus piezas y su capacidad de innovación le valieron el reconocimiento de todo el sector, que se materializó en su nombramiento como presidente de la Société Chronométrique de París, que reunía algunos de los talentos mas destacados de la época.
En 1848 Louis Moinet publicó su famoso Tratado de Relojería, que había elaborado a lo largo de más de 20 años. Sus dos tomos se convertirían rápidamente en una referencia básica entre los aficionados y los profesionales del sector de todo el mundo, y aún hoy es considerado una de las obras más preciosas jamás escritas sobre técnica relojera.
RECUPERACION DE LA HERENCIA
Hace 15 años, Jean-Marie Schaller fundó, en la localidad suiza de Saint-Blaise, la compañía independiente Les Ateliers Louis Moinet, con la voluntad de devolver al relojero "el lugar que se merece, en la cumbre del Panteón Relojero" a través de la fabricación de relojes que correspondieran al estilo de Louis Moinet (generalmente a través de exclusivas ediciones limitadas).
Además, la fundación ha trabajado para reivindicar la herencia del maestro relojero y redescubrir muchas de sus obras, que habían quedado inexplicablemente olvidadas. Su trabajo de investigación ha permitido encontrar auténticas obras maestras -desde péndulos artísticos hasta relojes de bolsillo con complicaciones y que hoy se exhiben en el museo de Saint-Blaise junto a manuscritos originales de Moinet, documentos originales y diferentes ejemplares del Tratado de Relojería.
Fue este esfuerzo de investigación de la obra del relojero francés el que permitió localizar el Compte-tierce elaborado entre 1815 y 1816. Les Ateliers Louis Moinet tuvo el honor de presentar el descubrimiento de esta pieza única, el pasado 21 de marzo, a través de una conferencia que fue transmitida online para todo el mundo.
Sin duda, una presentación especial para un descubrimiento que contribuirá a reescribir la historia de la relojería, situando en el lugar de honor que merece a un relojero que quizás estuviera demasiado avanzado a sus contemporáneos para ser completamente comprendido.
… en la simulación es posible actuar en el pulsador situado a las 12, de modo que al hacer click sobre él se inicia el cronógrafo; este instrumento se detenía al dejar de ejercer presión sobre dicho pulsador, por lo que el pulsador era fijado con una aguja para que el cronógrafo continuase su marcha; por tanto, al retirar el cursor de dicho pulsador, la aguja se introduce en su base para fijarlo…
… en el momento en el que se decida detener el cronógrafo, no hay más que retirar la aguja, haciendo click sobre la misma de modo que queda liberado el pulsador de marcha…
… llegado este momento, es posible reiniciar la marcha mediante el pulsador situado a las 12, o resetear el cronógrafo mediante el pulsador situado a las 11, de modo que al hacer click sobre él, el cronógrafo se pone a cero…
... espero que os guste... … a mí me tiene maravillado…
SIMULACIÓN
A continuación, se muestra un artículo extraído de la Revista nº 45 de mdt “Máquinas del Tiempo”, páginas 132-137.
A continuación, se muestra un artículo extraído de la Revista nº 45 de mdt “Máquinas del Tiempo”, páginas 132-137.
NOTA PARA LA ADMINISTRACIÓN DEL FORO: Cuento con la autorización, por escrito, de reproducción del artículo por parte de la editorial de la revista.
El compte-tierce de Louis Moinet
Probablemente, el primer cronógrafo de la historia
Probablemente, el primer cronógrafo de la historia
La historia es un libro inacabado que se reescribe con cada nuevo descubrimiento. De vez en cuando, una nueva pieza aparece de la nada y obliga a recomponer un rompecabezas que parecía más o menos completo. Eso es lo que acaba de suceder en el mundo de la relojería con el anuncio, el pasado 21 de marzo, del descubrimiento del compte-tierce de Louis Moinet, en una subasta de guardatiempos de época.
