Boskomia
Forer@ Senior
Sin verificar
Buenas noches a tod@s,
Hoy no voy a hablar de los relojes Camel Trophy.
Quería compartir con vosotros unas reflexiones que llevo realizando desde hace algún tiempo; sobre todo en los últimos tres años….con la que está cayendo aquí en España….con la bajada de sueldos (aunque algunos lo siguen negando….)…la reducción de plantillas, el incremento de las bolsas de pobreza….el éxodo masivo de trabajadores cualificados e investigadores...
Estas reflexiones las he compartido esta mañana con un periodista de un diario de tirada nacional. Y, éste, estupefacto tras oír mis reflexiones, me ha invitado a reflejarlas en forma de Tribuna en una página del periódico en el que trabaja.
No obstante, antes de acometer ese paso (no estoy todavía seguro) quería compartirlas con vosotros.
Como algunos de vosotros ya sabéis, me dedico a la enseñanza universitaria. Resulta que el curso pasado, un brillante alumno que compagina su trabajo con los estudios, me comentó en una tutoría que él, como trabajador de la limpieza en el Ayuntamiento, cobra más que un profesor de Universidad. Ante mi sorpresa, (yo ya sabía que, por ejemplo, un policía local gana de media más que un Profesor titular de Universidad), y guardándole el debido respeto que se merece (primero por la profesión que ejerce; segundo, por la valentía de dedicar sus ratos de ocio a formarse y estudiar una carrera) le comenté que cuando yo era pequeño, los profesores de primaria insistían en que estudiásemos y sacásemos una carrera para ser personas de provecho, porque, de lo contrario, acabaríamos «de barrenderos o basureros»…..
….Maldito el día en que tuve que escuchar aquello. Visto lo visto.
Y es que me parece totalmente indigno que, aquí en España, la enseñanza universitaria esté tan poco valorada no sólo social, sino, sobre todo, económicamente. Y hablo no sólo por mí, sino por un porcentaje alto de docentes que en su día sacrificaron parte de su juventud y la eventual creación de una familia (tuve mi primer hijo con 40 años; me casé con 39; ahora tengo 43) para estudiar, «hincar los codos», formarse, con el objetivo de, posteriormente, formar a alumnos universitarios.
Mi caso particular: una licenciatura, una diplomatura, un máster en el extranjero, un doctorado en Alemania, realizando ahora la segunda tesis doctoral para conseguir un segundo doctorado. Diez años de estancia en Alemania. Primero como estudiante, después como doctorando y finalmente como profesor. Estancias en otros centros de investigación de Austria, Finlandia y el Reino Unido, financiadas con becas de prestigio pre- y postdoctorales. Investigador Ramón y Cajal durante cinco años con el número uno en mi disciplina. Seis libros publicados hasta el momento (dos de ellos en alemán), más de cuarenta artículos en revistas de impacto españolas y extranjeras. Una media de 8-10 conferencias anuales en Congresos nacionales e internacionales. Impartición de docencia en varios másters organizados por Universidades españolas y de fuera.
Una media de 500 alumnos bajo mi responsabilidad cada curso. 8-10 horas de docencia a la semana. A lo que hay que sumar tutorías, seminarios, trabajo burocrático, subdirección de una revista científica, redacción de artículos, capítulos de libro, contribuciones en obras colectivas, preparación de conferencias y dictámenes, participación en proyectos de investigación, preparación de las propias clases…
Todo ello se traduce en una media de 75 horas de trabajo a la semana. Descansando sábados y/o domingos en semanas alternas, pero trabajando el fin de semana una media de 12 horas. Cinco días de vacaciones en agosto desde hace una década. Cinco. Aprovecho el mes de agosto cuando la Universidad en España está cerrada para coger a mi familia (casado con dos hijos) y viajar a una Universidad alemana para realizar labores de investigación con colegas germanos y de otros países. El mes de agosto.
