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¿Guerra en la cocina?

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Sin desperdicio. Sifón y deconstrucción o tradición.

Del ABC.

Fuego vivo. Guerra en la alta cocina española




CARLOS MARIBONA.



«Un cocinero se convierte en artista cuando tiene cosas que decir a través de sus platos, como un pintor en un cuadro». Esta contundente frase no la ha pronunciado estos días Ferrán Adrià, ni ninguno de los cocineros españoles que, agrupados en lo que se ha dado en llamar «cocina tecnoemocional» se han situado por méritos propios en la vanguardia culinaria mundial. El autor de la frase es el mismo que el martes aseguraba que «los cocineros no deben hacer esculturas ni pintar cuadros cuando trabajan. A ver cuadros se va a los museos». Menos de diez años separan ambas sentencias. La primera, recogida en el libro «La cocina de Santi Santamaría», editado en 1999. La segunda, pronunciada por Santamaría mientras recogía un premio por su libro «La cocina al desnudo», que saldrá a la venta a finales de este mes. Una incoherencia en el mensaje público de un cocinero que, como un quijote contra molinos de viento, ha decidido enfrentarse a todos sus compañeros y abrir una guerra en la alta cocina española precisamente cuando esta goza de un mayor prestigio internacional. Pero vamos por partes.
Santamaría es en estos momentos el cocinero más estrellado de España. Tres estrellas Michelin en el restaurante del que es propietario, Can Fabes (Sant Celoni, Barcelona); y además asesora al madrileño Santceloni (dos estrellas) y al barcelonés Evo (una estrella), ambos en hoteles de la cadena Hesperia.
Esta semana, tras recoger los 60.000 euros del premio a su libro, en el que hace una defensa a ultranza de la cocina tradicional, lanzó acusaciones directas contra Ferrán Adrià, considerado como el número uno de la cocina mundial, y contra lo que Santamaría denomina «su cohorte», chefs de vanguardia que según él llenan sus platos de gelificantes y emulsionantes de laboratorio y son capaces de legitimar formas de cocina que se apartan de las tradiciones. Mantiene con ellos «un divorcio enorme, conceptual y ético».
La de esta semana no ha sido la única carga de Santamaría contra sus compañeros. Ya el pasado año, en Madrid Fusión, lanzó un discurso cargado de demagogia y populismo, con un alegato contra la que llamó cocina científica y una defensa cerrada de la cocina apegada «al producto y a la tradición».
¿Política de fondo?
¿Por qué un gran cocinero se lanza contra sus colegas y abre una brecha absurda y excluyente entre dos formas de entender la cocina, la tradicional y la vanguardista, tan válidas como compatibles? La mayoría de cocineros consultados por ABC coinciden en su respuesta. Santamaría es un gran chef, pero en los últimos años su cocina no ha evolucionado, se ha quedado estancada y eso le ha dejado fuera de juego. Hay por tanto un intento de recuperar la notoriedad perdida y para ello ha recurrido a sacar la artillería pesada contra sus compañeros. Algunos ven también un problema de celos con Ferrán Adrià. A Santamaría, con el ego muy alto, le molesta verse en un segundo plano mientras el cocinero de El Bulli aparece una y otra vez en los medios como abanderado de la nueva cocina española que triunfa en el mundo. Y no faltan quienes creen que se trata de una estrategia para vender el libro.
