V
velablanca
Forer@ Senior
Sin verificar
Buenas tardes, amigos. Esta mañana, en plena agonía del puente y rumiando la desazón de un par de mercadillos frustrados, bien por la lluvia o por otras circunstancias, a mi mujer se le ocurre que podíamos visitar un anticuario de la ciudad del que nos habían hablado y que por azar no habíamos visitado nunca. Allí nos dirigimos y por fin lo encontramos abierto.
Allí había de todo. Hojeo libros; pregunto por navajas de afeitar, pero están en un estado lamentable; veo relojes de bolsillo; pregunto precios de algunos grabados y desde luego no hay gangas. El anticuario, en sí mismo una antigüedad, tiene la estrategia de hacerse el tonto o el rústico, lo que le sirve para hacerse cercano y para que uno se confíe. O tal vez sea realmente rústico. Un detalle: fuma y cuando acaba el cigarrillo arroja la colilla al suelo, sin más.
Pregunto por relojes de pulsera, pero me dice que no tiene nada de lo que a mí me gusta. Ignoro cómo sabe lo que a mí me gusta (tal vez se ha fijado que llevo un Longines en la muñeca) pero me saca un cajón lleno de chatarra en el que se mezclan cuarzos, swatch y relojes casi siempre de los setenta u ochenta. Seguramente algunos de valor aunque sea para fornituras. Pero reparo en un Zodiac. Le doy cuerda y empieza a andar. Procuro que el buen hombre no note mi reacción, pero lo aprieto en mi mano y sigo buscando. Al final le pregunto por el precio. Duda y por fin:
--Para hacerlo cliente en adelante se lo pondré barato: 15 euros.
No digo nada. Tampoco sobre el plan de fidelización, y sigo buscando en el cajón: dos ruinas, un dogma y un duward llaman mi atención, pero les falta la corona y al dogma, además, la aguja del segundero (continuará)
Allí había de todo. Hojeo libros; pregunto por navajas de afeitar, pero están en un estado lamentable; veo relojes de bolsillo; pregunto precios de algunos grabados y desde luego no hay gangas. El anticuario, en sí mismo una antigüedad, tiene la estrategia de hacerse el tonto o el rústico, lo que le sirve para hacerse cercano y para que uno se confíe. O tal vez sea realmente rústico. Un detalle: fuma y cuando acaba el cigarrillo arroja la colilla al suelo, sin más.
Pregunto por relojes de pulsera, pero me dice que no tiene nada de lo que a mí me gusta. Ignoro cómo sabe lo que a mí me gusta (tal vez se ha fijado que llevo un Longines en la muñeca) pero me saca un cajón lleno de chatarra en el que se mezclan cuarzos, swatch y relojes casi siempre de los setenta u ochenta. Seguramente algunos de valor aunque sea para fornituras. Pero reparo en un Zodiac. Le doy cuerda y empieza a andar. Procuro que el buen hombre no note mi reacción, pero lo aprieto en mi mano y sigo buscando. Al final le pregunto por el precio. Duda y por fin:
--Para hacerlo cliente en adelante se lo pondré barato: 15 euros.
No digo nada. Tampoco sobre el plan de fidelización, y sigo buscando en el cajón: dos ruinas, un dogma y un duward llaman mi atención, pero les falta la corona y al dogma, además, la aguja del segundero (continuará)