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Hola:
Hoy vengo a relatarles los acontecimientos verídicos basados en hechos reales que han acontecido recientemente a un buen amigo y compañero de fatigas estilográficas.
Mi querido amigo Don Miguel, extenuado progenitor de tres vástagos y sufrido aficionado al primoroso arte de la escritura con estilográfica, acudió a nosotros, su grupo de amigos de común afición y confesores de cámara a tiempo parcial, para narrarnos, abatido y preso de congoja, la última andanza del menor de sus nenes, creador habitual del caos en la familia, solo o confabulado con su hermano mediano, (ambos aún sin ficha policial) también pieza de cuidado.
El precoz alborotador, al que llamaremos Sismo (en paralelo a aquel personajillo de animación conocido como Chicho Terremoto) es un elemento de la naturaleza no incluido en la tabla periódica para el que se recomienda monitorización continua so pena de graves consecuencias sociomedioambientales. El bueno de Don Miguel, mientras cumple con sus obligaciones de custodia y formación, intentando hacer un hombre de provecho del temible Sismo, suele deleitarse escribiendo con alguna de sus preciosas y fieles estilográficas, mientras su hijo observa distraídamente, maquinando la siguiente acción evasiva o destructiva, según sople el viento.
Aquella tarde fatídica, anticiclónica y despejada por lo demás, se entretenía tejiendo un relato sobre las bondades de la soltería y la juventud, cuando se vio en la necesidad apremiante de atender a los contundentes sonidos metálicos procedentes de la habitación de su hijo mediano, al que llamaremos Boltzmann por la facilidad que tiene para acelerar las leyes de la termodinámica con resultados catastróficos.
Sismo, que no suele desperdiciar oportunidad alguna de sembrar el terror, se vio libre del solícito cuidado de su padre y no dudó en investigar el escritorio donde se afanaba su padre desde hacía un buen rato y donde habían quedado desprotegidas las inocentes plumas y, el brillante, atrayente y provocador tintero Pelikan Edelstein color azul Topaz. A día de hoy, continúan siendo un misterio las razones que impulsaron al enano a capturar el bote, abrirlo y cual licor prohibido, deleitarse catando su contenido.
Con esa inexplicable facilidad de los niños para estirar el continuum espacio tiempo, lo que para Don Miguel apenas fue un momento, para Sismo debieron ser unos deliciosos meses de vacaciones, y en un torbellino de desbocada destrucción, no solo ingirió una dosis a todas luces excesiva a ojos de cualquier adulto cuerdo del precioso color azul, sino que repartió buena parte del líquido sobrante sobre los folios primorosamente escritos, la mesa y la moqueta circundante, demostrando de paso el asombroso rendimiento superficial del producto colorante del señor Wagner.
Cuando Don Miguel, tras incautar sin miramientos un martillo, dos formones, una chifla y un cuchillo cebollero a Boltzmann, regresó a su estudio, la escena le heló la sangre. Sismo, sin el menor atisbo de preocupación, le miraba parcialmente convertido en pitufo tridimensional y le dijo: “mida papá…”. Las herramientas confiscadas fueron depositadas gravitacionalmente sin previo aviso sobre el recién acuchillado parqué del pasillo.
A partir de esos instantes se desató un torbellino de actividad en la casa. El insensato fue llevado en volandas al baño y sometido a abluciones sin previa consulta, con el consiguiente mosqueo de la criatura, y ante la desesperación de los asombrados padres que ya cavilaban sobre cómo explicar a sus familiares y amigos que no tenía gracia alguna tener un duende azul habitando en tu domicilio.
Ante la tenacidad tintórea mostrada por el producto teutón, y las dudas sobre los litros de tinta ingeridos por el imberbe, se impuso la necesidad inmediata del traslado a un centro sanitario para solicitar unos potentes tranquilizantes para ellos y purgantes para el crío.
Boltzmann, mientras tanto, divertido y expectante, tomaba buena nota mental de los fallos cometidos por su habitual secuaz y lucubraba sobre el modo de rentabilizar el hecho de tener a un marciano azul como hermano de aventuras.
Llegados al Hospital y al entrar en la sala de espera de urgencias, se produjo una curiosa y veloz espantada de numerosos pacientes allí reunidos, excusándose en una repentina y milagrosa mejoría de sus males, alarmados quizá ante la posibilidad de que el extraño cambio de color que presentaba Sismo fuese el preludio del apocalipsis zombie y a la faz desencajada de todos sus acompañantes a excepción de uno.
Ya en manos de los doctores, Don Miguel les explicó lo que el niño había ingerido, citando marca y color (aunque eso era evidente) y fue recriminado con aquello de “habiendo bolígrafos oiga, cómo se complica usted la vida…”. Por suerte, les reconoció un sabio doctor, algo más veterano que su perplejo séquito, debían dar gracias a Santa Meisterstuck de que no hubiera sido tinta Noodler's.