El reloj, del cual se tenía alguna referencia a través de la correspondencia del propio Moinet y de su imprescindible Tratado de Relojería, fue construido por el genial relojero francés entre 1815 y 1816, tal como indican los cuatro sellos grabados en el fondo, y cuenta con todas las características propias de un cronógrafo.
Puede decirse, pues, que es el primer artefacto digno de este nombre, ya que se adelantó en seis años a la famosa invención de Nicolas Rieussec y en nada menos que 46 años al cronógrafo de Adolphe Nicole, que hasta ahora se consideraba el primer aparato dotado de una aguja que retornaba instantáneamente al punto de origen con la activación de un pulsador.
Pero no solo eso, el movimiento del Compte-tierce oscilaba a 216.000 alternancias por hora (30 Hz), una frecuencia inimaginable en esa época -no se superaría hasta un siglo después, con el Mikrograph de TAG Heuer y sus 360.000 alternancias por hora-, que le proporcionaba una precisión de 1/60 de segundo o, en otras palabras, los "terceros" a los que hace referencia el nombre del reloj.
Concretamente, dicha indicación se presenta en el centro de la esfera, relegando los minutos y segundos a dos subesferas gemelas (situadas a las once y a la una, respectivamente) y las horas, a un contador ubicado a las seis. Las funciones de inicio, parada y puesta a cero a través de dos pulsadores certifican que el Compte-tierce de Louis Moinet es un cronógrafo avant Ia Iettre aun cuando dicha denominación tardaría varios años en aparecer y aun más en popularizarse.
OBRA DE UN GENIO
Todo ello lo sitúa como una auténtica singularidad en la historia de la relojería —pues no tiene antecedentes directos ni sucesores más o menos inmediatos-, una pieza única que dice mucho de la genialidad y los conocimientos técnicos del relojero francés, intimo amigo y colaborador del célebre maestro Abraham-Louis Breguet.
Sin embargo, también abre el misterio de por qué una pieza tan revolucionaria permaneció aparentemente desconocida, incluso entre los profesionales del sector, y no obtuvo ninguna repercusión en forma de cronógrafos similares o relojes de alta frecuencia (incluso cuando Moinet demostró ser, además de un gran maestro relojero, un auténtico divulgador de la técnica relojera y no tenía ningún reparo en compartir sus conocimientos entre sus colegas, como demuestra la redacción de un Tratado de Relojería, al cual dedicó 20 años de su vida). Hay que tener en cuenta que, incluso años después de la invención del Compte-tierce, solía asumirse que la décima de segundo era la referencia más precisa y asequible.
La obra de Louis Moinet se inscribe en un periodo en el cual la búsqueda de la precisión se había convertido en una de las principales preocupaciones de los grandes relojeros franceses y suizos. Sin embargo, lo que llevó al relojero francés a crear un cronógrafo fiable hasta 1/60 de segundo fue su pasión por la observación astronómica y, más concretamente, la necesidad de medir con exactitud los hilos reticulares de su telescopio. Lo explica él mismo en un fragmento de su Tratado de Relojería (1848):
"Mientras hacia mis observaciones: yo había comprado un pequeño cuarto de círculo móvil del famoso Borda (autor del Círculo entero), un instrumento de cuidada fabricación inglesa, en equilibrio sobre un rubí mediante un ingenioso contrapeso. Según su autor, la propia inercia de este instrumento lo protegería de los movimientos del navío y permitiría realizar a bordo unas observaciones casi tan exactas como las que se realizaban en tierra. Pere este proyecto no tuvo éxito. Así que, tras comprar el instrumento con otra intención, le añadí, para observar en tierra, un círculo de horizonte dividido en minutos por el fallecido Fortin, a través de un vernier, de dos niveles cruzados,de un eje móvil esmerilado y de un soporte-trípode con tornillos niveladores, con división, etc. Pero como el telescopio tenía un campo reducido, los hilos de su retícula estaban muy juntos y para solucionar el inconveniente que expliqué anteriormente, el de perder la observación por un hilo, ideé el contador de terceros, que funciona muy bien dándome exactamente la distancia de los hilos reticulares".
