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Nonononononononono cuenta por aquí que los demás (al menos yo) queremos saber.... [emoji16]
Tic tac tic tac... las horas pasan...
Emocionante historia!Esta es la historia de cómo conseguí una MB 136, la primera, hace más de 30 años.
Suelo apuntar ciertas cosas en algunos pequeños cuadernos-diarios, por ello la historia sonará fresca, pero así la escribí en aquel entonces, con una estilográfica, por supuesto, aunque no la protagonista de la historia.
Era el año de 1983, corría el mes de marzo a pricípios, me encontraba en Francia, a la que había vuelto por un viaje de contenido laboral ya que trabajaba en el Departamento de aceros magnéticos de una comercializadora, con sede en París (hoy están en el barrio de Saint Denis), de laminados en frío dependiente de Usinor.
Terminadas mis entrevistas, rendiciones de cuentas, análisis de etc., etc., siendo jueves tarde y no teniendo que regresar hasta el lunes, decidí dedicar el viernes a visitar a algunos amigos del primer pueblo en el que residí en Francia tras mi llegada: Bonnières
Esta población, apacible y tranquila, muy conocida porque estaba a su lado la sede de la gran fábrica de Singer, situada entre Vernon y Mantes, los viernes tenía entonces (no sé si ahora sigue), un mercadillo, mayormente alimentario, pero en el que también se ponían puestos de muebles de segunda mano, pequeñas antigüedades, etc.
Llegado allí de buena mañana, desayune cruasán y café en mi cafetería de entonces, saludé a mi antiguo patrón, en el hostal donde estuve unos meses alojado, a la panadera, etc., y ya siendo las once y más de media, mientras se iniciaba una escasa, fina y fría llovizna, di una vuelta por el mercadillo, mirando los puestos.
Vi a un comerciante al que conocía de la época y que tenía un establecimiento permanente en el Mercado de las Pulgas de París, yendo a este y otros mercadillos ocasionalmente (imagino que siguiendo una pauta): en el puesto, un parisino distinguido, típico, alto, delgado, trajeado y con una corbata de seda, perfectamente anudada, y que amenazaba los cuellos cortos y girados a los lados de la camisa, tal y como se llevaban entonces, discutía animadamente con el propietario respecto de una MB 136 con aparente buen aspecto en su mano izquierda mientras hacía elegantes movimientos con la derecha. Dejaba de cuando en cuando la MB en su sitio y seguía con el palique.
El motivo de la controversia: el precio de la MB: el propietario pretendía 150 FF (unas 3.000,- pesetas de la época), y nuestro esforzado parisino ofrecía 100 FF. En aquel roce verbal -más que roce, un frufrú, como corresponde a los franceses-, yo prestaba atención, mientras fingía interesarme por otras cosas, y me atendía una joven atractiva, de aspecto delicado, pálida, y de aire frágil y tímido, de nombre Francine (así la llamaba el propietario del puesto).
Las posiciones, lentamente se iban aproximando, el propietario estaba en 140 FF y el parisino distinguido ya iba por 110.
En un momento determinado el propietario lanzó la oferta de 130 FF. El parisino de aspecto refinado dejó la pluma en su sitio mientras resoplaba suave y teatralmente "C´est trop, c´est trop" (es demasiado).
Con disimulados pasos laterales salvé los 2 o 3 metros que nos separaban.
Francine me miraba porque le guiñaba un ojo mientras con el otro vigilaba a mis víctimas y a mi futura posesión.
Rápida y subrepticiamente saqué 130 FF de la cartera. Puse la pasta a la mano del vendedor, dije "voilá" y le eché presuroso el guante a la pluma.
El parisino, émulo de Petronio, boquiabierto, comenzó a farfullar que él estaba en negociaciones, que aquello no era gentil ni elegante, y entretanto pretendió asirme la muñeca de manera diligente.
Realicé un veloz giro, le miré de soslayo, lancé un beso a Francine y apelé a la fortaleza de mis piernas.
Mientras, el propietario, exhibía una sonrisa amplia y unos dientes frontales de dimensiones apreciables.
Llovía finamente: un agüilla fresca y un vientecillo frío contribuían a que pocas gentes estuviesen en la calle..
Entré en la estación a casi las doce, sabiendo que el tren Corrail de Vernon, que había tomado tantas veces, pararía allí, dejándome en París en 28 minutos, en la estación de San Lázaro.
Es así como llegó a mi poder mi primera MB 136
Me será difícil olvidar la manera de alcanzar esta pluma, y aquella mañana de invierno a las orillas del Sena, con su fría llovizna, en Bonnières, y los ojos de Francine, grandes, almendrados, profundos, de un verde oscuro ...
En fin .....
Le llaman Bond, Cipriano Bond! [emoji23][emoji23][emoji23][emoji23]
Tic tac tic tac... las horas pasan...
Emocionante historia!
Francine, Francine... Y mira que algo me dice que no acabó ahí toda la historia [emoji6]
Me imagino al parisino contar su historia a sus allegados... Seguro que en su relato tú no llevabas corbata de seda y por supuesto irías desaseado...
Queremos más relatos, son muy interesantes. Gracias! :
Por supuesto, pero jamás te pintaría así cuando relatase que un tunante le levantó una pieza codiciada mientras seducía con malas artes a una jovencita grácil e inocente... [emoji1]Por favor, siempre he sido persona de indumentaria más que digna, aún de joven y en momentos de economía no muy boyante.
El pisaverde aquel me pintaría como fuese, pero estoy seguro que llevaría un sport muy razonable como mínimo.
Cuando se le acaba el contrato al actor que hace de Bond? Cipriano ya firmó contrato? [emoji23]
Tic tac tic tac... las horas pasan...
La historia de cómo una MB Lorenzo de Medici estuvo a punto de costarme el matrimonio, recién estrenado en aquel entonces, esa si que es hilarante.
Pero, es otra historia.
Tengo que recuperar algunos papeles que están en Villalba para no faltar a la verdad.
Entiendo que Francine en aquélla época tuvo que tener su aquél en tu imaginario. Además, unida al vuelo a tu mano de una 136 que revoloteaba de una manera un tanto escandalosa en gallinero ajeno. Pero tener ese recuerdo unido a la zona de Maintes-la-Jolie y su hoy truncado puente de Lyme sobre un brazo de la Seine... eso ya es historia del arte.
El último precursor del impresionismo, Camille Corot, pintó allí, pocos años antes de fallecer, uno de sus cuadros más maravillosos: "El puente de Mantes"
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Ni he estado en Mantes-la-Jolie ni en el Louvre, que es donde ahora se alberga el cuadro, pero un verano de hace unos años recaló temporalmente en el Thyssen madrileño. Allí lo admiré.
Al final, hilos cruzados por las acerías del viejo mundo.
Saludos