AbderramanII
Reina Mora
Sin verificar
Como indica el título del hilo, hoy me paso por aquí para compartir un derroche de los que le gustan a nuestro guardabosques en excedencia: una cena en Azurmendi, el comedero más estrellado que tenemos por estos lares (***) Entre que el lugar está cerca de casa y que llegamos ya de noche, no hay prolegómenos turísticos: directos a la faena Se encuentra en Larrabetzu, muy cerquita de Bilbao (cuarto de hora en coche) y os dejo un enlace a su página web, por si tenéis curiosidad o ganas de visitarlo: https://azurmendi.restaurant/
Todo surgió porque aquí es muy habitual que mientras estamos comiendo hablemos de comidas; ya sean pasadas o futuras. Y en esas estábamos hace unas semanas cinco amigos, degustando una sencilla y satisfactoria cena de txuletón en la barra de un clásico bilbaíno (Goizeko Izarra), cuando se nos ocurrió que podíamos ir a ver qué estaban haciendo últimamente en este afamado restaurante. Ni cortos ni perezosos, en ese momento, entre trozo de carne y copa de vino, hicimos la reserva para este pasado viernes 13. No sé si por los contactos que allí tiene uno de los presentes o por la supersticiosa coincidencia, pero lo cierto es que conseguimos una mesa para cenar
Como digo, llegamos tardecito y ya de noche, así que no hubo visita a las instalaciones que rodean el restaurante. Derechitos al vestíbulo, donde arranca la “experiencia”, como ellos la llaman. Un txakoli y una monísima cestita de picnic con los primeros aperitivos
Os dejo aquí el menú que elegimos, porque la descripción de los platos es demasiado exigente para mi memoria de pez
Seguidamente nos acompañaron a la cocina, donde un ejército de cocineros (creo que conté 45) saluda al unísono y pasan a ofrecernos la segunda parte de los aperitivos: un chupito de caldo y un huevo trufado marca de la casa, que te preparan sobre la marcha extrayendo parte de la yema para después inyectar caldo de trufa caliente, haciendo que se cocine de dentro afuera
A continuación, nos ofrecen la última parte de los aperitivos itinerantes en un pequeño invernadero situado junto al comedor
Se me quedó sin afotar la mamia y la kaipiritxa, que estaba muy bonita esperándonos como colgando de un árbol y nos refrescó el paladar antes de pasar al comedor
De ahí ya nos condujeron a nuestra mesa para seguir allí con el resto del espectáculo. Ahora os muestro el azulito que venía conmigo: un B&M de principios de los ochenta movido por una hermosa Lemania, la misma que latía en los lunáticos de Omega. No se corresponde mucho con mis estilos preferidos más habituales, pero llegó fruto de algunas carambolas y lo cierto es que me tiene encantada
Y aquí con los relojes de mis acompañantes: Un peculiar Constellation de finales de los sesenta (comercializado para el mercado japonés) con un ultrafino calibre 712, un B&M Capeland con la incombustible Valjoux 7750, y un IWC Portofino con un calibre 30110 (que parece que atrasa )
Aquí siguieron los aperitivos...
Siguió el desfile de platos con ostra (se me olvidó también hacer la foto; os recuerdo que solo soy la becaria de vilobi ), erizo, espárrago y bogavante; este último impecable de punto y con una mantequilla de café deliciosa
A continuación llegaron unos guisantes lágrima que no estaban incluido en el menú, y que estaban para que se saltasen las ídem
Siguieron alubias, salmonete en tres interpretaciones (el buñuelo muy sabroso), pichón (en un punto perfecto) y un mar y montaña con rabito de cerdo y anchoa
Y ya de ahí pasamos a los postres: aguacate y mango (el que más me gustó), frutos rojos y cacao y aceituna
Un par de rondas de cafés (muuuy rico), unos petit fours y un destilado que probé y me sorprendió gratamente
Y para pasar todo esa comida nos acompañaron vinos tranquilos y espumosos, blancos, tintos y rosados
Y también agua, muuuuuuuuuuuucha agua con gas, pero de esa no hice foto
Por cierto, antes de que me reprochéis la ausencia de vinos de orígenes más cercanos, diré en nuestro descargo que no es por falta de aprecio, sino porque en estos lugares con cartas especialmente “curiosas” solemos dejarnos tentar por cosillas más difíciles de encontrar en las cartas de otros comederos menos sofisticados
Y el tableshot al final de la cena
Como veis, la charla, el vino y la comida me ablandaron y permití que se sumara al grupo la cosa esa cuadrada con dibujicos de colores que algunos se atan a la muñeca en lugar de un reloj de verdad (que ya son ganas, y más aún teniendo relojes chulos ). Pero bueno, qué le vamos a hacer; a los amigos hay que quererlos como son
Y esto es lo que dio de sí el festival en Azurmendi. Lo he compartido porque creo que este tipo de lugares siempre resultan vistosos para los golosos. Gracias por acompañarme hasta aquí; espero que os hayan entrado ganas de llamar a algún canalla con quien no os hayáis juntado hace demasiado tiempo y organizar una bonita liada Nosotros pasamos un rato fantástico, aunque también es cierto que con buena compañía se disfruta en muchas mesas y/o barras, sin necesidad de que sean superestrelladas, ¿no os parece?