Hay aún una causa posible más, con matices más políticos que profesionales. Santi Santamaría simpatiza con el nacionalismo catalán. Y esa defensa a ultranza de la tradición frente a las nuevas tendencias de la cocina, más globales y universales, tiene mucho que ver con su identificación con ese nacionalismo que considera que lo único válido es lo propio, lo del terruño. En su libro «La cocina de Santi Santamaría» lo deja bien claro: «La aparición en la actualidad de nuevas corrientes globalizadoras, que incluyen la cocina catalana dentro de la llamada cocina mediterránea, nos lleva a revivir momentos de confusión. Una confusión que tiene efectos negativos sobre nuestra identidad, nunca tan graves como en épocas pasadas, pero que puede restar impulso a nuestra cocina y ocasionarle otros daños». En ese libro hace suyas frases como «Cataluña, al igual que tiene una lengua, un derecho, unas costumbres, una historia propia y un ideal político, tiene una cocina». Y aporta otras: «Si Cataluña no hubiera vivido un proceso destructivo contra su memoria histórica, su cultura y su lengua, la cocina catalana tampoco habría padecido consecuencias negativas y en hoy día sería más completa».
Sea cual sea la causa, lo cierto es que los cocineros consultados por este periódico coinciden en señalar que lo peor de todo es el ataque a los compañeros. Creen que si Santamaría quiere notoriedad no debe conseguirla descalificando a otros profesionales. Y casi todos recuerdan las incoherencias del chef de Sant Celoni. Por ejemplo, no hace mucho criticaba a otros cocineros por dedicarse a asesorar hoteles y ahora es asesor culinario de la cadena Hesperia y de otros hoteles, incluido un proyecto de lujo en Dubai. También reiteraba que el cocinero siempre tiene que estar en su cocina, cosa que él no practica demasiado en los últimos tiempos.
Reflexiones y respuestas
Para Sergi Arola, «si nos conocen en Europa y en el mundo es precisamente por la cocina que Santamaría critica. Por la suya no nos conocería nadie». Y añade: «Gracias a Adrià los productos españoles se abren camino en el mundo. No sólo los cocineros. Y de eso viven miles de familias. El señor Santamaría debe medir sus palabras porque lo que pone son palos en las ruedas de nuestra economía».
La respuesta más contundente ha llegado de uno de los mejores representantes de la cocina de vanguardia en España, Quique Dacosta (El Poblet, Denia, dos estrellas Michelin). El miércoles, en un congreso en Pamplona dedicó parte de su ponencia a replicar a Santamaría, convirtiéndose en portavoz de sus compañeros. Dacosta recalcó a ABC que él no es «cohorte de nadie. Ni yo, ni Joan Roca, ni Andoni Luis Aduriz, ni Dani García, ni Martín Berasategui, ni Juan Mari Arzak, ni Pedro Subijana, ni los Morán… Todos somos independientes. Pero respetuosos con nuestros colegas, con nuestro oficio y además agradecidos por la labor que hace Ferrán Adrià por nosotros en el mundo». Para Dacosta, «no todos tenemos que ser iguales, ni hacer la misma cocina. Una de las grandezas de esta cocina es la pluralidad. Dentro del reinado de Adrià en la vanguardia, lo más importante es que cada uno hace una cocina al margen de la de El Bulli. Todos creemos en la evolución culinaria. Pero hay valores que no se pueden olvidar: educación, ética, profesionalidad y libertad. Cuatro palabras que valen para cualquier faceta y para la vida misma». Dacosta añade que ha defendido a sus colegas porque siempre han hecho hemos «valer la tradición, el producto y la buena cocina. Y porque nos ha dolido que dijera que somos unos farsantes cuando dedicamos toda nuestra vida a la cocina».
A Dacosta, como a sus compañeros, les preocupa el daño que estas polémicas pueden hacer a los jóvenes que empiezan y que «han puesto todo su sudor y su poco capital para hacer su sueño realidad y pagar a final de mes la letra del banco y las nóminas de sus empleados. Santamaría no necesita ya pensar en esto, está financiado por una cadena hotelera».
Aunque la polémica está servida, el intento de abrir una brecha entre diversas formas de entender la cocina no lleva más que a un enfrentamiento absurdo ¿Cocina tradicional? ¿Cocina de vanguardia? Una sola cocina, la buena. Como pedía en enero desde el escenario de Madrid Fusión el veterano Juan Mari Arzak, «que cada cocinero haga lo que quiera en libertad. Y el que no lo entienda, que no lo critique».
 
