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En este vídeo Charles B. Woehrle nos cuenta como empezó su relación con Patek Philippe mientras estaba prisionero en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
https://www.youtube.com/watch?v=0Zm9pcyvHVw&feature=youtu.be
Charles B. Woehrle durante su internamiento en en Stalag Luft III (el segundo arriba empezando por la derecha)
“Es difícil apreciar lo que significó para nosotros”, dice Charles Woehrle, hablando de su primer Patek Philippe, un reloj de pulsera, Ref. 1461, de acero inoxidable. Teniente de las Fuerzas Aéreas de EE. UU., durante la Segunda Guerra Mundial, Woehrle fue prisionero de guerra en el Stalag Luft III, el campamento de prisioneros de guerra que inspiró la película La Gran Evasión. Woehrle tiene 94años y vive en St. Paul, Minnesota. Todavía recuerda cuando su avión fue derribado en su sexta misión como bombardero.
Ese día, el 29 de mayo de 1943, Woehrle estaba atacando una base de submarinos alemanes. “Seguía con la mirada cómo caían las bombas. Pero cuando miré para arriba observé el fuego antiaéreo. Los alemanes nos habían alcanzado”. Después de un salto en paracaídas, acabó como prisionero de guerra.
La película de 1963 protagonizada por Steve McQueen contaba la historia de un grupo de prisioneros que excavan un túnel. El trabajo se efectuaba con herramientas hechas a mano o robadas a los trabajadores locales. “En cuanto un obrero alemán dejaba una herramienta”, dice Woehrle “no la volvía a ver. Pero casi todo lo que utilizábamos para construir los túneles estaba hecho a mano”.
Se hicieron tres túneles y toda la tierra excavada tenía que ser escondida en algún lugar, “la poníamos en las paredes de los barracones y entre los asientos del teatro donde los prisioneros hacían sus representaciones”, dice Woehrle.“Ese teatro nunca hubiera existido de no ser por los proyectos de los túneles”.
Woehrle no se encontraba entre los soldados que intentaban escapar pero fue testigo del castigo impuesto como represalia. Cincuenta de los prisioneros restantes fueron ejecutados, explica. “Yo compartía dormitorio con dos de ellos. Los alemanes trajeron 50 latas al campamento, cada una contenía las cenizas de unode los soldados, con sus nombres correspondientes”.
En marzo de 1944, Woehrle se fijó en un folleto de propaganda que había llegado al campamento. “Era una carpeta pequeña sobre relojes y reconocí el nombre Patek Philippe. Había un cupón para solicitar información. Los relojes eran caros y yo sabía que estaban por encima de mis posibilidades pero rellené el impreso con mis datos. Pregunté si podrían enviarme un reloj que estuviera a mi alcance. Les expliqué que les pagaría cuando regresara a casa. En esos momentos, cualquier cosa nueva, diferente, hubiera tenido gran valor”.
“Pasaron varios meses y casi me había olvidado de ello, cuando una mañana mi capitán que acababa de regresar de la oficina del comandante, me dijo que había llegado un paquete de Ginebra, de la manufactura Patek Philippe”. El comandante no había querido entregar el reloj porque pensaba que se utilizaría para sobornar a los vigilantes. “Pero”, continúa Woehrle “nuestro capitán le dijo: ‘Conozco al teniente Woehrle y estará tan contento de tener el contenido de ese paquete que nunca haría una cosa así’. Su garantía personal fue suficiente”.
“Al siguiente día abrí el paquete y dentro estaba ese reloj de pulsera preciosocon una correa negra de cocodrilo. La noticia corrió como la pólvora por todo el campamento. Había una fila de hombres a la puerta de mi habitación. Todos querían ver el reloj. ¡Qué gran acontecimiento! Algo así llegado al campamento desde la mejor firma relojera del mundo, dirigido a un prisionero de guerra... Era increíble. Fue emocionante, simplemente tener el reloj en la mano, ver la aguja de los segundos, ponérselo. No se imagina cuánta gente me preguntaba:¿puedo verlo otra vez? Fue un acontecimiento para todos nosotros”.
Poco tiempo después, los prisioneros de guerra fueron trasladados desde Stalag Luft III, según se iban acercando los americanos. “Un día escuchamos fuertes explosiones y vimos mucho humo. Por fin izaron una bandera americana. Un soldado francés a mi lado dijo:“Amo la bandera de mi país pero nunca he estado tan contento de ver una bandera como lo estoy al ver ésta”. Fue el 29 de abril de 1945 y Patton liberaba los campamentos de prisioneros de guerra. El duro internamiento de 22 meses de Woehrle había concluido.
