C
Cameron
Forer@ Senior
Sin verificar
Sabiendo de la existencia de cultivados calígrafos en este foro, y del insigne grupo de foreros que disfrutan intercambiándose misivas, he pensado que quizás fuera interesante mostraros un pequeño libro de texto de 1894 titulado Manuscrito Metódico, del que es autor Antonio Bori i Fontestà. El librito, que hallé casualmente en un rastro hace muy poco tiempo y el cual adquirí por un precio indigno, estaba destinado a la enseñanza de la lectura y redacción de cartas manuscritas, a los niños y niñas de la escuela normal, previa al Bachillerato, entonces. Editado a principios del siglo pasado en la Librería Montserrat de Salvador Santomà de Barcelona, es un precioso opúsculo que recoge un centenar de cartas manuscritas facsímiles de diversa naturaleza. A tenor de la fecha de edición y las notas de su anterior propietario (1930-1931) este "Manuscrito Metódico" debió emplearse durante bastantes décadas en algunas escuelas españolas.
Aprovechando esta presentación, reflexiono – y me consta que ya se ha tratado este tema en este foro- sobre el tremendo déficit formativo que nuestra juventud tiene, no ya en el arte de la caligrafía, sino en el de la mera redacción y el dominio de la escritura y el lenguaje, aspecto éste más preocupante. Permitidme reproducir la introducción que el autor hace del libro, a fuer de intentar extrapolarla a nuestra época:
“La carta, como sencilla expresión que es del objeto de la escritura, sirve para transmitir a los ausentes nuestras ideas y pensamientos por medio de la palabra escrita. Según los asuntos que las motivan, se las clasifica en: familiares, mercantiles, de felicitación, pésame, recomendación, etc.
Las cartas deben redactarse con claridad y concisión, para que el lector comprenda fácilmente los extremos que la abrazan. Sólo en las familiares es permitida alguna expansión según sea el afecto de las personas que se correspondan.
Antes de escribir una carta, debe procurarse pensarla bien y adornarla de cierta tranquilidad de espíritu, aun en aquellas que los asuntos puedan alterar nuestros ánimos; porque, si la persuasión y buena forma todo lo alcanzan, el empleo de palabras agrias o mortificantes sólo conduce a la negativa de lo mismo que deseamos.
El buen carácter de letra revela buena educación en el que escribe, y las fórmulas de cortesía con que encabezan y terminan las cartas predisponen al que las recibe a atenderlas debidamente. La adición de postdatas, las rasgaduras y los borrones, a más de acusar censurables distracciones son pruebas de desaliño que conviene evitar para no dar lugar a una torcida apreciación de nuestros respetos y fuerzas.”
He aprovechado la ocasión para mostraros unas Parker unos 30 añitos más jóvenes que el libro. Saludos y gracias por leer.
Aprovechando esta presentación, reflexiono – y me consta que ya se ha tratado este tema en este foro- sobre el tremendo déficit formativo que nuestra juventud tiene, no ya en el arte de la caligrafía, sino en el de la mera redacción y el dominio de la escritura y el lenguaje, aspecto éste más preocupante. Permitidme reproducir la introducción que el autor hace del libro, a fuer de intentar extrapolarla a nuestra época:
“La carta, como sencilla expresión que es del objeto de la escritura, sirve para transmitir a los ausentes nuestras ideas y pensamientos por medio de la palabra escrita. Según los asuntos que las motivan, se las clasifica en: familiares, mercantiles, de felicitación, pésame, recomendación, etc.
Las cartas deben redactarse con claridad y concisión, para que el lector comprenda fácilmente los extremos que la abrazan. Sólo en las familiares es permitida alguna expansión según sea el afecto de las personas que se correspondan.
Antes de escribir una carta, debe procurarse pensarla bien y adornarla de cierta tranquilidad de espíritu, aun en aquellas que los asuntos puedan alterar nuestros ánimos; porque, si la persuasión y buena forma todo lo alcanzan, el empleo de palabras agrias o mortificantes sólo conduce a la negativa de lo mismo que deseamos.
El buen carácter de letra revela buena educación en el que escribe, y las fórmulas de cortesía con que encabezan y terminan las cartas predisponen al que las recibe a atenderlas debidamente. La adición de postdatas, las rasgaduras y los borrones, a más de acusar censurables distracciones son pruebas de desaliño que conviene evitar para no dar lugar a una torcida apreciación de nuestros respetos y fuerzas.”
He aprovechado la ocasión para mostraros unas Parker unos 30 añitos más jóvenes que el libro. Saludos y gracias por leer.