ferraz
Forer@ Senior
Sin verificar
Estado de Paz . . . .
. . . . . en éste momento que me encuentro en casa, con casi toda la familia andando de un lado para otro, con esos ruidos entrañable de preparación de las cosas tópicas de esta noche, no sé por qué se me ha agolpado en la memoria aquellos otros, los de niño, en donde la ilusión infantil, sin tanto consumo y tanto de todo, me parecen, no sé, me parecen más verdaderos, más sencillos, más de andar por casa, aquellos momentos irrepetibles.¡Hombre, uno ya no es aquel niño! y los ojos ya ha visto demasiadas cosas como para haber perdido la candidez de entonces, pero así todo, hoy me encuentro con una paz que había perdido desde hace unos días. Hasta hace un par de horas que, ya digo, la familia me ha transportado a otra época, que creo era menos materialista y a lo poco que hubiera se le sacaba más partido, porque el cariño con que se hacia, era la parte más importante puesta en el asador. El pollo podría ser famélico, pero adobado con el amor de una madre, siempre alegre y dispuesta a agradar a los suyos y darles todo lo mejor, crecía de tal manera que parecía un ñandú.
El turrón de Alicante, se parecá en tamaño y era un verdadero ladrillo que había que luchar con él a base de cuchillo bonitero y martillo pilón. Yo me reservaba las migajucas que quedaban después de la batalla, porque eran más fáciles de masticar. Ahora ya le tienes “prepartido” o son tabletas tan finas, que se pueden quebrar con la mano. Y había las cosas contadas y casi de catálogo en todas las mesas, las afortunadas, porque en algunas lamentablemente no había lo mínimo para esas fechas. El de Jijona soltaba tanto aceite, que se podía reservar para freír un par de huevos y hasta las patatas fritas (siempre se exagera por lo que merma ¿no?). Los piñones, las peladillas, las figuritas de mazapán y para los más afortunados el cocodrilo. Con que ganas me quedaba todos los años, que hubiera uno en nuestra mesa. Me daba igual, el metido en una caja circular de cartón o el estirado con toda su majestuosidad, pero eso sí, los dos con la lengua afuera.
Ahora se adelanta todo al mes de noviembre y a partir del mes de diciembre, a todo el mundo le entra un come come, que empujado por la publicidad, parece que tiene la imperiosa necesidad de gastar, gastar, gastar, para hacer añicos la paga extraordinaria de Navidad.
Las mesas se desbordan con todo lo mejor, todo parece poco. Los mejores manjares ya preparados.
La noche de Nochebuena, porque se nos ha colado un tipo barrigón, vestido de rojo, que nada tiene que ver con nuestra cultura, se hacen regalos, pero se hacen en casa propia, en casa de los abuelos, en casa de los tíos y en algunos casos, en el vecino que está al lado nuestro. Y como son panes prestados hay que corresponder con los mismos o perecidos. Ni cuento lo que se queda para Reyes. ¿Se puede pasar a creer que en El Corte Inglés de mi localidad se han agotado las consolas X-Box, PSP, Nintendo y seguro que hay otras marcas que yo desconozco? Todo lo electrónico ha volado y lo más caro, antes lo ha hecho.
Se dice que el país (se refieren a España, cuando utilizan esta palabra. Lo digo por si no se les entiende) va muy bien económicamente y coloquialmente es todo lo contrario. Después de ver esta barbarie de gasto, ¿quién tendrá razón? ¿o también se hipoteca el mes de enero para hacer estas compras? De todo habrá.
Esta mediodía en un programa después de las noticias, han dado unas imágenes de un periodista que hacía entrega de juguetes a unos niños y se ha visto a uno de ellos rechazando un regalo, porque no le gustaba seguramente y algo le dijo a dicho periodista y seguro que era de todo menos bonito. Naturalmente se quedó que si le pinchan no sangra.
A que punto hemos llegado de consumo y despilfarro. Por eso digo que en este momento me encuentro feliz rodeado de mi familia más próxima y sabiendo que en nuestra mesa, habrá lo justo, lo tradicional en las fechas que estamos, pero sin pasarse de la línea de lo éticamente racional. Eso me da una gran paz interior.
Bueno, que me ha dado por plasmar esto, negro sobre blanco, mientras el sonido agradable de “pucheros en el hogar”, me ha hecho volar con el pensamiento a otra época, ¿mejor?, ¿peor? no lo sé, pero sí creo que más entrañable.
