Sanza
Baneado
Hoy tomando unos vinos con unos amigos, un anestesista retirado me explicó que es muy difícil entubar a un paciente con síndrome de down, por la escasa longitud de su cuello.
He pasado el día muy nervioso, midiéndome con frecuencia la cabeza al completo, pero prácticamente no se han dado cuenta en el trabajo, al margen de un desagradable episodio con el operario de mantenimiento de la fotocopiadora.
He perdido unas horas en las que no ha debido pasar mucha cosa, pues la cantidad de papeles en la mesa, y las llamadas perdidas en el móvil no habían aumentado, aunque mi secretaria no me miraba con demasiada buena cara. Creo que no tiene que ver con el buen número de cosas que le hice la vez que debió pensar que era una buena idea tomar algo conmigo, y aún mejor ocurrencia dejar que me acercase.
Pero con esta gente de agraciada memoria emocional nunca se sabe…
En cualquier caso, me sorprendo analizando la conveniencia de haber vivido de ayer a hoy, casi consciente de que en realidad no es decisión mía, y he acabado desvariando, en voz alta, en otro bar, en la calle, en una tienda de serigrafía textil, en el cuarto banco de la izquierda de un juzgado, y en la puerta de un vecino a la que llamé, sobre lo difícil que es encontrar camisas con una correcta proporción de cintura, mangas, cuello y longitud si no son a medida.
Supongo que de alguna manera tiene que ver con el anestesista locuaz, sus cabezas, y la ropa imposible que llevaba.
El resto del día:
No conduzco, pero he pasado unas horas en estado de ensoñación en la vitrina de un concesionario de automóviles, y decidí malgastar otras tantas de la vida de un comercial que se dejó seducir por mi impecable aspecto.
Y se dio cuenta demasiado tarde de que no le iba a vender un todo terreno al cretino que tras interesarse por la desmultiplicación de la dirección asistida, preguntó si le dejaba medirle, por favor, el cuello y los brazos.
Ojo si os cruzáis conmigo por la calle.
Alguien quiere ser mi secretaria?
He pasado el día muy nervioso, midiéndome con frecuencia la cabeza al completo, pero prácticamente no se han dado cuenta en el trabajo, al margen de un desagradable episodio con el operario de mantenimiento de la fotocopiadora.
He perdido unas horas en las que no ha debido pasar mucha cosa, pues la cantidad de papeles en la mesa, y las llamadas perdidas en el móvil no habían aumentado, aunque mi secretaria no me miraba con demasiada buena cara. Creo que no tiene que ver con el buen número de cosas que le hice la vez que debió pensar que era una buena idea tomar algo conmigo, y aún mejor ocurrencia dejar que me acercase.
Pero con esta gente de agraciada memoria emocional nunca se sabe…
En cualquier caso, me sorprendo analizando la conveniencia de haber vivido de ayer a hoy, casi consciente de que en realidad no es decisión mía, y he acabado desvariando, en voz alta, en otro bar, en la calle, en una tienda de serigrafía textil, en el cuarto banco de la izquierda de un juzgado, y en la puerta de un vecino a la que llamé, sobre lo difícil que es encontrar camisas con una correcta proporción de cintura, mangas, cuello y longitud si no son a medida.
Supongo que de alguna manera tiene que ver con el anestesista locuaz, sus cabezas, y la ropa imposible que llevaba.
El resto del día:
No conduzco, pero he pasado unas horas en estado de ensoñación en la vitrina de un concesionario de automóviles, y decidí malgastar otras tantas de la vida de un comercial que se dejó seducir por mi impecable aspecto.
Y se dio cuenta demasiado tarde de que no le iba a vender un todo terreno al cretino que tras interesarse por la desmultiplicación de la dirección asistida, preguntó si le dejaba medirle, por favor, el cuello y los brazos.
Ojo si os cruzáis conmigo por la calle.
Alguien quiere ser mi secretaria?