manoloyloles
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Sin verificar
Érase una vez una mamá ánade que tuvo cinco hijas. No se sabe si de un huevo o de varios. De varios patos, me refiero.
Para no romperse mucho los sesos, a la primera le puso Pata; a la segunda Peta; a la tercera Pita (con perdón); a la cuarta Pota; y a la quinta María Ángeles.
Lamentablemente, la primera pereció víctima de la gripe porcina, ya que tenían crisis de identidad y doble personalidad. En este orden. Un trastorno pato-lógico, le dijeron a su madre.
La segunda no vio una apisonadora, y lo malo es que el de la apisonadora tampoco la vio a ella. Al menos pudieron aprovecharla para hacer fuá. En láminas, eso sí.
A la tercera la metieron en la cárcel por un delito que no había cometido. Pagó el pato, la pobre. Y claro, allí había pato encerrado...
La cuarta se devanaba a sí misma en loco empeño, componiendo verso tras verso. De vez el cuando el granjero le soltaba algún golpe, a ver si conseguía que asesara la pobre, pero nada: soneto tras soneto. Eran sonetos cortitos, eso sí.
Y entre golpe y verso (o sea...) la pobre Pota no dio mucho de sí ni de do, y fue pronto destino de la cazuela en una fiesta que dio el granjero por la vuelta de uno de sus hijos que se había ido a pulir pasta en mujeres y en vino. Sin orden concreto esta vez.
Finalmente, la última hija de nuestro ánsar (con perdón de nuevo) se dio al bebercio. Bebía y bebía vagando por las calles más reputadas (en sentido literal) de la ciudad y todos decían que esa entrega al néctar acabaría mal tarde o temprano. Y tanto se dio que acabó sus días desprendida de sí en un festín que daba una tal Massiel. Dicen que ardió y no se consumía (la pata).
Ésta es la mamarrachada surrealista que se me ha ocurrido descansando un poco del trabajo nocturno y tras haber leído animado hilo en éste nuestro foro. Si la hubiera escrito el maestro Quiroga sería épica.
Para no romperse mucho los sesos, a la primera le puso Pata; a la segunda Peta; a la tercera Pita (con perdón); a la cuarta Pota; y a la quinta María Ángeles.
Lamentablemente, la primera pereció víctima de la gripe porcina, ya que tenían crisis de identidad y doble personalidad. En este orden. Un trastorno pato-lógico, le dijeron a su madre.
La segunda no vio una apisonadora, y lo malo es que el de la apisonadora tampoco la vio a ella. Al menos pudieron aprovecharla para hacer fuá. En láminas, eso sí.
A la tercera la metieron en la cárcel por un delito que no había cometido. Pagó el pato, la pobre. Y claro, allí había pato encerrado...
La cuarta se devanaba a sí misma en loco empeño, componiendo verso tras verso. De vez el cuando el granjero le soltaba algún golpe, a ver si conseguía que asesara la pobre, pero nada: soneto tras soneto. Eran sonetos cortitos, eso sí.
Y entre golpe y verso (o sea...) la pobre Pota no dio mucho de sí ni de do, y fue pronto destino de la cazuela en una fiesta que dio el granjero por la vuelta de uno de sus hijos que se había ido a pulir pasta en mujeres y en vino. Sin orden concreto esta vez.
Finalmente, la última hija de nuestro ánsar (con perdón de nuevo) se dio al bebercio. Bebía y bebía vagando por las calles más reputadas (en sentido literal) de la ciudad y todos decían que esa entrega al néctar acabaría mal tarde o temprano. Y tanto se dio que acabó sus días desprendida de sí en un festín que daba una tal Massiel. Dicen que ardió y no se consumía (la pata).
Ésta es la mamarrachada surrealista que se me ha ocurrido descansando un poco del trabajo nocturno y tras haber leído animado hilo en éste nuestro foro. Si la hubiera escrito el maestro Quiroga sería épica.