Esta precisión le permitía, pues, la perfecta observación de los desplazamientos de los astros, objetivo último de su invención, lo que explicaría que ni él mismo le diera la importancia que ésta merecía. Eso es lo que parece desprenderse, al menos, del tono en el que el propio Moinet se refiere a su Compte-tierce en una epístola de 1823: "Yo vine a París en 1815 solo para componer y después realizar un contador de terceros. Alcancé perfectamente mi objetivo con este instrumento, cuya difícil ejecución se había intentado en muy pocas ocasiones, y cuya composición era nueva".
UNA PIEZA ÚNICA
Sin duda, el elemento más destacable de este primer cronógrafo de la Historia es el movimiento ideado per Moinet, que, con sus 216.000 alternancias por hora, se sitúa muy lejos de cualquier mecanismo contemporáneo. Montado sobre una platina plena de latón dorado y finamente acabado, el calibre presenta unas medidas de 57,7 mm de diámetro por 9 mm de grosor, e incorpora un escape de cilindro de acero y teja de rubí, con una rueda de escape de 30 dientes y una espiral de siete vueltas, elaborada en acero plano. Asimismo, está dotado de seis rubíes con contrapivote (trece en total, contando la teja del escape).
Un único barrilete -el armado de cuyo resorte puede comprobarse a través de una mirilla situada en la caja- proporcionaba al reloj una reserva de marcha superior a las 30 horas, algo imprescindible para permitir la observación de los astros.
La complejidad técnica del movimiento se traduce, en el exterior del reloj en una gran sencillez formal que delata su carácter estrictamente funcional:
La caja, elaborada en plata, presenta una estructura que anticipaba los futuros cronógrafos de bolsillo, con los dos pulsadores (puesta a cero del contador de terceros, y accionamiento y parada del cronógrafo) situados en la parte superior, a las once y doce horas, respectivamente. Para realizar la lectura de un intervalo largo de tiempo -por ejemplo, entre dos pasos de un astro-, el cronógrafo se mantenía en funcionamiento mediante la inserción de una aguja en un orificio, de modo que el pulsador principal quedaba activado.
La carrura es plana y ancha, en contraste con el fino bisel de bayoneta que enmarca el cristal abombado del reloj. En la parte trasera, una bisagra permite abrir una tapa para dejar el movimiento a la vista. En la cara interior de ésta, cuatro punzones certifican la autoría y las características del reloj: el primer sello corresponde a la Asociación de Orfebres de París; el segundo, identificaba al autor de la pieza; el tercero correspondía a la calidad de la plata (contraste Ag 900); y el cuarto era la garantía (le corresponde el número 815).
Estructurada en varios niveles, la esfera asemeja, en cierta manera, a la de los clásicos reguladores, con su solitaria aguja central circulando por una escala de sesenta unidades -concretamente, un clásico chemin de fer, complementado con numerales arábigos-, y el resto de indicaciones, repartidas en varias subesferas. En este caso, sin embargo, la fina aguja central, dotada de un contrapeso, realiza 60 vueltas por segundo: los famosos "terceros".
Los contadores de minutos y segundos como hemos indicado anteriormente, se encuentran situados a las once horas y a Ia una, respectivamente, y presentan una combinación de índices Iargos y de punto, complementados por finísimos numerales arábigos. A las seis horas, en una tercera subesfera de mayor tamaño, encontramos el totalizador de 24 horas, con Ia particularidad de tener el "cero" a Ias nueve horas. Como peculiaridad, las doce primeras horas están representadas por numerales romanos, mientras que las once siguientes están indicadas por índices de punto.
La autoría de Louis Moinet se enuncia en grandes letras y en una posición preeminente, en Ia parte central de la esfera.
UN HOMBRE POLIVALENTE
EI descubrimiento de esta obra única, que en algunos aspectos se adelantó en un siglo a sus contemporáneas, sitúa a Louis Moinet entre los más grandes maestros de Ia relojería entre finales del siglo XVIII y principios del XIX (un periodo dorado marcado por las obras de ilustres colegas como Breguet o Perrelet).
