cronopios
Milpostista
Sin verificar
Bueno siguiendo con la presentación de mis últimas piezas, en esta ocasión os muestro un reloj Ingles doble caja en oro 22k. Construido por Maestro relojero Ingles, Tho. Woods. London. Recogido en Baillie. Fecha, contrastes de Londres correspondiente al año1729. Doble caja de oro lisa da ley 22k. Dispone de pestaña lateral para su apertura y dar acceso a la caja anterior también en oro lisa que da acceso a la maquinaria y esfera. Esfera convexa con esmalte blanco sobre cobre. Numeración con gruesas cifras romana dentro de dos círculos concéntricos para las horas. Alrededor de estos, otro dividido de cinco en cinco minutos, con guarismos arábigos. Agujas originales tipo (beetle and poker) en acero pavonado. Cristal mineral cóncavo grueso. Maquina Latón dorado de platina plena. Pilares de sección cuadrangular. (No.111). Puente de volante calado y grabado, con un sólo pie. En la decoración del puente además del mascarón de la base aparecen animales fantásticos. El índice del regulador es una serpiente. Escape de paletas, Rueda catalina y regulador en plata numerado del I al VI. La piedra antiroce es un diamante tallado. Tamaño 50. mm. Peso 123,2, gramos.
Desde sus comienzos y hasta alrededor de 1770, la esfera presentara una organización característica: las gruesas cifras romanas se hallan incluidas entre dos círculos concéntricos. Alrededor de estos, otro dividido de cinco en cinco minutos, va rotulado con guarismos arábigos. En Inglaterra iría invariablemente acompañada de las agujas “beetle and poker” en acero pavonado o dorado incluso en oro. Después de la segunda mitad del siglo XVIII empiezan a verse en los relojes ingleses que el pie de la galluza pierde su calado y se limita a un discreto grabado, para perderlo definitivamente afila de siglo.
Los relojes de esta época en oro son poco frecuentes, al ser cajas de gran tamaño y grosor muchas de ellas fueron fundidas para obtener una considerable cantidad de metal precioso.
Saludos cronopios
El reloj de bolsillo como ingeniosidad mecánica, belleza y perfección técnica, intensa carga sentimental y evocadora, variedad casi infinita para todos los gustos y bolsillos, ¿puede pedirse algo mas a un objeto coleccionable? El reloj portátil es increíblemente “humano”. Lo sentimos muy cercano a nuestra sensibilidad porque fue concebido, construido y utilizado como objeto personal, y esta es la función que ha desempeñado fielmente hasta su arrinconamiento, que no de su muerte, pues revivirá en nuestras manos. Esta resurrección, privilegio raramente concebido a un objeto utilitario, es la que confiere sus características muy especiales a esta rama del coleccionismo.
Para seguir en el camino de la precisión era necesario eliminar dos elementos perturbadores de primer orden: el roce y el efecto sobre los metales de las diferencias de temperatura. La lucha contra el roce solamente había logrado una pálida victoria al crear las depresiones a mantener el aceite en los puntos de rodamiento de los ejes y el refuerzo de estos por medio de contrapivotes de acero endurecido. En efecto solamente es posible minimizar el frotamiento por dos medios: el engrase de efecto inmediatos, pues a la larga el aceite se espesa y oxida creando cardenillo y acelerando el desgaste, o conferir la máxima dureza posible a pivotes y contapivotes. Este último fue el camino seguido por el matemático Nicolas Fatio, que en el año 1700 descubre la manera de trabajar y perforar las piedras preciosas y su aplicación en relojería. Afincado en Inglaterra para la explotación de su invento, obtiene carta de patente en 1704 y hasta 1770 los Ingleses fueron los únicos beneficiados de tan trascendental avance. Esto contribuyó en buena parte a la supremacía relojera de este país durante el siglo XVIII.
Desde sus comienzos y hasta alrededor de 1770, la esfera presentara una organización característica: las gruesas cifras romanas se hallan incluidas entre dos círculos concéntricos. Alrededor de estos, otro dividido de cinco en cinco minutos, va rotulado con guarismos arábigos. En Inglaterra iría invariablemente acompañada de las agujas “beetle and poker” en acero pavonado o dorado incluso en oro. Después de la segunda mitad del siglo XVIII empiezan a verse en los relojes ingleses que el pie de la galluza pierde su calado y se limita a un discreto grabado, para perderlo definitivamente afila de siglo.
Los relojes de esta época en oro son poco frecuentes, al ser cajas de gran tamaño y grosor muchas de ellas fueron fundidas para obtener una considerable cantidad de metal precioso.
Saludos cronopios
El reloj de bolsillo como ingeniosidad mecánica, belleza y perfección técnica, intensa carga sentimental y evocadora, variedad casi infinita para todos los gustos y bolsillos, ¿puede pedirse algo mas a un objeto coleccionable? El reloj portátil es increíblemente “humano”. Lo sentimos muy cercano a nuestra sensibilidad porque fue concebido, construido y utilizado como objeto personal, y esta es la función que ha desempeñado fielmente hasta su arrinconamiento, que no de su muerte, pues revivirá en nuestras manos. Esta resurrección, privilegio raramente concebido a un objeto utilitario, es la que confiere sus características muy especiales a esta rama del coleccionismo.
Para seguir en el camino de la precisión era necesario eliminar dos elementos perturbadores de primer orden: el roce y el efecto sobre los metales de las diferencias de temperatura. La lucha contra el roce solamente había logrado una pálida victoria al crear las depresiones a mantener el aceite en los puntos de rodamiento de los ejes y el refuerzo de estos por medio de contrapivotes de acero endurecido. En efecto solamente es posible minimizar el frotamiento por dos medios: el engrase de efecto inmediatos, pues a la larga el aceite se espesa y oxida creando cardenillo y acelerando el desgaste, o conferir la máxima dureza posible a pivotes y contapivotes. Este último fue el camino seguido por el matemático Nicolas Fatio, que en el año 1700 descubre la manera de trabajar y perforar las piedras preciosas y su aplicación en relojería. Afincado en Inglaterra para la explotación de su invento, obtiene carta de patente en 1704 y hasta 1770 los Ingleses fueron los únicos beneficiados de tan trascendental avance. Esto contribuyó en buena parte a la supremacía relojera de este país durante el siglo XVIII.
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