Tema interesante. Dejemos volar la imaginación.
Veamos, pongámonos en la situación más extrema posible. Por ejemplo, la zona en que nos encontramos o que tenemos que atravesar (llevando la adecuada protección individual, en forma de traje NBQ y máscara, que nos permita sobrevivir), ha sufrido las consecuencia de una explosión nuclear -fruto de un ataque intencionado o un accidente-, con los consecuentes efluvios electromagnéticos -los más desconocidos y desconcertantes en este tipo de deflagraciones-, o simplemente hemos sido objeto de una acción con armas de energía dirigida o de impulsos electromagnéticos.
Bien, aunque se puede pensar que es un escenario excesivamente fantasioso, con mínimas -si alguna- probabilidades de llegar a suceder, lo cierto es que las naciones más poderosas lo tienen previsto en sus planes más avanzados, y adoptan las medidas tendentes a que les afecte lo menos posible y a poderse recuperar en el menor plazo de tiempo (la llamada resilencia).
En este supuesto, lo que no nos va a servir de nada es un reloj que sea de cuarzo. El motivo es que al llevar circuitos integrados, sistemas tipo diodos y batería, las fortísimas ondas electromagnéticas y/o a la gran cantidad de energía dirigida van a simplemente destrozar dichos mecanismos o, cuando menos, a impedir o seriamente perturbar su funcionamiento. Es por ello que algunos países duplican algunos de sus principales sistemas estratégicos (de todo orden) empleando las antiguas válvulas, que, en principio, no se ven afectadas por las citadas ondas.
Por ello, habría que olvidarse de relojes de este tipo, aunque a priori pudieran ser tan avanzadas y útiles como el Breitling Emergency.
Tampoco serían de utilidad los que dispusieran de guiado gps o estuvieran regulados por radiofrecuencias, pues, además de ser seguramente de cuarzo, también se verían muy gravemente afectados, eso en el caso de que los satélites todavía siguieran funcionando, o simplemente inutilizados (lo más normal).
Así que hay que decantarse por un reloj mecánico. No significa que todos ellos vayan a seguir funcionando a la perfección (con seguridad, lo harán mucho mejor aquellos que se hayan construido con cajas específicamente diseñadas para soportar altas densidades de flujo magnético, tipo Milgauss o los nuevos Omega Seamaster Aquaterra 15000 gauss), pero, en todo caso, al menos seguirán en marcha. Esto tiene la doble ventaja no sólo de ver la hora -con cierta precisión, dependiendo de circunstancias como el tipo de construcción del mecanismo, materiales empleados, número de piezas, etc.-, sino también de servir de brújula para orientarnos.
Otro aspecto deseable sería que la caja estuviera realizada con materiales que no absorvieran la radiacción, aunque sea pequeña, para evitar contaminaciones a largo plazo. En este sentido, es posible que las nuevas cajas de cerámica -materialmente muy refractario- ayuden a ello.
Tampoco hay que descuidar el aspecto de la impermeabilidad, pues cuanto mayor sea, mejor será la capacidad de supervivencia en esas circunstancias del reloj y, en consecuencia, de la propia vida. Hay que tener en cuenta que en el escenario descrito, además de la lluvia radioactiva que se pudiera producir, muy posiblemente se desatarían inclemencias atmosféricas y desastres naturales impredecibles, en los que el agua, en sus distintas formas, podría estar excesivamente presente.
Finalmente, lo mejor sería optar por una marca del más amplio reconocimiento popular a escala mundial (siento caer en el tópico, pero quizá, y ya que el límite se ha fijado en 6.000 euros, habría que fijarse en Rolex u Omega). Ello nos facilitaría, llegado el caso, venderlo o cambiarlo por artículos de primera necesidad en prácticamente cualquier lugar y a cualquier persona, lo que siempre es un seguro de vida.
En resumen, las opciones más adecuadas podrían ser, ya dependiendo de los gustos de cada uno, alguno de los relojes deportivos de las marcas mencionadas, tipo Submariner o Seamaster, idealmente construidos con caja de cerámica y con sistema de alta protección frente a campos magnéticos.
De todos modos, esperemos que esto nunca llegue a suceder, ni siquiera como posibilidad remota, y que, por lo tanto, podamos seguir adquiriendo nuestros relojes por el simple placer de disfrutar de ellos como objetos de pasión y culto, absolutamente alejados de pragmatismos tan apocalípticos!!!!
Mis mejores deseos de felices y relojeras fiestas para todos!!!