Fui, durante 20 años, el afortunado compañero- que no amo- de una gata común. Sabía notar mis estados de ánimo, venir a mi lado y; simplemente, hacerme compañía. Era reconfortante. Tan buen animal fue que, en un sólo día, enfermó y nos dejó. Hubo que sacrificarla, fue mi mujer quien se encargo de tan doloroso trámite. Ella que, con mucho escepticismo, aceptó al animal porque ya vivía conmigo, la acabó apreciando casi tanto como yo. Mi mujer prefiere los perros, que no podemos tener-en condiciones- por lo pequeño del piso. Cuando murió nuestra gata nos dimos cuenta de que, hasta entonces, nunca habíamos vivido solos...lo que aumentó el vacío. Han pasado más de 7 años y no soy capaz de tener otro animal en casa, pero el recuerdo perdurará siempre. Ahora me conformo con verlos en fotos y hacer algún "canguro" de animales de la familia. Saludos