13 de Junio de 2007 | ANTONIO BURGOS en ABC

LE acaban de dar la Medalla de las Bellas Artes, como si fuera un novelista de Carmen Romero o un galerista de Carmen Calvo. El jurado de los premios Príncipe de Asturias de las Artes lo lleva entre los más firmes candidatos al galardón.
Hablo de Ferrán Adriá. -¿Ese quién es? ¿Un pintor? -No, un cocinero. -¿Entonces por qué le dan la Medalla de las Bellas Artes y le quieren dar el Príncipe de Asturias de las Artes? -Eso digo yo. Y no queda ahí la cosa, en esta moda absurda del Todo Vale aplicado a las Artes, que ya es arte hasta freír un huevo, si es un huevo desestructurado y en emulsión de pamplinas sobre un lecho de chorradas del campo.

Este Ferrán Adriá ha sido invitado especialísimo en la ciudad alemana de Kassel para que como un pedazo de artista de vanguardia y no un «cocinero, cocinero, enciende bien la candela y prepara con esmero un arroz con habichuelas», que cantaba Antonio Molina, participe en la exposición de arte contemporáneo «Documenta». -O sea, que hasta que no cuelguen en las paredes del Museo Reina Sofía un bisté empanado por Ferrán Adriá no van a parar.

¡Qué ordinariez acaba usted de decir! ¡Cómo se ve que no tiene usted paladar ni cultura para poder degustar como el verdadero arte contemporáneo y de vanguardia que es la cocina de las pamplinas, las garambainas, los perendengues, las tomaduras de pelo y la estocá hasta la bola a la hora de presentarte la factura! ¿Pero no sabe usted, hombre de Dios, que el divino Ferrán Adriá no hace esas ordinarieces de guisar de comer, que dicen los asturianos, ni de un puchero con tós sus avíos, que decimos los andaluces, sino que es un artista en la elaboración de los sabores, los aromas y las texturas? -Pues ayer me tomé yo una sopa de tomate en casa de su amigo Manolo Baro, en el Paseo Marítimo de Cádiz, que no vea usted qué sabores, qué aromas y qué texturas. -Sería en emulsión, naturalmente... -No, en plato hondo y con cuchara: una sopa hecha con unos mendrugos de pan duro, unos tomates y mucho arte, ahí sí que hay arte.

Nada vanguardista ni contemporáneo. Sin cuento alguno. Lo único digno de premio que encuentro en Ferrán Adriá es su poder embaucador. Echarle el suficiente cuento del envergue como para que la gente haga cola para reservar mesa donde los desplumen tras ponerle una «espuma de judías secas con erizos de mar», aguanten la risa, o «gelée de caviar a la crema de coliflor», ¡toma del frasco de las esencias, los sabores y las texturas! Platos a los que les pasa como a los huevos fritos con chanquetes de la nueva cocina andaluza: que es la mejor forma de estropear los chanquetes... y de estropear los huevos fritos.

Si esa emulsión de la sublimación del cuento del alfajor culinario se hubiera quedado en las catalanas mesas y fogones de El Bulli, tendría un pase. Pero como todo se pega, menos lo bonito, una ola de Bullimanía y de Adrianitis afecta a España entera. Vas a un restaurante que te creías serio y te pegan en toda la boca con una «crema de papas aliñás desecadas al aroma de bajamar de dos cangrejos moros heterosexuales, en emulsión de espárragos trigueros». Y todo eso en unos platos así de grandes (a ser posible cuadrados o triangulares), con unas raciones así de chicas, y unas facturas de premio.

Pero no de premio Príncipe de Asturias, sino de premio a la mejor estocada de San Isidro. Qué arte ni qué arte va a tener El Bulli. Arte, el de mi abuela Josefa Carmona Falcón, que con unas tagarninas del campo hacía en El Viso del Alcor maravillas para dar de comer a sus hijos. Aquellas mujeres que quitaban las hambres de los suyos con una lata de caracoles sí que se merecían la Medalla de las Bellas Artes y el Príncipe de Asturias de la imaginación al fogón, y no este Dalí de la cocina.


Pues una opinión contraria, y es que hay gustos "pa´tó"
 
Yo voy a ser sincero: la tortilla de patata desestructurada aliñada con marketing no me gusta nada de nada. Me ha tocado comer en alguno de estos, ( digo me ha tocado porque a una invitación de tu suegro p.e. no te vas a negar) y que quieres que te diga , debo ser un analfabeto culinario pero a mi no me llenaron ni la panza ni el paladar.
Mi lista personal es la siguiente:

La Finca (Elche)
Atrio (Caceres)
Chez Victor (Salamanca)
 
Jijijiji :D

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Y hablando en serio del tema, no me va la cocina de diseño, qué le voy a hacer.
 
Mamá, hazme lentejas. Sólo para mi.


Son peores que los escritores, estos señores del cucharón...
 
He conocido unos cuantos cocineros y con el tiempo -no sé si son por los aceites quemados o que- se les va la olla. :D
Igual es casualidad y manias mías, pero tengo compañeros que también apoyan esta versión.
 