Tras los lavados y enjuagados de rigor, por dentro y por fuera de la criatura, la administración de los calmantes demandados por los padres y un refresco de la máquina para Boltzmann se callara, les dieron el alta en la misma tarde con pronóstico leve. Por suerte la tinta Pelikan Edelstein, si bien no es recomendable por ejemplo para aderezar butifarras, tampoco es especialmente tóxica ni perjudicial, aunque les advirtieron de que en las próximas deposiciones del niño podrían recuperar buena parte del color perdido, si bien, con una consistencia inadecuada para el uso en estilográfica, aunque aplicable con palustre.
En esta terrorífica imagen documental, tomada a la vuelta del Hospital y momentos antes del primer lavado con centrifugado al que le sometería su madre, Sismo muestra orgulloso su lengua, cual travieso Albert Einstein, presumiendo del bonito color adquirido en la parte superior de su tracto digestivo. Nótese que el color ictérico de la criatura no se debe a la ingesta previa de ningún otro color de la preciada gama de Pelikan, sino al descuido en la optimización de la luz ambiental. La posición yacente del pequeño energúmeno no se debe tampoco a ningún efecto deletéreo retardado del brebaje tintóreo, sino a la afición del infante al rebozado.
Sismo ha tardado algunos días en decolorarse, gracias a su atenta y cuidadosa madre que no ha dejado de frotarle alternativamente con Ajax y Nenuco. Aunque ya está perfectamente, no presenta pigmentación anómala epitelial y sus detritos tienen un saludable color entre Diamine Dark Brown y Diamine Burnt Sienna, el crío parece haber desarrollado una cierta atracción por los instrumentos de escritura tradicionales y el acongojado padre escribe ahora bajo la aparente indiferencia del chico, preocupado por cuál puede ser el siguiente objetivo del muchacho.
Actualmente los preciosos y llamativos botes de tinta se guardan en una cámara acorazada instalada al efecto en el cuarto de baño, único espacio disponible de la vivienda que ocupa la familia en el octavo piso de su edificio, con grave menoscabo de las prestaciones sanitarias de la dependencia y amenazando seriamente la estabilidad estructural del inmueble.
Comentar también que, aunque se han realizado todo tipo intentos, Sismo se ha negado tozudamente a explicar qué sabor tiene el azul Topaz de la gama Pelikan Edelstein.
Boltzmann por su parte, viendo truncadas sus expectativas de dominar a los compañeros de su clase con la ayuda de un monstruo mutante azul, está haciendo acopio de petardos chinos mientras estudia los pilares de carga en los planos del colegio.
Saludos.
Hoy vengo a relatarles los acontecimientos verídicos basados en hechos reales que han acontecido recientemente a un buen amigo y compañero de fatigas estilográficas.
Mi querido amigo Don Miguel, extenuado progenitor de tres vástagos y sufrido aficionado al primoroso arte de la escritura con estilográfica, acudió a nosotros, su grupo de amigos de común afición y confesores de cámara a tiempo parcial, para narrarnos, abatido y preso de congoja, la última andanza del menor de sus nenes, creador habitual del caos en la familia, solo o confabulado con su hermano mediano, (ambos aún sin ficha policial) también pieza de cuidado.
El precoz alborotador, al que llamaremos Sismo (en paralelo a aquel personajillo de animación conocido como Chicho Terremoto) es un elemento de la naturaleza no incluido en la tabla periódica para el que se recomienda monitorización continua so pena de graves consecuencias sociomedioambientales. El bueno de Don Miguel, mientras cumple con sus obligaciones de custodia y formación, intentando hacer un hombre de provecho del temible Sismo, suele deleitarse escribiendo con alguna de sus preciosas y fieles estilográficas, mientras su hijo observa distraídamente, maquinando la siguiente acción evasiva o destructiva, según sople el viento.
Aquella tarde fatídica, anticiclónica y despejada por lo demás, se entretenía tejiendo un relato sobre las bondades de la soltería y la juventud, cuando se vio en la necesidad apremiante de atender a los contundentes sonidos metálicos procedentes de la habitación de su hijo mediano, al que llamaremos Boltzmann por la facilidad que tiene para acelerar las leyes de la termodinámica con resultados catastróficos.
Sismo, que no suele desperdiciar oportunidad alguna de sembrar el terror, se vio libre del solícito cuidado de su padre y no dudó en investigar el escritorio donde se afanaba su padre desde hacía un buen rato y donde habían quedado desprotegidas las inocentes plumas y, el brillante, atrayente y provocador tintero Pelikan Edelstein color azul Topaz. A día de hoy, continúan siendo un misterio las razones que impulsaron al enano a capturar el bote, abrirlo y cual licor prohibido, deleitarse catando su contenido.
Con esa inexplicable facilidad de los niños para estirar el continuum espacio tiempo, lo que para Don Miguel apenas fue un momento, para Sismo debieron ser unos deliciosos meses de vacaciones, y en un torbellino de desbocada destrucción, no solo ingirió una dosis a todas luces excesiva a ojos de cualquier adulto cuerdo del precioso color azul, sino que repartió buena parte del líquido sobrante sobre los folios primorosamente escritos, la mesa y la moqueta circundante, demostrando de paso el asombroso rendimiento superficial del producto colorante del señor Wagner.