Nacido en Ia ciudad francesa de Bourges en 1768, Moinet destacó desde muy joven por su destreza en todos los campos de las bellas artes: a los 20 años, incluso se trasladó a Roma, donde pasó cinco años estudiando arquitectura y escultura, y más tarde, a Florencia, donde se inició en la técnica del grabado artístico de piedras finas.
De regreso a París, fue nombrado profesor en la Academia de Bellas Artes en el Louvre y se convirtió en miembro de varias asociaciones científicas y artísticas, además de colaborar con eminentes artistas y científicos, como el astrónomo Lalande; el broncista Thomire y Robert-Houdin, creador de autómatas y relojes misteriosos (aunque fue más conocido como el inventor de la magia moderna).
Paralelamente, Moinet se dedicó al estudio teórico y práctico de la relojería, un arte que le había apasionado desde pequeño y que a partir de 1800 se convertiría en el centro de su vida: pasó entonces largas temporadas en Suiza, donde trabó amistad con ilustres relojeros y pudo adquirir sus instrumentos y herramientas de trabajo.
Antes del descubrimiento del Compte-tierce, Louis Moinet era conocido, sobre todo, por sus relojes de péndulo, extraordinarios modelos creados para personajes célebres como Napoleón Bonaparte, los presidentes estadounidenses Thomas ]efferson y ]ames Monroe, y numerosos soberanos de Europa. Además, el relojero había destacado por la creación de modelos innovadores, como el cronómetro presentado en la exposición universal de Londres de 1851, que contaba con varias indicaciones inéditas, entre las que figuraban el calendario anual y los días de la semana. La obra de Moinet incluye también relojes despertadores, reguladores y relojes astronómicos, y la invención de numerosos mecanismos que mejoraban la precisión, fiabilidad y reserva de marcha de los calibres.
La calidad de sus piezas y su capacidad de innovación le valieron el reconocimiento de todo el sector, que se materializó en su nombramiento como presidente de la Société Chronométrique de París, que reunía algunos de los talentos mas destacados de la época.
En 1848 Louis Moinet publicó su famoso Tratado de Relojería, que había elaborado a lo largo de más de 20 años. Sus dos tomos se convertirían rápidamente en una referencia básica entre los aficionados y los profesionales del sector de todo el mundo, y aún hoy es considerado una de las obras más preciosas jamás escritas sobre técnica relojera.
RECUPERACION DE LA HERENCIA
Hace 15 años, Jean-Marie Schaller fundó, en la localidad suiza de Saint-Blaise, la compañía independiente Les Ateliers Louis Moinet, con la voluntad de devolver al relojero "el lugar que se merece, en la cumbre del Panteón Relojero" a través de la fabricación de relojes que correspondieran al estilo de Louis Moinet (generalmente a través de exclusivas ediciones limitadas).
Además, la fundación ha trabajado para reivindicar la herencia del maestro relojero y redescubrir muchas de sus obras, que habían quedado inexplicablemente olvidadas. Su trabajo de investigación ha permitido encontrar auténticas obras maestras -desde péndulos artísticos hasta relojes de bolsillo con complicaciones y que hoy se exhiben en el museo de Saint-Blaise junto a manuscritos originales de Moinet, documentos originales y diferentes ejemplares del Tratado de Relojería.
Fue este esfuerzo de investigación de la obra del relojero francés el que permitió localizar el Compte-tierce elaborado entre 1815 y 1816. Les Ateliers Louis Moinet tuvo el honor de presentar el descubrimiento de esta pieza única, el pasado 21 de marzo, a través de una conferencia que fue transmitida online para todo el mundo.
Sin duda, una presentación especial para un descubrimiento que contribuirá a reescribir la historia de la relojería, situando en el lugar de honor que merece a un relojero que quizás estuviera demasiado avanzado a sus contemporáneos para ser completamente comprendido.