aurora azpiazu
Habitual
Sin verificar
ALVITE
Todas las maneras de ganarse el corazón de una mujer son interesantes y no creo que pueda establecerse una clasificación teniendo en cuenta los modales empleados para lograr el objetivo. Hay mujeres que sucumben casi sin que él se lo proponga, atraídas por el encanto natural del tipo seductor al que incluso le favorece estar recién despeinado por el viento. En otros casos ella es más vulnerable frente a la gramática y cede ante el declamador profesional que la cerca con toda clase de pócimas literarias y acaba por vencer incluso su alergia al laurel.
Pero no nos hagamos ilusiones. Uno puedo emplear sin éxito centenares de frases y ver como su objetivo lo consigue otro hombre sin más esfuerzo que el de echar una firma en el pequeño espacio de un cheque en blanco. Yo recuerdo haber gastado sin éxito todo mi repertorio literario en una mujer invulnerable a la que no le importó reconocer que habría sido más fácil que la convenciese regalándole una caja de bombones.
Supe entonces que el amor surge a veces como consecuencia de haber cubierto antes la necesidad de otros placeres previos, incluido el placer del paladar, y que hay mujeres que lo que esperan de un hombre es que tenga la sensibilidad del poeta y la fisiología del leñador, es decir, que en la misma tacada les deje una huella en el alma y un chupón en el cuello.
Todas las maneras de ganarse el corazón de una mujer son interesantes y no creo que pueda establecerse una clasificación teniendo en cuenta los modales empleados para lograr el objetivo. Hay mujeres que sucumben casi sin que él se lo proponga, atraídas por el encanto natural del tipo seductor al que incluso le favorece estar recién despeinado por el viento. En otros casos ella es más vulnerable frente a la gramática y cede ante el declamador profesional que la cerca con toda clase de pócimas literarias y acaba por vencer incluso su alergia al laurel.
Pero no nos hagamos ilusiones. Uno puedo emplear sin éxito centenares de frases y ver como su objetivo lo consigue otro hombre sin más esfuerzo que el de echar una firma en el pequeño espacio de un cheque en blanco. Yo recuerdo haber gastado sin éxito todo mi repertorio literario en una mujer invulnerable a la que no le importó reconocer que habría sido más fácil que la convenciese regalándole una caja de bombones.
Supe entonces que el amor surge a veces como consecuencia de haber cubierto antes la necesidad de otros placeres previos, incluido el placer del paladar, y que hay mujeres que lo que esperan de un hombre es que tenga la sensibilidad del poeta y la fisiología del leñador, es decir, que en la misma tacada les deje una huella en el alma y un chupón en el cuello.