mape
De la casa
Sin verificar
Ocho de Julio del 2007.
Ha concluido el partido. Ha sido durísimo, jugado a cinco sets. El finalista, un joven de apenas 21 años, guarda las composturas en público y habla maravillas del ganador.
Más tarde entra en el vestuario, se sienta exhausto y se pone a llorar desconsoladamente.
Ha perdido su segunda final consecutiva de su torneo favorito, el que más ilusión tiene de alzarse con él .
Su entrenador está presente. Lo conoce bien, no en vano “lo ha visto nacer”. Lo observa, sacude la cabeza y al cabo de un rato le espeta:
- No debes hacer eso. No se debe llorar por algo que no has tenido.
- Lo he tenido tan cerca… quizás no tenga ocasión nunca más de ganarlo… he desperdiciado mi última oportunidad.
-Crees que llorando lo conseguirás? Tu vida no puede cambiar por haber perdido este partido. Puedes estar triste una semana, no más, no olvides que habrá otros Wimbledon, así que no hay razón para llorar. Si de verdad lo anhelas, la manera de conseguirlo es otra.
Siete de Julio del 2008.
La emoción es distinta. Un año después Rafael Nadal ha conquistado Wimbledon.
Ni el mejor jugador de la historia de este deporte ha podido impedírselo.
Lo único que se repite son las mismas amables palabras hacía su rival.
Nadie como él encarna con su comportamiento la frase de Kipling que adorna la entrada al recinto londinense:
“If you can meet with Triumph and Disaster and treat those two impostors just the same…”
Tres de Julio del 2010.
Faltan poco más de 24 horas para que Rafa dispute su cuarta final en el All England Club.
El año pasado una lesión le impidió defender el título (y muchos le dieron por acabado).
Este año el posible impedimento se llama Berdych -verdugo entre otros de Federer y Djokovic- , se trata de un excelente jugador, en buena forma, de potentes golpes planos donde la hierba ayuda su juego, pero…
¿Alguien cree realmente que eso sea suficiente para frenar mañana a Rafa?
Nota: Diálogo no literal.
Ha concluido el partido. Ha sido durísimo, jugado a cinco sets. El finalista, un joven de apenas 21 años, guarda las composturas en público y habla maravillas del ganador.
Más tarde entra en el vestuario, se sienta exhausto y se pone a llorar desconsoladamente.
Ha perdido su segunda final consecutiva de su torneo favorito, el que más ilusión tiene de alzarse con él .
Su entrenador está presente. Lo conoce bien, no en vano “lo ha visto nacer”. Lo observa, sacude la cabeza y al cabo de un rato le espeta:
- No debes hacer eso. No se debe llorar por algo que no has tenido.
- Lo he tenido tan cerca… quizás no tenga ocasión nunca más de ganarlo… he desperdiciado mi última oportunidad.
-Crees que llorando lo conseguirás? Tu vida no puede cambiar por haber perdido este partido. Puedes estar triste una semana, no más, no olvides que habrá otros Wimbledon, así que no hay razón para llorar. Si de verdad lo anhelas, la manera de conseguirlo es otra.
Siete de Julio del 2008.
La emoción es distinta. Un año después Rafael Nadal ha conquistado Wimbledon.
Ni el mejor jugador de la historia de este deporte ha podido impedírselo.
Lo único que se repite son las mismas amables palabras hacía su rival.
Nadie como él encarna con su comportamiento la frase de Kipling que adorna la entrada al recinto londinense:
“If you can meet with Triumph and Disaster and treat those two impostors just the same…”
Tres de Julio del 2010.
Faltan poco más de 24 horas para que Rafa dispute su cuarta final en el All England Club.
El año pasado una lesión le impidió defender el título (y muchos le dieron por acabado).
Este año el posible impedimento se llama Berdych -verdugo entre otros de Federer y Djokovic- , se trata de un excelente jugador, en buena forma, de potentes golpes planos donde la hierba ayuda su juego, pero…
¿Alguien cree realmente que eso sea suficiente para frenar mañana a Rafa?
Nota: Diálogo no literal.