El pajarillo es un puto crack haciendo pulsos, a pesar de su apariencia algo escuálida, su aspecto es definitivamente engañoso. Su porte echado hacia delante me recuerda constantemente los cuellos de las jirafas, cuando rie muestra sus grandes, amarillentos y torcidos dientes, tiene una voz cazallera que apenas usa y todo en el resulta huesudo y nudoso. Su estatura no debe llegar al metro setenta y apenas pesa 60 Kilos. Sorprende el tamaño grande de sus manos, claramente desproporcionadas con el conjunto general de su cuerpo.
Tiene una técnica singular en la ejecución de pulsos, que le hace prácticamente invencible, no tira como el resto de los mortales con el biceps para rotar luego el triceps y compensar la carga, sino que usa ingeniosamente sus poderosos dorsales como muro infranqueable, repercutiendo astutamente la fuerza del adversario a favor suyo. Su depurada y singular técnica de ejecución contribuye sin lugar a dudas a que sus contrincantes se acaben inocentemente enfrentando a sí mismos.
El payo del cordón, después de vencerme (mi apariencia y volumen son muy superiores a los del pajarillo) tenía la moral por las nubes y tampoco era cuestión de dejarla allí. Miró a mi socio, como un gorila miraría a un conejo y después de examinar el Rolex y sopesarlo como si se tratara de un melón, con un movimiento ridiculamente automático lo puso sobre la mesa e inmediatamente se sacó la cartera y con sus macizos y hábiles dedos sacó de ella un fajo de billetes. Apartó trescientos, guardó el resto, comenzó a desabrocharse la soga de oro que rodeaba su poderoso cuello y lo dejó todo desrordenado junto al Submariner para sentarse retador a esperar a su adversario. Inmediatamente supe que el asunto estaba hecho, cuando antes de sentarse el pajarillo brevemente me sonrió mostrando sus sucios, torcidos y amarillentos dientes.
El pajarillo una vez sentado y antes de comenzar la competición, con su grave timbre cazallero dijo.
-Un momento, mi Rolex vale mucho más que tu cordón y quiero que entre en la apuesta también el colorín.
El payo con una media sonrisa de cazurro sentenció.
-Está bien.
Inmediatamente hizo una señal a un parroquiano, para que pusiese la jaula junto a los elementos de la apuesta.
La gente comenzó a agolparse junto a la mesa, como si de un rumor largamente extendido fuese e inexplicablemente había gente asomada incluso por las ventanas del bar, para contemplar la victoria del vecino grandullón.
El combate lo inició de forma algo apresurada y traidora el parroquiano, pillando al pajarillo desprevenido, pero de seguida compensó mi socio arqueando el hombro como un resorte y el gorila se encontró con la cruda realidad en forma de muro infranqueable. El rostro del grandullón no parecía entender nada y comenzaba a ponerse colorado mostrando unas venas moradas en su cuello casi tan gordas como su cordón de oro. La situación era cómica, y tuve que mirar hacia bajo con mi cabeza para que nadie viera descargar mi risa. Las venas continuaban hinchándose, los globos oculares parecía como si fueran a estallarle de un momento a otro y su rostro ya de por sí colérico, presentaba ahora un color totalmente carmesí. Como un animal herido luchaba moribundo hasta su último suspiro. Mi socio tenía gotas de sudor en las sienes y su rostro impertérrito parecía haber cambiado poco. Él y yo sabíamos que estaba deliberadamente usando tiempo para desgastar a su oponente...