Cuando Don Miguel, tras incautar sin miramientos un martillo, dos formones, una chifla y un cuchillo cebollero a Boltzmann, regresó a su estudio, la escena le heló la sangre. Sismo, sin el menor atisbo de preocupación, le miraba parcialmente convertido en pitufo tridimensional y le dijo: “mida papá…”. Las herramientas confiscadas fueron depositadas gravitacionalmente sin previo aviso sobre el recién acuchillado parqué del pasillo.
A partir de esos instantes se desató un torbellino de actividad en la casa. El insensato fue llevado en volandas al baño y sometido a abluciones sin previa consulta, con el consiguiente mosqueo de la criatura, y ante la desesperación de los asombrados padres que ya cavilaban sobre cómo explicar a sus familiares y amigos que no tenía gracia alguna tener un duende azul habitando en tu domicilio.
Ante la tenacidad tintórea mostrada por el producto teutón, y las dudas sobre los litros de tinta ingeridos por el imberbe, se impuso la necesidad inmediata del traslado a un centro sanitario para solicitar unos potentes tranquilizantes para ellos y purgantes para el crío.
Boltzmann, mientras tanto, divertido y expectante, tomaba buena nota mental de los fallos cometidos por su habitual secuaz y lucubraba sobre el modo de rentabilizar el hecho de tener a un marciano azul como hermano de aventuras.
Llegados al Hospital y al entrar en la sala de espera de urgencias, se produjo una curiosa y veloz espantada de numerosos pacientes allí reunidos, excusándose en una repentina y milagrosa mejoría de sus males, alarmados quizá ante la posibilidad de que el extraño cambio de color que presentaba Sismo fuese el preludio del apocalipsis zombie y a la faz desencajada de todos sus acompañantes a excepción de uno.
Ya en manos de los doctores, Don Miguel les explicó lo que el niño había ingerido, citando marca y color (aunque eso era evidente) y fue recriminado con aquello de “habiendo bolígrafos oiga, cómo se complica usted la vida…”. Por suerte, les reconoció un sabio doctor, algo más veterano que su perplejo séquito, debían dar gracias a Santa Meisterstuck de que no hubiera sido tinta Noodler's.
Tras los lavados y enjuagados de rigor, por dentro y por fuera de la criatura, la administración de los calmantes demandados por los padres y un refresco de la máquina para Boltzmann se callara, les dieron el alta en la misma tarde con pronóstico leve. Por suerte la tinta Pelikan Edelstein, si bien no es recomendable por ejemplo para aderezar butifarras, tampoco es especialmente tóxica ni perjudicial, aunque les advirtieron de que en las próximas deposiciones del niño podrían recuperar buena parte del color perdido, si bien, con una consistencia inadecuada para el uso en estilográfica, aunque aplicable con palustre.
En esta terrorífica imagen documental, tomada a la vuelta del Hospital y momentos antes del primer lavado con centrifugado al que le sometería su madre, Sismo muestra orgulloso su lengua, cual travieso Albert Einstein, presumiendo del bonito color adquirido en la parte superior de su tracto digestivo. Nótese que el color ictérico de la criatura no se debe a la ingesta previa de ningún otro color de la preciada gama de Pelikan, sino al descuido en la optimización de la luz ambiental. La posición yacente del pequeño energúmeno no se debe tampoco a ningún efecto deletéreo retardado del brebaje tintóreo, sino a la afición del infante al rebozado.
Sismo ha tardado algunos días en decolorarse, gracias a su atenta y cuidadosa madre que no ha dejado de frotarle alternativamente con Ajax y Nenuco. Aunque ya está perfectamente, no presenta pigmentación anómala epitelial y sus detritos tienen un saludable color entre Diamine Dark Brown y Diamine Burnt Sienna, el crío parece haber desarrollado una cierta atracción por los instrumentos de escritura tradicionales y el acongojado padre escribe ahora bajo la aparente indiferencia del chico, preocupado por cuál puede ser el siguiente objetivo del muchacho.
Actualmente los preciosos y llamativos botes de tinta se guardan en una cámara acorazada instalada al efecto en el cuarto de baño, único espacio disponible de la vivienda que ocupa la familia en el octavo piso de su edificio, con grave menoscabo de las prestaciones sanitarias de la dependencia y amenazando seriamente la estabilidad estructural del inmueble.
Comentar también que, aunque se han realizado todo tipo intentos, Sismo se ha negado tozudamente a explicar qué sabor tiene el azul Topaz de la gama Pelikan Edelstein.
Boltzmann por su parte, viendo truncadas sus expectativas de dominar a los compañeros de su clase con la ayuda de un monstruo mutante azul, está haciendo acopio de petardos chinos mientras estudia los pilares de carga en los planos del colegio.
Saludos.
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