Que todos lo pasemos lo mejor posible y que el año que viene, el 2008, apliquemos la socorrida frase de “Virgencita, que me quede como estoy”
Un abrazo para todos, ferraz
. . . . . en éste momento que me encuentro en casa, con casi toda la familia andando de un lado para otro, con esos ruidos entrañable de preparación de las cosas tópicas de esta noche, no sé por qué se me ha agolpado en la memoria aquellos otros, los de niño, en donde la ilusión infantil, sin tanto consumo y tanto de todo, me parecen, no sé, me parecen más verdaderos, más sencillos, más de andar por casa, aquellos momentos irrepetibles.¡Hombre, uno ya no es aquel niño! y los ojos ya ha visto demasiadas cosas como para haber perdido la candidez de entonces, pero así todo, hoy me encuentro con una paz que había perdido desde hace unos días. Hasta hace un par de horas que, ya digo, la familia me ha transportado a otra época, que creo era menos materialista y a lo poco que hubiera se le sacaba más partido, porque el cariño con que se hacia, era la parte más importante puesta en el asador. El pollo podría ser famélico, pero adobado con el amor de una madre, siempre alegre y dispuesta a agradar a los suyos y darles todo lo mejor, crecía de tal manera que parecía un ñandú.
El turrón de Alicante, se parecá en tamaño y era un verdadero ladrillo que había que luchar con él a base de cuchillo bonitero y martillo pilón. Yo me reservaba las migajucas que quedaban después de la batalla, porque eran más fáciles de masticar. Ahora ya le tienes “prepartido” o son tabletas tan finas, que se pueden quebrar con la mano. Y había las cosas contadas y casi de catálogo en todas las mesas, las afortunadas, porque en algunas lamentablemente no había lo mínimo para esas fechas. El de Jijona soltaba tanto aceite, que se podía reservar para freír un par de huevos y hasta las patatas fritas (siempre se exagera por lo que merma ¿no?). Los piñones, las peladillas, las figuritas de mazapán y para los más afortunados el cocodrilo. Con que ganas me quedaba todos los años, que hubiera uno en nuestra mesa. Me daba igual, el metido en una caja circular de cartón o el estirado con toda su majestuosidad, pero eso sí, los dos con la lengua afuera.
Ahora se adelanta todo al mes de noviembre y a partir del mes de diciembre, a todo el mundo le entra un come come, que empujado por la publicidad, parece que tiene la imperiosa necesidad de gastar, gastar, gastar, para hacer añicos la paga extraordinaria de Navidad.
Las mesas se desbordan con todo lo mejor, todo parece poco. Los mejores manjares ya preparados.
La noche de Nochebuena, porque se nos ha colado un tipo barrigón, vestido de rojo, que nada tiene que ver con nuestra cultura, se hacen regalos, pero se hacen en casa propia, en casa de los abuelos, en casa de los tíos y en algunos casos, en el vecino que está al lado nuestro. Y como son panes prestados hay que corresponder con los mismos o perecidos. Ni cuento lo que se queda para Reyes. ¿Se puede pasar a creer que en El Corte Inglés de mi localidad se han agotado las consolas X-Box, PSP, Nintendo y seguro que hay otras marcas que yo desconozco? Todo lo electrónico ha volado y lo más caro, antes lo ha hecho.
Se dice que el país (se refieren a España, cuando utilizan esta palabra. Lo digo por si no se les entiende) va muy bien económicamente y coloquialmente es todo lo contrario. Después de ver esta barbarie de gasto, ¿quién tendrá razón? ¿o también se hipoteca el mes de enero para hacer estas compras? De todo habrá.
Esta mediodía en un programa después de las noticias, han dado unas imágenes de un periodista que hacía entrega de juguetes a unos niños y se ha visto a uno de ellos rechazando un regalo, porque no le gustaba seguramente y algo le dijo a dicho periodista y seguro que era de todo menos bonito. Naturalmente se quedó que si le pinchan no sangra.
A que punto hemos llegado de consumo y despilfarro. Por eso digo que en este momento me encuentro feliz rodeado de mi familia más próxima y sabiendo que en nuestra mesa, habrá lo justo, lo tradicional en las fechas que estamos, pero sin pasarse de la línea de lo éticamente racional. Eso me da una gran paz interior.
Bueno, que me ha dado por plasmar esto, negro sobre blanco, mientras el sonido agradable de “pucheros en el hogar”, me ha hecho volar con el pensamiento a otra época, ¿mejor?, ¿peor? no lo sé, pero sí creo que más entrañable.
Que todos lo pasemos lo mejor posible y que el año que viene, el 2008, apliquemos la socorrida frase de “Virgencita, que me quede como estoy”
Un abrazo para todos, ferraz
