Picón
Habitual
Sin verificar
Jamás he tenido una especial atracción hacia Longines. Siempre la he visto como una marca de medio pelo que fue lo máximo en su día y que durante finales de los 90 y comienzo del siglo se cavó su propia tumba. Nunca me plateé tener un Longines. Como dicen los ingleses "Not my cup of tea"
Resulta que este verano pasado (aunque aquí en Sevilla seguimos en mangas de camisa) tuvimos una comida de esas que no quieres que se acaben nunca. Una reunión de una panda de facinerosos habituales. Allí se encontraba el dilecto y amado Xeretano, el cual portaba un Legend del cual me enamoré. Tuve que llevármelo puesto porque mi corazón no iba a resistir ni un segundo más separado de él. Uno de esos amores de verano que se cogen con fuerza y desmesura. Quién no ha sido adolescente en la playa y se ha enamorado en la piscina de la urbanización de esa niña de la otra punta de España que te saca un año pero la ves como si fuera la mismísima Mónica Belluci.
Pasaron los días y el bueno del Legend y yo seguiamos juntos, hasta tal punto que después de unos meses de hablarnos establecemos una relación formal con presentación familiar y todo. Se ha convertido en una pieza indispensable hasta que un buen día el menda que suscribe cumple 37 años. El lunes pasado para más señas. Entonces las mariposas vuelven a revolotear por mi barriga. ¿Qué pasa? Pues que Longines ha vuelto a tocar a la puerta, y nada más y nada menos que con un Conquest. Es curioso como jamás podía imaginar que tendría dos Longines y ahora no concibo mi colección sin ellos.
En fin, no se cuanto durará el amor y como resulta este trío que se me presenta, voy a vivirlo al día y que sea lo que Dios quiera. Nunca me ha gustado pensar en el mañana y menos en el que dirán.
Resulta que este verano pasado (aunque aquí en Sevilla seguimos en mangas de camisa) tuvimos una comida de esas que no quieres que se acaben nunca. Una reunión de una panda de facinerosos habituales. Allí se encontraba el dilecto y amado Xeretano, el cual portaba un Legend del cual me enamoré. Tuve que llevármelo puesto porque mi corazón no iba a resistir ni un segundo más separado de él. Uno de esos amores de verano que se cogen con fuerza y desmesura. Quién no ha sido adolescente en la playa y se ha enamorado en la piscina de la urbanización de esa niña de la otra punta de España que te saca un año pero la ves como si fuera la mismísima Mónica Belluci.
Pasaron los días y el bueno del Legend y yo seguiamos juntos, hasta tal punto que después de unos meses de hablarnos establecemos una relación formal con presentación familiar y todo. Se ha convertido en una pieza indispensable hasta que un buen día el menda que suscribe cumple 37 años. El lunes pasado para más señas. Entonces las mariposas vuelven a revolotear por mi barriga. ¿Qué pasa? Pues que Longines ha vuelto a tocar a la puerta, y nada más y nada menos que con un Conquest. Es curioso como jamás podía imaginar que tendría dos Longines y ahora no concibo mi colección sin ellos.
En fin, no se cuanto durará el amor y como resulta este trío que se me presenta, voy a vivirlo al día y que sea lo que Dios quiera. Nunca me ha gustado pensar en el mañana y menos en el que dirán.
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