N
nomos
Forer@ Senior
Sin verificar
Este es mi primer hilo y mi primer saludo a todos vosotros. Tengo una modesta colección de relojes, entre ellos algunos vintages como los dos Universal Geneve Polerouter que os presento, aunque uno ya no es mio.
Si bien es cierto que la posesión de cualquier vintage hace sentirse orgulloso a cualquiera, me parece a mí que esta sensación es todavía superior cuando el reloj del que se trata ha estado toda su vida en nuestro poder; cuando lo adquirimos con ilusión, o nos lo regalaron, y ha ido haciéndose vintage al mismo tiempo que nosotros. Y este es el caso de los dos relojes que os presento.
El primero es un Polerouter Super de acero. Es automático con microrrotor y la corona va atornillada. Me lo regaló mi padre cuando yo aún iba al colegio.
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Con él he practicado todo tipo de juegos y deportes en el patio del colegio (deportes de alto riesgo para cualquier reloj); me ha acompañado a la playa y a la montaña; ha hecho, conmigo, pesca submarina; me ha dado la hora en los exámenes y en el trabajo; y hemos viajado juntos a un montón de sitios. En fin, que ha sido, durante muchos años, un compañero inseparable. Un día, siendo mi hijo todavía pequeño, lo dejó caer (evidentemente, la culpa fue mia) y se rompió el plexi que llevaba con lupa en la fecha. Ya no existían repuestos originales, pero inmediatamente, le puse el que ahora puede verse, y este es el magnífico aspecto que tiene todavía hoy.
La foto del movimiento, bien conocida por todos vosotros, la he obtenido de internet.
Este reloj ya no me pertenece, se lo regalé a mi hijo cuando éste tenía ya más de 20 años: le gustaba y me lo pidió. Resulta sorprendente que después de casi 50 años parezca casi nuevo. Marcha estupendamente y mi hijo se lo pone frecuentemente.
El segundo, es un Poleroute Compact de oro. Es automático y desconozco si el movimiento es un microrrotor. Éste, también fue un regalo de mi padre y es de una antigüedad muy parecida al de acero.
Puedo decir lo mismo que del otro. Ha sido un compañero casi igual de inseparable y, casi, igual de querido.
Su aspecto es también magnífico, yo diría que incluso mejor, y su conservación y marcha también. Yo no le he hecho ningún cambio, está tal y como me lo entregaron hace más de cuarenta años. No se le ha cambiado ni el plexi. Todavía está en mi poder, aunque su pequeño tamaño, unos 33 mm, hace que me lo ponga en muy raras ocasiones, aunque no por ello lo tengo menos cariño.
Aprecio muchísimo a estos dos relojes amigos y casi de mi edad. Para despedirme, una foto de los dos juntos.
Si bien es cierto que la posesión de cualquier vintage hace sentirse orgulloso a cualquiera, me parece a mí que esta sensación es todavía superior cuando el reloj del que se trata ha estado toda su vida en nuestro poder; cuando lo adquirimos con ilusión, o nos lo regalaron, y ha ido haciéndose vintage al mismo tiempo que nosotros. Y este es el caso de los dos relojes que os presento.
El primero es un Polerouter Super de acero. Es automático con microrrotor y la corona va atornillada. Me lo regaló mi padre cuando yo aún iba al colegio.
Con él he practicado todo tipo de juegos y deportes en el patio del colegio (deportes de alto riesgo para cualquier reloj); me ha acompañado a la playa y a la montaña; ha hecho, conmigo, pesca submarina; me ha dado la hora en los exámenes y en el trabajo; y hemos viajado juntos a un montón de sitios. En fin, que ha sido, durante muchos años, un compañero inseparable. Un día, siendo mi hijo todavía pequeño, lo dejó caer (evidentemente, la culpa fue mia) y se rompió el plexi que llevaba con lupa en la fecha. Ya no existían repuestos originales, pero inmediatamente, le puse el que ahora puede verse, y este es el magnífico aspecto que tiene todavía hoy.
La foto del movimiento, bien conocida por todos vosotros, la he obtenido de internet.
Este reloj ya no me pertenece, se lo regalé a mi hijo cuando éste tenía ya más de 20 años: le gustaba y me lo pidió. Resulta sorprendente que después de casi 50 años parezca casi nuevo. Marcha estupendamente y mi hijo se lo pone frecuentemente.
El segundo, es un Poleroute Compact de oro. Es automático y desconozco si el movimiento es un microrrotor. Éste, también fue un regalo de mi padre y es de una antigüedad muy parecida al de acero.
Puedo decir lo mismo que del otro. Ha sido un compañero casi igual de inseparable y, casi, igual de querido.
Su aspecto es también magnífico, yo diría que incluso mejor, y su conservación y marcha también. Yo no le he hecho ningún cambio, está tal y como me lo entregaron hace más de cuarenta años. No se le ha cambiado ni el plexi. Todavía está en mi poder, aunque su pequeño tamaño, unos 33 mm, hace que me lo ponga en muy raras ocasiones, aunque no por ello lo tengo menos cariño.
Aprecio muchísimo a estos dos relojes amigos y casi de mi edad. Para despedirme, una foto de los dos juntos.
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