R
rasejo
Forer@ Senior
Sin verificar
Anti todo decir que no es mío, creo que el autor se llama Antonio Castillejo, no le conozco ni se de el, pero creo que ha dado en el clavo:
"Tengo un reloj, ¿sabe? Tiene cincuenta años. Es en apariencia muy sencillo; apenas sirve para dar la hora. El mecanismo que se agita en su interior, sin embargo, es una máquina suiza de una complejidad fascinante. No funciona con pila alguna; sólo debo darle cuerda antes de dormir. Los engranajes, eslabones, joyas y espirales ocupan un mínimo espacio en su universo circular, sujeto a mi muñeca. Decenas de piezas diminutas ensambladas a base de imaginación e inventiva humana. Su sonido es rotundo; como el disparador de una vetusta máquina fotográfica.
Tengo un reloj, decía. Lo heredé de mi padre. No es tan exacto como un reloj de cuarzo. Además de tomarme la molestia de darle cuerda, una vez al mes reajusto los minutos. No me importa.
Se parece a mí. A decir verdad, yo tampoco soy demasiado exacto. Mis ritmos vitales dependen de factores externos e internos, como la primavera, el ánimo, la salud o el tiempo atmosférico. Como mi reloj, a menudo necesito de un empujón para seguir en marcha; un beso del hijo cuando me cree dormido, el agradecimiento de un lector o la mirada de un amigo. El olor de la piel de mi esposa. Soy una maquinaria maravillosa, la más compleja del universo; pero tampoco funciono a pilas.
Tengo un reloj suizo de los años sesenta, insisto en ello. Mi padre me lo dio años antes de dejarme; quiso que lo disfrutara. Lo he limpiado, y le he cambiado dos veces la correa; pero no necesita apenas mantenimiento. Es robusto y fiable. Y elegante.
Los hombres tenemos pocos elementos para distinguirnos. No es cuestión de snobismo, sino de "ideología estética". Tengo otros relojes para acudir a la piscina, y confieso un cierto "torpe aliño indumentario". Pero escribo (mala) poesía con una preciosa pluma, a la que debo cambiar el cartucho de tinta y limpiar la boquilla de vez en cuando; y mi reloj es de cuerda.
A mi hijo mayor le regalaré el Certina cuando sea un hombre y comprenda su significado. Seguramente ordene grabar en la tapa algo así como "papá y mamá".
Y cuando mi hijo, dentro de muchos años, se encuentre en la duermevela de su anochecer, escuchará el sonido de la maquinaria suiza desde la mesita de noche. Y quizá piense en su padre.
O mejor aún, en su propio hijo."
"Tengo un reloj, ¿sabe? Tiene cincuenta años. Es en apariencia muy sencillo; apenas sirve para dar la hora. El mecanismo que se agita en su interior, sin embargo, es una máquina suiza de una complejidad fascinante. No funciona con pila alguna; sólo debo darle cuerda antes de dormir. Los engranajes, eslabones, joyas y espirales ocupan un mínimo espacio en su universo circular, sujeto a mi muñeca. Decenas de piezas diminutas ensambladas a base de imaginación e inventiva humana. Su sonido es rotundo; como el disparador de una vetusta máquina fotográfica.
Tengo un reloj, decía. Lo heredé de mi padre. No es tan exacto como un reloj de cuarzo. Además de tomarme la molestia de darle cuerda, una vez al mes reajusto los minutos. No me importa.
Se parece a mí. A decir verdad, yo tampoco soy demasiado exacto. Mis ritmos vitales dependen de factores externos e internos, como la primavera, el ánimo, la salud o el tiempo atmosférico. Como mi reloj, a menudo necesito de un empujón para seguir en marcha; un beso del hijo cuando me cree dormido, el agradecimiento de un lector o la mirada de un amigo. El olor de la piel de mi esposa. Soy una maquinaria maravillosa, la más compleja del universo; pero tampoco funciono a pilas.
Tengo un reloj suizo de los años sesenta, insisto en ello. Mi padre me lo dio años antes de dejarme; quiso que lo disfrutara. Lo he limpiado, y le he cambiado dos veces la correa; pero no necesita apenas mantenimiento. Es robusto y fiable. Y elegante.
Los hombres tenemos pocos elementos para distinguirnos. No es cuestión de snobismo, sino de "ideología estética". Tengo otros relojes para acudir a la piscina, y confieso un cierto "torpe aliño indumentario". Pero escribo (mala) poesía con una preciosa pluma, a la que debo cambiar el cartucho de tinta y limpiar la boquilla de vez en cuando; y mi reloj es de cuerda.
A mi hijo mayor le regalaré el Certina cuando sea un hombre y comprenda su significado. Seguramente ordene grabar en la tapa algo así como "papá y mamá".
Y cuando mi hijo, dentro de muchos años, se encuentre en la duermevela de su anochecer, escuchará el sonido de la maquinaria suiza desde la mesita de noche. Y quizá piense en su padre.
O mejor aún, en su propio hijo."