Nando87
Habitual
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Ese argumento puedo entenderlo, aunque me parece muy discutible: conocer por ejemplo las normas básicas de circulación y cruce de calles para un peatón es bastante más complicados que "pongase la máscara siempre en lugares cerrados y cuando se acerque a hablar con alquien en el exterior".
Obligar al uso todo el tiempo, incluso de forma innecesaria tiene un efecto secundario contraproducente que pocos comentan: incentiva el uso de mascarillas cómodas y que apenas protegen.
Cuando a alguien le obligan a llevar, y más en verano, la boca y nariz tapada todo el tiempo en cuanto deje su casa, muchos optan por ponerse la mascarilla más cómoda, holgada y ligera que puedan encontrar, o sea las que menos protegen. Esos mismos podrían optar por una mascarilla quirúrgica más efectiva si las obligaciones de llevarla se ciñeran a los lugares donde es más efectiva.
Al final tienes un montón de gente usando mascarillas inefectivas, o poniéndoselas mal, incluyendo interiores por la tranquilidad que da el poder ver desde el balcón de tu casa como la calle está llena de enmascarados.
No creo que sea comparable, el movimiento de un peatón en la calle entraña un peligro visualmente obvio e inminente. Además, tampoco se cumplen.
Creo que es más comparable a la circulación con automóvil. Pero para esto se exige una licencia y se aplican sin miramientos medidas coercitivas. Aún así, tampoco se cumplen las normas y se pueden considerar absurdas en la misma medida: obviamente una persona de competencia media que se desplace por una autovía vacía en un Porsche salido del concesionario a 135kmh es posiblemente menos peligroso que una persona de capacidades más mermadas que se desplace por una autovía con tráfico y lluvia en un utilitario de hace 20 años a 119kmh. Sin embargo, ambos se exponen a las mismas normas, y uno está dentro de la legalidad mientras que el otro no.
Las normas generales hay que armonizarlas al nivel más simple posible. ¿Que va a haber errores? Claro. Pero, ¿cuál es la fuente original? La de todo, la de siempre: el nivel educativo. En dos tramos: el de las élites dirigentes y el de los ciudadanos corrientes. La peculiaridad de España es que posiblemente ambos estén, a criterios objetivos, en los niveles más bajos de los países desarrollados. Y en un país con un aparato administrativo tan hipertrofiado y una población tan dependiente del mismo se necesitaría un nivel de calidad educativa enorme, quimérico, para funcionar bien: por ese motivo España desde la Ilustración, o falta de ella, está en un proceso de divergencia con el resto que es un bucle de desatinos constantes.
A partir de ahí, todo es gestión de errores y contención de daños.