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Cena a traición (I)

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Sanza

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Como creo que algún virrey, preboste, o presidente de algo faltaba a la cena, decidieron llamarme a mí para ocupar su silla, y en mi condición de pobre pero de morro fino acepté levantarme de la oficina (ja!) y salir corriendo al Hotel ese donde me iban a dar de comer por la filomatic.

Sí, en el vestíbulo ya se veían caras conocidas, políticos y políticas, prohombres (es decir, gente con negocios y sobrinas de buen ver) y prohombras (¿), jóvenes con barbas de tres días que llevan más trabajo que el cabrón del Pet con sus afeitados artísticos, individuos famélicos (me gusta contarme), una pareja discutiendo (juraría que ella le estaba golpeando los testículos) y gente muy rara en general.

El Hotel, pues de esos que reforman y hacen modernos, con U-glass, trámex, serigrafías pseudo-Warhol, Alucobond, acero corten, techos de fibra de abeto cuperizado, policarbonatos de 10mm –y todas estas cosas donde no van, los arquitectos psicópatas proliferan- y fresno virginal de las solitarias montañas de los fiordos de allá donde Cristo dio las tres voces (por lo que vale, o es virgen el fresno, o sólo ha tenido sexo oral).

Inspiro, procuro no alarmarme, ingiero dos Alapryles y un Myolastan (mierda, no llevo las pastillas para no quedarme embarazado, que es lo único que me falta), intento no sudar, y busco al grupo que inconscientes que ha diseñado una mesa donde al parecer cabo por no decir quepo…yo.

Me piden una caña (esto va bien, tengo ganas hasta de llorar, pero los ansiolíticos empiezan a hacer efecto) e intercambio obviedades que sólo entiendo yo con las mujeres de mis amigos (los hombres no me gustan) y consigo acabármela (la cerveza, por Dios) antes de que el hijo puta del Maître me lleve en volandas al comedor, con lo que yo ahora sí se lo digo en voz alta: “no me gustan los hombres”.

La sala se encuentra semioscurecida, y hay una vela en el centro de la mesa, lo cual me deja perplejo y empiezo a fijarme en si alguien se desnuda, y, en concreto, a quien rayos van a sentar a mi lado, por si luego no dejan elegir…; pero en cualquier caso no es mala y se encuentra próxima a una gran pantalla (¿) donde proyectan imágenes incomprensibles, subtituladas, de personas negras con instrumentos musicales y pipas de crack y agujas.

Aunque dudo de todo ello, y miro las expresiones de los demás por si me lo estoy imaginando, en realidad.

También hay una pequeña plataforma donde veo (ay, ay) una batería, uno chelo (ay, ay, ayayaya) y micrófonos, aunque me cabe por no decir quepa la esperanza de que estén desconectados, se los haya dejado allí Beethoven antes de la restauración tipo Odisea 2201 del Hotel, o mañana se celebre una boda del tipo que sea (heterosexual-heterosexual, heterosexual-homosexual; homosexual-homosexual tipo pelo-pelo, pescado-pescado u otras variantes)

Gracias al cielo, encienden la iluminación principal (debían estar en pruebas con las velitas) y el mundo se hace a mi alrededor, y como la gente sonríe, charla, se mira y se pone a parir, me relajo y leo la carta que se encuentra frente a mi plato, que, advierto a toda la mesa a gritos, aún está vacío.

Sí, el arquitecto venido de los infiernos también ha diseñado el menú, y aunque tiene materia prima de este planeta, lo que dice que han hecho con ella creo que está prohibido en países más civilizados que el nuestro, y, en concreto, en la Edad Media te hubieran quemado por ello: por jodeeeeeeer la comida (esto ya pasa siempre y no es novedad, pero es gratis ponerlo)

El vino, de zona novedosamente puesta de moda, está bien y aunque me lleva algunos minutos de fuerte discusión conseguir que me den una botella a mí sólo, me hace sentirme a gusto…también pretenden echarme agua, pero le comento a nuestro camarerO (mierrrda) que las pastillas ya me las he tomado y me deja tranquilo (aunque a mi padre creo que no)


Sí hay una incoherencia relativa a la vajilla, pues la comida ésta disfuncional la sirven en platos no tipo tetris, sino pulcramente redondos y de tamaños y alzada convencionales. Quisiera protestar, comentar a alguien que mande que esto daña mi sentido de la correspondencia, y que por favor me cambien el Hotel, la comida, y los baños (prescindo lo de comentar cómo son los baños, pues hay cosas que un cristiano bautizado no puede decir, no me es posible) y me los vayan poniendo como la loza…

Ah, sí, los baños son una puta pesadilla y en la puerta de entrada hay una tía pintada y dentro, consecuentemente, mujeres que entran y salen apresuradamente porque no les convence agacharse sobre un urinario transparente y masculino (para chorras, quiero decir).

Bueeeeeeeeeeenoooo…comemos…primer plato, que me tienen que cambiar cuando lo rompo, pensando que el dibujo del fondo también era comida que no se dejaba pinchar… (culpa de los colores)…segundo plato (tienen que haberse equivocado, no hay ningún animal que troceado aunque sea por un criminal tenga esa pinta…)…y postre (juntan de nuevo cosas inverosímiles y sin embargo está bueno, y aplaudo furiosamente, y mi anfitrión me vuelve a advertir y señala la puerta…)


Entonces entran los de Caiga quien Caiga por la puerta…no espera…es James Belushi y unos amigos…no, no, son los del Clan Tanhaka que vienen a foll…a Uma Thurman…euhhh…jodeeer! Los Soprano!

La cámara hace un zoom sobre mi cara, para captar el instante preciso de conocimiento, comprensión y dolor, que supone reconocer que cuatro tipos de traje negro y camisas blancas y corbata pretenden subirse a la tarima de antes y tocar jazz…

Como este tipo de tropelías siempre está bien organizado, apagan de nuevo las luces, cierran las puertas y apuestan en ellas a seguramente el cocinero del cuchillo mágico…y antes de que pueda zafarme me pasan un brazo por el hombro y me amenazan: “tú de aquí n-o-t-e-m-u-e-v-e-s”

En la puñetera pantalla esa se ve que habían intentado acondicionarnos con un docudrama sobre negros músicos de jazz heroinómanos pero con una espíritu artístico y una belleza interior del copón de la baraja, que se metían hasta polvo de talco, y que a pesar de ello tocaban como los ángeles el rato que no viajaban o andaban con el mono…y hacían un recorrido por los garajes, sótanos y perreras (digo yo) de San Francisco para meternos en la sesera lo mal que lo habían pasado para poder crear el lenguaje de la batería y poder tocar a pesar de olvidarse el arco del chelo en el colchón de la guarida…

Lo bueno es que salía una cuesta donde creo que Bullit iba a toda leche con el V8, pero a los cretinos de la cuarta mesa a la izquierda no les pareció bien que se lo espetase, y que hiciera brommm, brommm ñiaoooo en su dirección…

Elllllll concierto.
 
No sigas... te quedaste dormido!!!.
 
Genial, como siempre..... esperaremos la siguiente entrega de las cosas "tan raras" que te pasan, y lo bien explicadas que están:ok::
 
y la cena gratis te compensó tanto sufrimiento?;-)
 
Dios mío Sanza, quiero leer una novela tuya, en serio, qué disfrute de lectura. Gracias!
 
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