fjpalacios
Forer@ Senior
Verificad@ con 2FA
*Ding, dong; ding, dong* —sonó el timbre.
El intrépido Javi acude cauto a la llamada; ¿quién será? —se pregunta.
Un simpático joven pregunta por Javi. Viste ropas de color naranja y azul marino, dice ser un mensajero que tiene un paquete para él.
Tras la pregunta de rigor:
—¿Hay que pagar algo? —dijo Javi.
—No —contestó el mensajero.
—Bien, entonces es aquí. Soy yo.
Mientras el mensajero cumplimentaba la hoja, Javi no dejaba de mirar el paquete. Inquieto. «¿Qué será?», no paraba de repetírselo.
—Ponga aquí su DNI y firme —requirió el joven a Javi.
Javi acató órdenes sin rechistar, no sin preguntarse durante el proceso quién sería el inteligente que dejó tan poco espacio para ese menester.
Una vez resueltas las formalidades, y con el paquete dentro de casa; habiendo visto tantas películas, Javi se preguntó: «¿Será un paquete bomba?». Estuvo pensando sobre quién podría tener algo contra él, pero no cayó en nadie lo suficientemente desequilibrado como para querer matarlo de esa manera. Una vez descartadas todas las ideas que le iban surgiendo, a cada cual más rocambolesca, decidió ir abriendo poco a poco el paquete para ver qué pasaba.
Agitó un poco la bolsa, un leve «tic-tac» comenzó a sonar convirtiendo la cara de nuestro protagonista en un auténtico poema. Aunque como en tantas películas había visto: no abrir la caja y salir huyendo sería de cobardes; total, en el peor de los casos bastaría con cortar el cable rojo… ¿O sería el negro?
Pensó en dejar un documento gráfico por si no sobrevivía a la apertura del paquete misterioso; así quienquiera que destinaran para recomponer el escenario podría recabar pistas sobre qué fue lo que pasó. Buscó un lugar donde nadie le molestara y lanzó la primera foto.
Con esta imagen quedaría claro quiénes habían sido los artífices de entregar tan peligroso paquete a Javi.
Agarró las primeras tijeras que vio y se dispuso a hacer un corte preciso, dejándose llevar por el corte que guiaba el plástico.
«¿Suena maquinaria de fondo y encima viene embalada con papel de burbujas?». Javi creía tener todas sus sospechas confirmadas.
—¡Es una bomba, seguro! —se dio cuenta que estaba transmitiendo en voz alta sus pensamientos.
No obstante, y como podrán decir de él muchas cosas salvo que no es alguien valiente, siguió adelante con el ritual de apertura.
Dio la vuelta al paquete para ver si de ese modo podía obtener más información.
«¡Espera, ahí debajo se ven unas letras!» Se preguntaba si indicarían el país de origen y modelo del artefacto explosivo, para poder buscar información sobre cómo desactivarlo.
Justo como sospechaba: marca y modelo. Aunque no tenía muy claro de qué, le sonaba la marca. Orient. Pensó que al ser una marca conocida, incluso para él sin experiencia alguna en explosivos, agilizaría la búsqueda de información.
Desarmando la caja de su coraza protectora, que no tenía todavía claro si ésta serviría para proteger a la caja de él, o a él de la caja, siguió retirándole capas; por ahora ya llevaba dos, y sospechaba que todavía quedarían más. ¿Quién será el sádico que además de matarlo quería hacerle sufrir tanto?
Tras la caja de color blanco, apareció otra casi idéntica; esta vez de color más oscuro. ¡Pero esta venía con trampa! No se abría como una caja convencional sino que había que deslizarla hacia algún lateral.
¡Que para colmo llevaba a otra caja igual! Javi estaba cada vez más nervioso; ya le daba igual ir deshaciéndose de las múltiples capas que custodiaban la bomba lenta o rápidamente, lo único que quería era poder ver la bomba y desactivarla, pues pensaba que todavía era demasiado joven para morir; todavía le quedaban muchas cosas por hacer en esta vida.