Realmente es una polémica de siempre, en Francia también se dió entre partidarios de la Nouvelle Cousine y los tradicionalistas, no creo que Santi haya tenido ninguna idea original en eso.
Yo creo que tiene parte de razón en el fondo de la crítica, y digo en el fondo interpretando este como que la cocina moderna "de autor" representada por Ferrá Adriá, siendo una forma interesante y muy actual de concebir el arte gastronómico, se aparta demasiado de las esencias, sabores y productos de la cocina tradicional e identificable.
Por supuesto que la réplica que le han dado es totalmente cierta y justificada, si el no está de acuerdo, que haga la suya y deje a los demás hacer lo que les dé la gana.
Dicho esto, yo soy visitante de su restaurante al menos dos o tres veces al año, y este último he notado una cierta caída en la siempre magnífica carta del maestro de Sant Celoni.
En cuanto a sus posicionamientos políticos, pués eso, son suyos y tiene derecho a tenerlos, aunque los fundamentos y argumentos de los mismos creo que pueden ser rebatidos con suma facilidad, pero eso no quita que en un país libre cada uno dice lo que quiere decir.
Yo creo que si hay ganas de llamar la atención con estas declaraciones, pero al menos hasta este año, yo no cambiaba dos comidas en El Bulli por una en el Racó.
Que cada uno coma lo que le apetezca, y lo que pueda pagar.............................

Saludos
 
Yo voy a ser sincero: la tortilla de patata desestructurada aliñada con marketing no me gusta nada de nada. Me ha tocado comer en alguno de estos, ( digo me ha tocado porque a una invitación de tu suegro p.e. no te vas a negar) y que quieres que te diga , debo ser un analfabeto culinario pero a mi no me llenaron ni la panza ni el paladar.
Mi lista personal es la siguiente:

La Finca (Elche)
Atrio (Caceres)
Chez Victor (Salamanca)

Tu si que sabes Juan Pablo.
Al amigo Victor le han quitado la estrella Michelin.






Gracias a Dios.:D
 
Pues mira ,como tu dices gracias Dios que le han quitado la estrella, eso quiere decir que ya va a su bola y que le importa un carajo lo que digan, seguro que a partir de ahora se come mejor, se le acabaron las presiones y la tontería.
 
  • #10
Sin haber comido en el Bulli, yo me atrevo a cometer la imprudencia de decir que lo que Ferrán Adriá hace es algo distinto a la gastronomía, es otra cosa.

Quizás mi deformación profesional me impide comprender que se pueda llegar a perder el objeto primordial de una actividad como la restauración: dar de comer.

Y es que la gastronomía trata de eso, de dar de comer. Está muy bien que se experimente con nuevas texturas, con nuevos contrastes de sabores, pero creo que ya debe hacerse público el tipo de restaurante al que se va a entrar. El Bulli es conocido por todo el mundo, nadie que vaya allí puede entrar pensando enqeu se va a dar el atracón del siglo, pero también es cierto que cocineros con pretensiones pretenden emular a Adriá con composiciones extravagantes y raciones menores que muchos pinchos y tapas de muchos de los bares españoles.

Y no sé qué ocurre en el restod e España, pero en Bilbao y alrededores se ha dado una transformación importante. Y es quye ahora cualquier caferería de menú del día se creen que son el Arzak y no es cierto.

Eso es una vergüenza, al menos que avisen del tipo de restaurante, igual que hay chinos, vietnamitas, mexicanos, italianos... que avisen de cuales son los "restaurantes de autor", así los clientes no nos veríamos sorprendidos al tener que, después de haber sido sorprendidos con un sinfín de contrastes y texturas, salir corriendo al macdonalds más cercano para calmar al alien que reclama su comida.

Creo que hay momentos para todo: para comida de gourmet y para comida de gourmanda.
 
  • #11
Pues mira ,como tu dices gracias Dios que le han quitado la estrella, eso quiere decir que ya va a su bola y que le importa un carajo lo que digan, seguro que a partir de ahora se come mejor, se le acabaron las presiones y la tontería.

Pues a eso iba. Ya veras como ahora se preocupa más de otras cosas que de mantener la puñetera estrellita al precio que sea.
 
  • #12
Vamos a incuestionar lo evidente: las sensaciones que produce /provoca Ferran Adrià con sus creaciones - porque de eso se trata - nadie más las ofrece. Está claro que no tiene que gustar ni entusiasmar a todo el mundo. Pero es que justamente eso sería una vulgaridad, y los genios no lo son. Por eso hay tan pocos. ;-) Saludos.
 
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