PD: Como siempre en estos casos, mi dedicatoria va para mi queridísimo y añorado guardabosques patéadicto. Cuánto echo de menos sus bromas, su buen rollo, sus reportajes festivaleros y sus relojazos. Cagüentó
Todo surgió porque aquí es muy habitual que mientras estamos comiendo hablemos de comidas; ya sean pasadas o futuras. Y en esas estábamos hace unas semanas cinco amigos, degustando una sencilla y satisfactoria cena de txuletón en la barra de un clásico bilbaíno (Goizeko Izarra), cuando se nos ocurrió que podíamos ir a ver qué estaban haciendo últimamente en este afamado restaurante. Ni cortos ni perezosos, en ese momento, entre trozo de carne y copa de vino, hicimos la reserva para este pasado viernes 13. No sé si por los contactos que allí tiene uno de los presentes o por la supersticiosa coincidencia, pero lo cierto es que conseguimos una mesa para cenar
Como digo, llegamos tardecito y ya de noche, así que no hubo visita a las instalaciones que rodean el restaurante. Derechitos al vestíbulo, donde arranca la “experiencia”, como ellos la llaman. Un txakoli y una monísima cestita de picnic con los primeros aperitivos
Os dejo aquí el menú que elegimos, porque la descripción de los platos es demasiado exigente para mi memoria de pez
Seguidamente nos acompañaron a la cocina, donde un ejército de cocineros (creo que conté 45) saluda al unísono y pasan a ofrecernos la segunda parte de los aperitivos: un chupito de caldo y un huevo trufado marca de la casa, que te preparan sobre la marcha extrayendo parte de la yema para después inyectar caldo de trufa caliente, haciendo que se cocine de dentro afuera
A continuación, nos ofrecen la última parte de los aperitivos itinerantes en un pequeño invernadero situado junto al comedor
Se me quedó sin afotar la mamia y la kaipiritxa, que estaba muy bonita esperándonos como colgando de un árbol y nos refrescó el paladar antes de pasar al comedor
De ahí ya nos condujeron a nuestra mesa para seguir allí con el resto del espectáculo. Ahora os muestro el azulito que venía conmigo: un B&M de principios de los ochenta movido por una hermosa Lemania, la misma que latía en los lunáticos de Omega. No se corresponde mucho con mis estilos preferidos más habituales, pero llegó fruto de algunas carambolas y lo cierto es que me tiene encantada
Y aquí con los relojes de mis acompañantes: Un peculiar Constellation de finales de los sesenta (comercializado para el mercado japonés) con un ultrafino calibre 712, un B&M Capeland con la incombustible Valjoux 7750, y un IWC Portofino con un calibre 30110 (que parece que atrasa )
Aquí siguieron los aperitivos...
Siguió el desfile de platos con ostra (se me olvidó también hacer la foto; os recuerdo que solo soy la becaria de vilobi ), erizo, espárrago y bogavante; este último impecable de punto y con una mantequilla de café deliciosa
A continuación llegaron unos guisantes lágrima que no estaban incluido en el menú, y que estaban para que se saltasen las ídem
Siguieron alubias, salmonete en tres interpretaciones (el buñuelo muy sabroso), pichón (en un punto perfecto) y un mar y montaña con rabito de cerdo y anchoa
Y ya de ahí pasamos a los postres: aguacate y mango (el que más me gustó), frutos rojos y cacao y aceituna
Un par de rondas de cafés (muuuy rico), unos petit fours y un destilado que probé y me sorprendió gratamente
Y para pasar todo esa comida nos acompañaron vinos tranquilos y espumosos, blancos, tintos y rosados
Y también agua, muuuuuuuuuuuucha agua con gas, pero de esa no hice foto
Por cierto, antes de que me reprochéis la ausencia de vinos de orígenes más cercanos, diré en nuestro descargo que no es por falta de aprecio, sino porque en estos lugares con cartas especialmente “curiosas” solemos dejarnos tentar por cosillas más difíciles de encontrar en las cartas de otros comederos menos sofisticados
Y el tableshot al final de la cena
Como veis, la charla, el vino y la comida me ablandaron y permití que se sumara al grupo la cosa esa cuadrada con dibujicos de colores que algunos se atan a la muñeca en lugar de un reloj de verdad (que ya son ganas, y más aún teniendo relojes chulos ). Pero bueno, qué le vamos a hacer; a los amigos hay que quererlos como son
Y esto es lo que dio de sí el festival en Azurmendi. Lo he compartido porque creo que este tipo de lugares siempre resultan vistosos para los golosos. Gracias por acompañarme hasta aquí; espero que os hayan entrado ganas de llamar a algún canalla con quien no os hayáis juntado hace demasiado tiempo y organizar una bonita liada Nosotros pasamos un rato fantástico, aunque también es cierto que con buena compañía se disfruta en muchas mesas y/o barras, sin necesidad de que sean superestrelladas, ¿no os parece?
PD: Como siempre en estos casos, mi dedicatoria va para mi queridísimo y añorado guardabosques patéadicto. Cuánto echo de menos sus bromas, su buen rollo, sus reportajes festivaleros y sus relojazos. Cagüentó
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