rodilla
Milpostista
Sin verificar
Hola amigos¡¡¡
Hoy he vuelto a las andadas en el Rastro de Madrid.
Confieso que llevaba algún tiempo en el que no acudía a mi cita semanal con la debida prontitud.
La pereza no es buena aliada en estos devaneos cinegéticos, y parecía que la fortuna castigara mi holgazanería con piezas raquíticas y, en su mayor parte, enfermas de mixomatosis (ejes de volante rotos, tapas extraviadas, agujas sin pedigrí y repintes heréticos).
Para redimirme, esta mañana ha habido madrugón, de los buenos, con oscuridad y vaho. Me he pertrechado con indumentaria de abrigo, botas con suela de tocinilla, y en el morral he echado una navajilla, algunas piezas de reclamo y mi lupa.
De esta guisa revestido (se acerca el carnaval), me he acercado a uno de mis mercantes favoritos.
Tras un buen rato de contemplación, más bien acecho, me he percatado de un cambalache: he visto como el dueño del tenderete entregaba un pequeño objeto, que tenía a buen recaudo y fuera del negocio inter ommnes, a un señor mayor, de mirada torva y regusto sacerdotal en el vestir, que, a la sazón, tenía al lado
- Aquí tiene Don XXXXXXXX, le he guardado esto.
El buen hombre lo observa, lo mira con lupa, lo escucha, lo palpa, lo vuelve a girar ... y que no, que no le convence; pregunta el precio, recibe una respuesta (a mi modo de ver indecente, por su escasa cuantía), tuerce el gesto y me perdona la vida diciéndome:
- a ver ... que parece que lo miras mucho ... si tanto te gusta, te lo puedes quedar¡¡¡¡.
Tiendo la mano, y sí, me lo quedo. Pago lo indicado y lo echo al morral.
Espero que os agrade:
Hoy he vuelto a las andadas en el Rastro de Madrid.
Confieso que llevaba algún tiempo en el que no acudía a mi cita semanal con la debida prontitud.
La pereza no es buena aliada en estos devaneos cinegéticos, y parecía que la fortuna castigara mi holgazanería con piezas raquíticas y, en su mayor parte, enfermas de mixomatosis (ejes de volante rotos, tapas extraviadas, agujas sin pedigrí y repintes heréticos).
Para redimirme, esta mañana ha habido madrugón, de los buenos, con oscuridad y vaho. Me he pertrechado con indumentaria de abrigo, botas con suela de tocinilla, y en el morral he echado una navajilla, algunas piezas de reclamo y mi lupa.
De esta guisa revestido (se acerca el carnaval), me he acercado a uno de mis mercantes favoritos.
Tras un buen rato de contemplación, más bien acecho, me he percatado de un cambalache: he visto como el dueño del tenderete entregaba un pequeño objeto, que tenía a buen recaudo y fuera del negocio inter ommnes, a un señor mayor, de mirada torva y regusto sacerdotal en el vestir, que, a la sazón, tenía al lado
- Aquí tiene Don XXXXXXXX, le he guardado esto.
El buen hombre lo observa, lo mira con lupa, lo escucha, lo palpa, lo vuelve a girar ... y que no, que no le convence; pregunta el precio, recibe una respuesta (a mi modo de ver indecente, por su escasa cuantía), tuerce el gesto y me perdona la vida diciéndome:
- a ver ... que parece que lo miras mucho ... si tanto te gusta, te lo puedes quedar¡¡¡¡.
Tiendo la mano, y sí, me lo quedo. Pago lo indicado y lo echo al morral.
Espero que os agrade:
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