swiss-made
De la casa
Sin verificar
Hola, amigos. Dadle al play...
Me gustan mucho los relojes buenos. Por arriba no tengo techo, otra cosa es que yo sea pobre. Decía un viejo amigo mío al que saludo desde aquí si me lee que se le escurrió el culo al nacer y creo que también me ocurre a mí.
El caso es que, en aras de abreviar, solemos tildarnos de frikis. La verdad es que considerar nuestra afición como una extravagancia bizarra está muy bien. Denota que tenemos auténtico sentido del humor. Es decir: sabemos reírnos de nosotros mismos. Sin embargo, también todos sabemos que apreciar la alta relojería es como quien se interesa por la arquitectura, el cine de Jean Renoir, el free jazz, las matemáticas o la pintura impresionista.
Dans la prairie, de Claude Monet.
O sea, es un tema fascinante, complicado y cool y nosotros tenemos la fortuna de saber valorarlo y dedicamos mucho empeño por documentarnos tanto como nos es posible. A veces, cuando viajo en autobús, me pierdo el paisaje porque siempre ando dándole vueltas a esto de los relojes.
Un amigo mío me explicaba el otro día que no hay otra parcela de la actividad humana donde se produzca tal excelencia en términos de micromecánica. Tradicionalmente, los maestros relojeros se autoimponían un acabado final tan perfecto como fuera posible para las diferentes partes del calibre.
Esto venía dado, siempre según mi ilustre amigo, por una necesidad púramente práctica. Si la producción de órganos, puentes, etc. no era perfecta, el calibre no podía ensamblarse. O bien podía armarse el movimiento al completo, pero no se ponía en funcionamiento o su marcha no era la correcta.
Valoramos de un guardatiempos su estética, la elección de los materiales con los que se ha elaborado, la originalidad de su concepción, sus complicaciones, su fiabilidad, su durabilidad, su isocronía, etc. Muchos parámetros que si se cumplen de manera óptima siempre es consecuencia del trabajo bien hecho desde los primeros bocetos hasta que se finaliza la pieza.
Conforme a lo que me trasladaba mi amigo, las partes no vistas se rematan con tanta delicadeza atendiendo a criterios de eficacia... pero aunque no fuera así, la búsqueda de la perfección en sí misma, el grado de competencia y formación de los mejores relojeros al servicio de firmas como Patek Philippe o A. Lange & Söhne así como las muchas horas de trabajo que se dedican a cada reloj deben tener una traducción en francos suizos o euros.
Como explica muy bien foversta en su maravilloso blog equation du temps, esta platina 3/4 (tan típica en los movimientos Made in Germany) cubre buena parte del calibre de un reloj A. Lange & Söhne. Sin embargo, eso no impide que lo que cubre tenga unos acabados realizados con enorme mimo.
La delicada ejecución de cada reloj de alta gama no es una justificación para cobrar más, sino el resultado de una industria orgullosa de su pasado y que pretende prolongar una manera de hacer las cosas que nos aleja del mono y nos acerca a lo mejor de nosotros mismos. Como la música de Georg Friedrich Händel.
Este post no hubiera sido posible sin las preciosas fotografías de François-Xavier Overstake y mis conversaciones telefónicas con Javier, instigador en la sombra de mi afición a cierta marca de origen florentino.
Feliz sábado.
swiss
Me gustan mucho los relojes buenos. Por arriba no tengo techo, otra cosa es que yo sea pobre. Decía un viejo amigo mío al que saludo desde aquí si me lee que se le escurrió el culo al nacer y creo que también me ocurre a mí.
El caso es que, en aras de abreviar, solemos tildarnos de frikis. La verdad es que considerar nuestra afición como una extravagancia bizarra está muy bien. Denota que tenemos auténtico sentido del humor. Es decir: sabemos reírnos de nosotros mismos. Sin embargo, también todos sabemos que apreciar la alta relojería es como quien se interesa por la arquitectura, el cine de Jean Renoir, el free jazz, las matemáticas o la pintura impresionista.
Dans la prairie, de Claude Monet.
O sea, es un tema fascinante, complicado y cool y nosotros tenemos la fortuna de saber valorarlo y dedicamos mucho empeño por documentarnos tanto como nos es posible. A veces, cuando viajo en autobús, me pierdo el paisaje porque siempre ando dándole vueltas a esto de los relojes.
Un amigo mío me explicaba el otro día que no hay otra parcela de la actividad humana donde se produzca tal excelencia en términos de micromecánica. Tradicionalmente, los maestros relojeros se autoimponían un acabado final tan perfecto como fuera posible para las diferentes partes del calibre.
Esto venía dado, siempre según mi ilustre amigo, por una necesidad púramente práctica. Si la producción de órganos, puentes, etc. no era perfecta, el calibre no podía ensamblarse. O bien podía armarse el movimiento al completo, pero no se ponía en funcionamiento o su marcha no era la correcta.
Valoramos de un guardatiempos su estética, la elección de los materiales con los que se ha elaborado, la originalidad de su concepción, sus complicaciones, su fiabilidad, su durabilidad, su isocronía, etc. Muchos parámetros que si se cumplen de manera óptima siempre es consecuencia del trabajo bien hecho desde los primeros bocetos hasta que se finaliza la pieza.
Conforme a lo que me trasladaba mi amigo, las partes no vistas se rematan con tanta delicadeza atendiendo a criterios de eficacia... pero aunque no fuera así, la búsqueda de la perfección en sí misma, el grado de competencia y formación de los mejores relojeros al servicio de firmas como Patek Philippe o A. Lange & Söhne así como las muchas horas de trabajo que se dedican a cada reloj deben tener una traducción en francos suizos o euros.
Como explica muy bien foversta en su maravilloso blog equation du temps, esta platina 3/4 (tan típica en los movimientos Made in Germany) cubre buena parte del calibre de un reloj A. Lange & Söhne. Sin embargo, eso no impide que lo que cubre tenga unos acabados realizados con enorme mimo.
La delicada ejecución de cada reloj de alta gama no es una justificación para cobrar más, sino el resultado de una industria orgullosa de su pasado y que pretende prolongar una manera de hacer las cosas que nos aleja del mono y nos acerca a lo mejor de nosotros mismos. Como la música de Georg Friedrich Händel.
Este post no hubiera sido posible sin las preciosas fotografías de François-Xavier Overstake y mis conversaciones telefónicas con Javier, instigador en la sombra de mi afición a cierta marca de origen florentino.
Feliz sábado.
swiss
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