B
barista
Visitante
Salud amigos, un gusto para mí saludarlos
Noche lluviosa, desapacible, como excesivamente atildada para empezar una semana llena de compromisos en la descontrolada Buenos Aires. Estoy aquí, en mi amada casa, sentada frente al ordenador, lista para sentirme plácidamente cómoda entre mis amigos, ustedes. Esta única noche que paso en mi amado Tristán Suarez me redescubre en toda mi humana dimensión: mi casa es una cascada infinita de recuerdos y vivencias hermosas que dominan el día concertado que tengo para visitar a mis perros, los caballos y Toto, el chivo manso y sensible.
El motivo de este hilo es una mezcla de sabores del corazón: tristeza, alegría, emoción y fatiga. Tristeza dicha con alegría, emocionada pero cansada. Un juego de extremos que no seducen los sentidos, pero que al menos los activan en la creación, la algarabía de la magnificencia y el abandonarse sin rubor hacia el devenir de tener que cumplir solo el deseo de los caprichos.
Estoy caprichosa, lo confieso, amigos míos. Los caprichos están inundando mis deseos: nacen de la nada, se mezclan en mis sueños, me acompañan en las largas noches de insomnio mientras leo algún libro, o escucho música, o miro alguna película en el ordenador. Estos caprichos relojiles tienen su origen, lo sé, en la reconocida y obligada confesión de que la caja colejuntadora ya tiene lo que desea; tengo todo lo que alguna vez he querido tener ( menos el Reverso ) y ahora me dedico a curiosear, manosear y redescubrir piezas a las que antes, la verdad, no prestaba atención.
En este caso, y como pieza inesperada, deseo presentarles al Rado menos glamoroso, al menos exigente en cuanto estética, al mas despojado y atrevido, y quizás, el modelo menos conocido de esta casa relojera suiza. Este Rado Gorner es un reloj pesado, como atractivo, con líneas sobrias y poco atrayentes. Y sin embargo, la primera vez que lo vi no pude evitar amarlo: me comió el corazón en un instante, me devoró la sangre y me trasfundió la locura extrema por esas anclas misteriosas que giran, no se sabe muy bien en qué sentido.
Este flotar del ancla, esta suerte de circular constante sin hacer nada, y por hecho mismo de cumplir una función inexistente, desencadena en una azarosa confesión: este reloj me enloquece, me anima a seguir deseando - no sólo relojes, sino también otras cosas - y afloja mis preocupaciones constantes transformándolas en suaves barridos de segundero en un fondo verde espejado, que me mira en su ausente conciencia.
Fotos finales de vuestra amiga, en un impasse de la lluvia, en una autofoto amable; y el anochecer fabuloso en el horizonte de mi amado pueblo. Les mando un abrazo gigante. Y a vuestras órdenes, como siempre
Seren
Noche lluviosa, desapacible, como excesivamente atildada para empezar una semana llena de compromisos en la descontrolada Buenos Aires. Estoy aquí, en mi amada casa, sentada frente al ordenador, lista para sentirme plácidamente cómoda entre mis amigos, ustedes. Esta única noche que paso en mi amado Tristán Suarez me redescubre en toda mi humana dimensión: mi casa es una cascada infinita de recuerdos y vivencias hermosas que dominan el día concertado que tengo para visitar a mis perros, los caballos y Toto, el chivo manso y sensible.
El motivo de este hilo es una mezcla de sabores del corazón: tristeza, alegría, emoción y fatiga. Tristeza dicha con alegría, emocionada pero cansada. Un juego de extremos que no seducen los sentidos, pero que al menos los activan en la creación, la algarabía de la magnificencia y el abandonarse sin rubor hacia el devenir de tener que cumplir solo el deseo de los caprichos.
Estoy caprichosa, lo confieso, amigos míos. Los caprichos están inundando mis deseos: nacen de la nada, se mezclan en mis sueños, me acompañan en las largas noches de insomnio mientras leo algún libro, o escucho música, o miro alguna película en el ordenador. Estos caprichos relojiles tienen su origen, lo sé, en la reconocida y obligada confesión de que la caja colejuntadora ya tiene lo que desea; tengo todo lo que alguna vez he querido tener ( menos el Reverso ) y ahora me dedico a curiosear, manosear y redescubrir piezas a las que antes, la verdad, no prestaba atención.
En este caso, y como pieza inesperada, deseo presentarles al Rado menos glamoroso, al menos exigente en cuanto estética, al mas despojado y atrevido, y quizás, el modelo menos conocido de esta casa relojera suiza. Este Rado Gorner es un reloj pesado, como atractivo, con líneas sobrias y poco atrayentes. Y sin embargo, la primera vez que lo vi no pude evitar amarlo: me comió el corazón en un instante, me devoró la sangre y me trasfundió la locura extrema por esas anclas misteriosas que giran, no se sabe muy bien en qué sentido.
Este flotar del ancla, esta suerte de circular constante sin hacer nada, y por hecho mismo de cumplir una función inexistente, desencadena en una azarosa confesión: este reloj me enloquece, me anima a seguir deseando - no sólo relojes, sino también otras cosas - y afloja mis preocupaciones constantes transformándolas en suaves barridos de segundero en un fondo verde espejado, que me mira en su ausente conciencia.
Fotos finales de vuestra amiga, en un impasse de la lluvia, en una autofoto amable; y el anochecer fabuloso en el horizonte de mi amado pueblo. Les mando un abrazo gigante. Y a vuestras órdenes, como siempre
Seren
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