Secundo la idea. Me gusta mucho leer sus comentarios, a ratos alocados pero llenos de pasión, por supuesto desde el punto de vista positivo. Me encanta ver como presenta sus relojes con alegría y orgullo, tanto los de pocos dólares como las grandes piezas.
Yo me acuerdo de Venezuela cundo le leo. Y solo estuve una vez. Un "tío" mío vivió muchos años en Venezuela -media vida- y lo pongo entre comillas porque era un tío político pero como si fuera carnal. Y cuando leo lo que pasa en Venezuela no puedo evitar recordar a Luis. Nació en Guinea Ecuatorial cuando era colonia española, en la zona continental que es una zona selvática. Su padre era médico y fue destinado allí al poco de finalizar la guerra para controlar las enfermedades más habituales por esa zona ecuatorial. Después estudió en Madrid pero amaba tanto Guinea que volvió para regentar plantaciones de cacao y banana. La situación política tras la independencia le obligaron a volver a España y empezar a trabajar como jefe de cocina en un importante hotel de Madrid. Sus padres, por cierto, eran dos personas increíbles. Recuerdo a su padre muy mayor y sordo como una tapia. Fuimos una vez a buscarle en coche un domingo para comer por ahí y al entrar en el coche se dio un buen golpe en la cabeza. "Mierda de vejez" dijo. Y paseando por la calle Alcalá existe una pastelería que tenía un gran cartel de neón que ponía "napolitanas calientes" y me daba con el codo y decía "venga, Alfonso, aprovecha...!" La madre, católica de las de antes, abría los ojos como platos con algunos comentarios de su marido. Era una excelente cocinera y ya con sus años, a pesar de insistir que no hiciera y con las manos deformadas por la artritis, cocinaba unos roscos de Reyes maravillosos y unos marrón glacé que todavía recuerdo.
Se casó y pasó a México, en la misma empresa, y al fin se fue a Venezuela a abrir su primer hotel a primeros de los 70. Allí nacieron sus dos hijos y le fue muy bien. Venezuela era su vida, tenía el calor y el carácter que a él más le gustaban. Y con 13 años le conocí por primera vez, allí, en su hotel. Cuando Chávez subió al poder las presiones pudieron con él y dejó el hotel a cargo de su hijo y vino a España, a Cádiz, porque decía que era lo que más se parecía a Venezuela después de las Canarias. Su hijo desistió también y vendió el hotel, fundando unas tintorerías en Valencia.
Poco nos duró Luis, pues al poco de morir sus padres se fue él, un derrame cerebral inesperado que le tuvo mendigando por morir durante un año. Le recuerdo con su pipa, sus conocimientos de cocina, hablaba a veces a sus hermanos pamue (la lengua guineana) su excepcional humor y su amor por Venezuela. Por eso, aunque solo estuve una vez, tengo presente ese país, por haber conocido y trabajado con gente maravillosa que pasó o es de allí.
Y perdonen por haberles escrito este aburrido relato, sin repasar y directo del corazón.