Al fin llegó a la última capa. Y en contra de lo que había estado pensado todo el rato, no se trataba de ninguna bomba; ahora tenía sentido el «tic-tac»; se sentía ridículo, había estado todo el tiempo preocupado y asustado por una tontería.
En lugar de la bomba, lo que había encontrado era un precioso reloj.
—¡Ya sabía que la marca me sonaba! —gritó Javi.
Orient no era en realidad una marca de artefactos explosivos, sino una compañía nipona de relojes.
La duda que ahora reconcomía a Javi era quién podría haberle regalado tan precioso reloj. Fue amor a primera vista; tal cual abrió la caja se enamoró de él.
Siguió haciendo fotos; esta vez con más cariño. Ya no para dejar testimonio gráfico de lo ocurrido sino para su propio recuerdo.
Admiraba las manos de quien hubiese sido capaz de crear semejante obra de arte.
Estuvo deleitándose, contemplándolo de todos sus ángulos y posiciones. ¡Era perfecto!
Estaba como un niño con un juguete nuevo. ¡Qué emoción!
Finalmente no pudo resistirse más y se lo probó. Aunque así era perfecto, no quería demorar más la espera de ponérselo en el lugar donde debía estar: en su muñeca. Bien visible, para que él mismo recordara este momento, y tantos como pudieran vérselo puesto sintieran las ganas de tener uno igual.
Y como todas las historias que terminan con final feliz, Javi también comió perdices para celebrarlo. Pero con todavía más felicidad si cabe al poder llevar en su muñeca izquierda una de las máquinas más hermosas que ha tenido la oportunidad de ver.
---
Con esta historia que ha nacido de mi corazón y ha sido plasmada por mis dedos para este foro os he contado por qué es hoy un día especial para mí. He querido transmitir de algún modo cómo este precioso Orient Bambino me enamoró desde que lo vi, y no he podido parar hasta llegado el momento de hacerme con uno.
Espero al menos haberos entretenido un ratito, que os hayan gustado las fotos y la historia.
El intrépido Javi acude cauto a la llamada; ¿quién será? —se pregunta.
Un simpático joven pregunta por Javi. Viste ropas de color naranja y azul marino, dice ser un mensajero que tiene un paquete para él.
Tras la pregunta de rigor:
—¿Hay que pagar algo? —dijo Javi.
—No —contestó el mensajero.
—Bien, entonces es aquí. Soy yo.
Mientras el mensajero cumplimentaba la hoja, Javi no dejaba de mirar el paquete. Inquieto. «¿Qué será?», no paraba de repetírselo.
—Ponga aquí su DNI y firme —requirió el joven a Javi.
Javi acató órdenes sin rechistar, no sin preguntarse durante el proceso quién sería el inteligente que dejó tan poco espacio para ese menester.
Una vez resueltas las formalidades, y con el paquete dentro de casa; habiendo visto tantas películas, Javi se preguntó: «¿Será un paquete bomba?». Estuvo pensando sobre quién podría tener algo contra él, pero no cayó en nadie lo suficientemente desequilibrado como para querer matarlo de esa manera. Una vez descartadas todas las ideas que le iban surgiendo, a cada cual más rocambolesca, decidió ir abriendo poco a poco el paquete para ver qué pasaba.
Agitó un poco la bolsa, un leve «tic-tac» comenzó a sonar convirtiendo la cara de nuestro protagonista en un auténtico poema. Aunque como en tantas películas había visto: no abrir la caja y salir huyendo sería de cobardes; total, en el peor de los casos bastaría con cortar el cable rojo… ¿O sería el negro?
Pensó en dejar un documento gráfico por si no sobrevivía a la apertura del paquete misterioso; así quienquiera que destinaran para recomponer el escenario podría recabar pistas sobre qué fue lo que pasó. Buscó un lugar donde nadie le molestara y lanzó la primera foto.
Con esta imagen quedaría claro quiénes habían sido los artífices de entregar tan peligroso paquete a Javi.