¿Y todo ello por un sueldo inferior al de un policía local o el de un trabajador de la limpieza? Trabajos dignos, dignísimos y necesarios….pero al fin y a la postre trabajos que requieren una dedicación concreta, una formación específica y no tan intensa y dilatada en el tiempo como es mi caso; trabajos con un horario fijo, por ejemplo de 6:00 de la mañana a 2 de la tarde, desconectando el resto del día y dedicándolo a lo que uno le venga en gana. La mayoría (no todos, porque de todo hay) de los profesores universitarios con vocación no desconectan. Desde las 8.00 de la mañana hasta las 12.00 de la noche todo gira en torno a la docencia y la investigación. De lunes a viernes en la Universidad y el fin de semana en casa.
¿Merece la pena todo este sacrificio? ¿Largarse a Alemania en el año 1996 a cursar un máster?…¿quedarse diez años en Alemania y escribir (y leer) una tesis doctoral en un idioma que se ha debido aprender? ¿Volver a España con un contrato dirigido a lo que desde instancias ministeriales se concebía como «la forma de evitar la fuga de cerebros»? ¿Y encontrarse con una cantidad tremebunda de trabajo que se hace con pasión, pero que se remunera de tal manera que resulta complicadísimo llegar a fin de mes?
Verdaderamente, me cuesta mucho decirle a mis dos hijos pequeños lo positivo de estudiar una carrera universitaria; lo positivo de formarse en el extranjero; de abrirse a un horizonte más allá de las fronteras patrias para, después, revertir esos conocimientos adquiridos y emplearlos en la mejora y el desarrollo de tu propio país. Tal y como está la situación en España, no cabe duda que en aquel año 2008, cuando tenía ante mí la opción de regresar a España o quedarme en Alemania (donde se me respetaba como docente y donde se me remuneraba de acuerdo al rendimiento y a la dedicación universitaria), ni que decir tiene que hubiera renunciado a un eventual regreso…
Un saludos a tod@s y gracias por llegar hasta aquí.
Hoy no voy a hablar de los relojes Camel Trophy.
Quería compartir con vosotros unas reflexiones que llevo realizando desde hace algún tiempo; sobre todo en los últimos tres años….con la que está cayendo aquí en España….con la bajada de sueldos (aunque algunos lo siguen negando….)…la reducción de plantillas, el incremento de las bolsas de pobreza….el éxodo masivo de trabajadores cualificados e investigadores...
Estas reflexiones las he compartido esta mañana con un periodista de un diario de tirada nacional. Y, éste, estupefacto tras oír mis reflexiones, me ha invitado a reflejarlas en forma de Tribuna en una página del periódico en el que trabaja.
No obstante, antes de acometer ese paso (no estoy todavía seguro) quería compartirlas con vosotros.
Como algunos de vosotros ya sabéis, me dedico a la enseñanza universitaria. Resulta que el curso pasado, un brillante alumno que compagina su trabajo con los estudios, me comentó en una tutoría que él, como trabajador de la limpieza en el Ayuntamiento, cobra más que un profesor de Universidad. Ante mi sorpresa, (yo ya sabía que, por ejemplo, un policía local gana de media más que un Profesor titular de Universidad), y guardándole el debido respeto que se merece (primero por la profesión que ejerce; segundo, por la valentía de dedicar sus ratos de ocio a formarse y estudiar una carrera) le comenté que cuando yo era pequeño, los profesores de primaria insistían en que estudiásemos y sacásemos una carrera para ser personas de provecho, porque, de lo contrario, acabaríamos «de barrenderos o basureros»…..
….Maldito el día en que tuve que escuchar aquello. Visto lo visto.
Y es que me parece totalmente indigno que, aquí en España, la enseñanza universitaria esté tan poco valorada no sólo social, sino, sobre todo, económicamente. Y hablo no sólo por mí, sino por un porcentaje alto de docentes que en su día sacrificaron parte de su juventud y la eventual creación de una familia (tuve mi primer hijo con 40 años; me casé con 39; ahora tengo 43) para estudiar, «hincar los codos», formarse, con el objetivo de, posteriormente, formar a alumnos universitarios.
