RYUICHI
Milpostista
Sin verificar
Odiar es malo, puede acabar pasándote esto:
La corteza del árbol se está pudriendo. Tu sonrisa, cuando no se quiebra, se fuerza y expresa pena.
Los momentos de silencio, preñado de soledad y hastío, que hacen que el tiempo pase sin sentir; que dejan el cuerpo laso y el espíritu inerme.
Los pequeños vacíos se unen, creando simas profundas, sin fondo; donde se pierde la noción del sentido, donde la palabra “nada” se manifiesta con infinito poder.
Tan sólo queda una vaga sensación de ahogo, que también acaba por morir, dejando paso a un coma espiritual que ni siquiera cede espacio al desasosiego.
El cuerpo pierde al placer de los sentidos; se vive porque se tiene que vivir, porque una fuerza a la que somos ajenos te obliga a veces; ni siquiera obliga, sólo actúa.
En ocasiones, deseos destructores invaden el aire que se respira, destruir con las propias manos y destruirse en la destrucción total, golpear paredes hasta limar el puño, seguir con el antebrazo hasta desgastarlo y continuar con el codo sangriento, sintiendo punzadas de dolor que no se puedan resistir mas que con más violencia, hasta que sólo queden muñones a la altura de los sobacos, sudorosos y ensangrentados, en carne viva, en carne viva.
Arrancar a dentelladas corazones odiados y mascarlos, sintiendo sus últimos latidos; rebozada la cara en sangre, el pelo en sangre; sangre roja y olorosa, que cubra los ojos, velándolos; desnudarse y bañarse en la sangre odiada; impregnarse de ella enfurecido, hasta caer rendido; y despertar cubierto de una capa integral de costra sanguinolenta, con el cuerpo dolorido.
No odieis y sed buenos,
La corteza del árbol se está pudriendo. Tu sonrisa, cuando no se quiebra, se fuerza y expresa pena.
Los momentos de silencio, preñado de soledad y hastío, que hacen que el tiempo pase sin sentir; que dejan el cuerpo laso y el espíritu inerme.
Los pequeños vacíos se unen, creando simas profundas, sin fondo; donde se pierde la noción del sentido, donde la palabra “nada” se manifiesta con infinito poder.
Tan sólo queda una vaga sensación de ahogo, que también acaba por morir, dejando paso a un coma espiritual que ni siquiera cede espacio al desasosiego.
El cuerpo pierde al placer de los sentidos; se vive porque se tiene que vivir, porque una fuerza a la que somos ajenos te obliga a veces; ni siquiera obliga, sólo actúa.
En ocasiones, deseos destructores invaden el aire que se respira, destruir con las propias manos y destruirse en la destrucción total, golpear paredes hasta limar el puño, seguir con el antebrazo hasta desgastarlo y continuar con el codo sangriento, sintiendo punzadas de dolor que no se puedan resistir mas que con más violencia, hasta que sólo queden muñones a la altura de los sobacos, sudorosos y ensangrentados, en carne viva, en carne viva.
Arrancar a dentelladas corazones odiados y mascarlos, sintiendo sus últimos latidos; rebozada la cara en sangre, el pelo en sangre; sangre roja y olorosa, que cubra los ojos, velándolos; desnudarse y bañarse en la sangre odiada; impregnarse de ella enfurecido, hasta caer rendido; y despertar cubierto de una capa integral de costra sanguinolenta, con el cuerpo dolorido.
No odieis y sed buenos,