Agarró las primeras tijeras que vio y se dispuso a hacer un corte preciso, dejándose llevar por el corte que guiaba el plástico.
«¿Suena maquinaria de fondo y encima viene embalada con papel de burbujas?». Javi creía tener todas sus sospechas confirmadas.
—¡Es una bomba, seguro! —se dio cuenta que estaba transmitiendo en voz alta sus pensamientos.
No obstante, y como podrán decir de él muchas cosas salvo que no es alguien valiente, siguió adelante con el ritual de apertura.
Dio la vuelta al paquete para ver si de ese modo podía obtener más información.
«¡Espera, ahí debajo se ven unas letras!» Se preguntaba si indicarían el país de origen y modelo del artefacto explosivo, para poder buscar información sobre cómo desactivarlo.
Justo como sospechaba: marca y modelo. Aunque no tenía muy claro de qué, le sonaba la marca. Orient. Pensó que al ser una marca conocida, incluso para él sin experiencia alguna en explosivos, agilizaría la búsqueda de información.
Desarmando la caja de su coraza protectora, que no tenía todavía claro si ésta serviría para proteger a la caja de él, o a él de la caja, siguió retirándole capas; por ahora ya llevaba dos, y sospechaba que todavía quedarían más. ¿Quién será el sádico que además de matarlo quería hacerle sufrir tanto?
Tras la caja de color blanco, apareció otra casi idéntica; esta vez de color más oscuro. ¡Pero esta venía con trampa! No se abría como una caja convencional sino que había que deslizarla hacia algún lateral.
¡Que para colmo llevaba a otra caja igual! Javi estaba cada vez más nervioso; ya le daba igual ir deshaciéndose de las múltiples capas que custodiaban la bomba lenta o rápidamente, lo único que quería era poder ver la bomba y desactivarla, pues pensaba que todavía era demasiado joven para morir; todavía le quedaban muchas cosas por hacer en esta vida.
Al fin llegó a la última capa. Y en contra de lo que había estado pensado todo el rato, no se trataba de ninguna bomba; ahora tenía sentido el «tic-tac»; se sentía ridículo, había estado todo el tiempo preocupado y asustado por una tontería.
En lugar de la bomba, lo que había encontrado era un precioso reloj.
—¡Ya sabía que la marca me sonaba! —gritó Javi.
Orient no era en realidad una marca de artefactos explosivos, sino una compañía nipona de relojes.
La duda que ahora reconcomía a Javi era quién podría haberle regalado tan precioso reloj. Fue amor a primera vista; tal cual abrió la caja se enamoró de él.
Siguió haciendo fotos; esta vez con más cariño. Ya no para dejar testimonio gráfico de lo ocurrido sino para su propio recuerdo.
Admiraba las manos de quien hubiese sido capaz de crear semejante obra de arte.
Estuvo deleitándose, contemplándolo de todos sus ángulos y posiciones. ¡Era perfecto!
Estaba como un niño con un juguete nuevo. ¡Qué emoción!
Finalmente no pudo resistirse más y se lo probó. Aunque así era perfecto, no quería demorar más la espera de ponérselo en el lugar donde debía estar: en su muñeca. Bien visible, para que él mismo recordara este momento, y tantos como pudieran vérselo puesto sintieran las ganas de tener uno igual.
Y como todas las historias que terminan con final feliz, Javi también comió perdices para celebrarlo. Pero con todavía más felicidad si cabe al poder llevar en su muñeca izquierda una de las máquinas más hermosas que ha tenido la oportunidad de ver.
---
Con esta historia que ha nacido de mi corazón y ha sido plasmada por mis dedos para este foro os he contado por qué es hoy un día especial para mí. He querido transmitir de algún modo cómo este precioso Orient Bambino me enamoró desde que lo vi, y no he podido parar hasta llegado el momento de hacerme con uno.
Espero al menos haberos entretenido un ratito, que os hayan gustado las fotos y la historia.