Mi caso particular: una licenciatura, una diplomatura, un máster en el extranjero, un doctorado en Alemania, realizando ahora la segunda tesis doctoral para conseguir un segundo doctorado. Diez años de estancia en Alemania. Primero como estudiante, después como doctorando y finalmente como profesor. Estancias en otros centros de investigación de Austria, Finlandia y el Reino Unido, financiadas con becas de prestigio pre- y postdoctorales. Investigador Ramón y Cajal durante cinco años con el número uno en mi disciplina. Seis libros publicados hasta el momento (dos de ellos en alemán), más de cuarenta artículos en revistas de impacto españolas y extranjeras. Una media de 8-10 conferencias anuales en Congresos nacionales e internacionales. Impartición de docencia en varios másters organizados por Universidades españolas y de fuera.
Una media de 500 alumnos bajo mi responsabilidad cada curso. 8-10 horas de docencia a la semana. A lo que hay que sumar tutorías, seminarios, trabajo burocrático, subdirección de una revista científica, redacción de artículos, capítulos de libro, contribuciones en obras colectivas, preparación de conferencias y dictámenes, participación en proyectos de investigación, preparación de las propias clases…
Todo ello se traduce en una media de 75 horas de trabajo a la semana. Descansando sábados y/o domingos en semanas alternas, pero trabajando el fin de semana una media de 12 horas. Cinco días de vacaciones en agosto desde hace una década. Cinco. Aprovecho el mes de agosto cuando la Universidad en España está cerrada para coger a mi familia (casado con dos hijos) y viajar a una Universidad alemana para realizar labores de investigación con colegas germanos y de otros países. El mes de agosto.
¿Y todo ello por un sueldo inferior al de un policía local o el de un trabajador de la limpieza? Trabajos dignos, dignísimos y necesarios….pero al fin y a la postre trabajos que requieren una dedicación concreta, una formación específica y no tan intensa y dilatada en el tiempo como es mi caso; trabajos con un horario fijo, por ejemplo de 6:00 de la mañana a 2 de la tarde, desconectando el resto del día y dedicándolo a lo que uno le venga en gana. La mayoría (no todos, porque de todo hay) de los profesores universitarios con vocación no desconectan. Desde las 8.00 de la mañana hasta las 12.00 de la noche todo gira en torno a la docencia y la investigación. De lunes a viernes en la Universidad y el fin de semana en casa.
¿Merece la pena todo este sacrificio? ¿Largarse a Alemania en el año 1996 a cursar un máster?…¿quedarse diez años en Alemania y escribir (y leer) una tesis doctoral en un idioma que se ha debido aprender? ¿Volver a España con un contrato dirigido a lo que desde instancias ministeriales se concebía como «la forma de evitar la fuga de cerebros»? ¿Y encontrarse con una cantidad tremebunda de trabajo que se hace con pasión, pero que se remunera de tal manera que resulta complicadísimo llegar a fin de mes?
Verdaderamente, me cuesta mucho decirle a mis dos hijos pequeños lo positivo de estudiar una carrera universitaria; lo positivo de formarse en el extranjero; de abrirse a un horizonte más allá de las fronteras patrias para, después, revertir esos conocimientos adquiridos y emplearlos en la mejora y el desarrollo de tu propio país. Tal y como está la situación en España, no cabe duda que en aquel año 2008, cuando tenía ante mí la opción de regresar a España o quedarme en Alemania (donde se me respetaba como docente y donde se me remuneraba de acuerdo al rendimiento y a la dedicación universitaria), ni que decir tiene que hubiera renunciado a un eventual regreso…
Un saludos a tod@s y gracias por llegar hasta aquí.