Charles Woehrle, el piloto de la Segunda Guerra Mundial, recibe un reloj de Larry Pettinelli, presidente de Patek Philippe USA.
https://www.youtube.com/watch?v=0Zm9pcyvHVw&feature=youtu.be
Charles B. Woehrle durante su internamiento en en Stalag Luft III (el segundo arriba empezando por la derecha)
“Es difícil apreciar lo que significó para nosotros”, dice Charles Woehrle, hablando de su primer Patek Philippe, un reloj de pulsera, Ref. 1461, de acero inoxidable. Teniente de las Fuerzas Aéreas de EE. UU., durante la Segunda Guerra Mundial, Woehrle fue prisionero de guerra en el Stalag Luft III, el campamento de prisioneros de guerra que inspiró la película La Gran Evasión. Woehrle tiene 94años y vive en St. Paul, Minnesota. Todavía recuerda cuando su avión fue derribado en su sexta misión como bombardero.
Ese día, el 29 de mayo de 1943, Woehrle estaba atacando una base de submarinos alemanes. “Seguía con la mirada cómo caían las bombas. Pero cuando miré para arriba observé el fuego antiaéreo. Los alemanes nos habían alcanzado”. Después de un salto en paracaídas, acabó como prisionero de guerra.
La película de 1963 protagonizada por Steve McQueen contaba la historia de un grupo de prisioneros que excavan un túnel. El trabajo se efectuaba con herramientas hechas a mano o robadas a los trabajadores locales. “En cuanto un obrero alemán dejaba una herramienta”, dice Woehrle “no la volvía a ver. Pero casi todo lo que utilizábamos para construir los túneles estaba hecho a mano”.
Se hicieron tres túneles y toda la tierra excavada tenía que ser escondida en algún lugar, “la poníamos en las paredes de los barracones y entre los asientos del teatro donde los prisioneros hacían sus representaciones”, dice Woehrle.“Ese teatro nunca hubiera existido de no ser por los proyectos de los túneles”.
Woehrle no se encontraba entre los soldados que intentaban escapar pero fue testigo del castigo impuesto como represalia. Cincuenta de los prisioneros restantes fueron ejecutados, explica. “Yo compartía dormitorio con dos de ellos. Los alemanes trajeron 50 latas al campamento, cada una contenía las cenizas de unode los soldados, con sus nombres correspondientes”.
En marzo de 1944, Woehrle se fijó en un folleto de propaganda que había llegado al campamento. “Era una carpeta pequeña sobre relojes y reconocí el nombre Patek Philippe. Había un cupón para solicitar información. Los relojes eran caros y yo sabía que estaban por encima de mis posibilidades pero rellené el impreso con mis datos. Pregunté si podrían enviarme un reloj que estuviera a mi alcance. Les expliqué que les pagaría cuando regresara a casa. En esos momentos, cualquier cosa nueva, diferente, hubiera tenido gran valor”.
“Pasaron varios meses y casi me había olvidado de ello, cuando una mañana mi capitán que acababa de regresar de la oficina del comandante, me dijo que había llegado un paquete de Ginebra, de la manufactura Patek Philippe”. El comandante no había querido entregar el reloj porque pensaba que se utilizaría para sobornar a los vigilantes. “Pero”, continúa Woehrle “nuestro capitán le dijo: ‘Conozco al teniente Woehrle y estará tan contento de tener el contenido de ese paquete que nunca haría una cosa así’. Su garantía personal fue suficiente”.
“Al siguiente día abrí el paquete y dentro estaba ese reloj de pulsera preciosocon una correa negra de cocodrilo. La noticia corrió como la pólvora por todo el campamento. Había una fila de hombres a la puerta de mi habitación. Todos querían ver el reloj. ¡Qué gran acontecimiento! Algo así llegado al campamento desde la mejor firma relojera del mundo, dirigido a un prisionero de guerra... Era increíble. Fue emocionante, simplemente tener el reloj en la mano, ver la aguja de los segundos, ponérselo. No se imagina cuánta gente me preguntaba:¿puedo verlo otra vez? Fue un acontecimiento para todos nosotros”.
Poco tiempo después, los prisioneros de guerra fueron trasladados desde Stalag Luft III, según se iban acercando los americanos. “Un día escuchamos fuertes explosiones y vimos mucho humo. Por fin izaron una bandera americana. Un soldado francés a mi lado dijo:“Amo la bandera de mi país pero nunca he estado tan contento de ver una bandera como lo estoy al ver ésta”. Fue el 29 de abril de 1945 y Patton liberaba los campamentos de prisioneros de guerra. El duro internamiento de 22 meses de Woehrle había concluido.
Charles Woehrle, el piloto de la Segunda Guerra Mundial, recibe un reloj de Larry Pettinelli, presidente de Patek Philippe USA.
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