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Una historia, real, sobre la percepción de "lo bello"

  • Iniciador del hilo Arturo79
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Arturo79

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Un hombre entró en una estación de metro en Washington DC y comenzó a tocar el violín, era una fría mañana de enero. Interpretó seis piezas de Bach durante unos 45 minutos. Durante ese tiempo, ya que era hora punta, se calcula que 1.100 personas pasaron por la estación, la mayoría de ellos en su camino al trabajo.

Tres minutos pasaron, y un hombre de mediana edad de dio cuenta de que había un músico tocando. Disminuyó el paso y se detuvo por unos segundos, y luego se apresuró para poder cumplir con su horario.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja, y sin parar, siguió caminando.

Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escucharlo, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Es evidente que se le hizo tarde para el trabajo.

El que puso mayor atención fue un niño de 3 años. Su madre le apresuró, pero el chico se detuvo a mirar al violinista. Por último, la madre le empuja fuerte, y el niño siguió caminando, volviendo la cabeza todo el tiempo. Esta acción fue repetida por otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir adelante.

En los 45 minutos que el músico tocó, sólo 6 personas se detuvieron y permanecieron atentos un tiempo. Alrededor de 20 personas le dieron dinero, pero siguieron caminando a su ritmo normal. Se recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y el silencio se hizo cargo, nadie se dio cuenta. Nadie aplaudió, ni hubo ningún reconocimiento.

Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había interpretado, nada más y nada menos, que una de las piezas más complejas jamás escritas, con un violín por valor de 3,5 millones de dólares.

Dos días antes de tocar en el metro, Joshua Bell llenó un teatro en Boston, donde los asientos costaban un promedio de 100 dólares.

Esta es una historia real. Esta acción, Joshua Bell tocando de incógnito en la estación de metro, fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las conclusiones generales fueron las siguientes: En un entorno común a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

enlace a video https://www.youtube.com/watch?v=myq8upzJDJc

¿Que opináis?
::Dbt::

:ok::
 
Creo que el reconocimiento a la belleza funciona cuando alguien nos dice qué es bello y que no, esa gente paga 100 dólares en el teatro porque la publicidad le dice que irá a ver algo bello. Pero no creo que se descarguen o paguen por el disco del violinista, preferirán bajarse el disco de pop de moda.
¿Nos detenernos a apreciarla? Si no la reconocemos, no nos detendremos.
¿Reconocer el talento? quizá si, pero cuando el contexto es adverso y hay prisas, se le ve y le deja pasar...

un saludo
 
Tremenda anécdota, para pensar un rato...
 
Yo creo que en este caso tendemos a soslayar ciertos hechos que habría que tener en cuenta.

El primero, obvio: la gente que pasa por el metro no es la misma que la que decide pagar 100 $ por un concierto.

El segundo: entre la gente que paga 100$ habrá muchas motivaciones, desde el amor y concimiento de la música hasta pasar el rato o dejarse ver, cosas que según las preferencias de cada uno, tb cuestan 100$ y no pueden hacerse en el metro.

Tercero: Habrá gente que pudiendo apreciar la actuación, no lo haga por circunstancias propias del lugar en que se producen, y que me temo son más que suficientes para arruinar la mejor actuación: acústica, ruidos, prisa...

Creo que si tenemos en cuenta estas y otras cuestiones, igual reducimos un poco el dramatismo de la situación:huh:
 
Desde luego no hay que abrir mucho el oído para poder saber que el que toca es diestro en el instrumento. Lo que creo que es que la gente que va a trabajar no está para músicas.
Si lo hace en el una zona de paseo, un domingo de sol en primavera, seguro que se quedan cientos mirando.
He visto a músicos en la calle con una técnica sobresaliente. Es a los pocos a los que les doy dinero, se lo curran.
A otros les he dado dinero para que dejaran de tocar ::bxd::....si.
 
Esto me recuerda que, casi siempre, las cosas urgentes no nos dejan hacer las cosas importantes.
 
Es un claro ejemplo de la tendencia al adocenamiento humano. No es bueno perder conciencia de que nuestro reloj, ese que tanto nos acompaña, en cada momento nos indica que los próximos segundos,minutos,horas son para vivir.
 
Un experimento parecido (guardando todas las distancias, por supuesto) hago normalmente con un Patek P. cuando voy a comprar a mercadona :whist::.
............. el resultado es el mismo. :whist:::whist::
 
Es una historia maravillosa. Muchas gracias por traérnosla aquí. De verdad.:ok::
 
  • #10
Hace tiempo que leí esta anécdota y debo deciros que desde entonces oigo con atención a cualquiera que toca en el metro.
 
  • #11
Yo creo que en este caso tendemos a soslayar ciertos hechos que habría que tener en cuenta.

El primero, obvio: la gente que pasa por el metro no es la misma que la que decide pagar 100 $ por un concierto.

El segundo: entre la gente que paga 100$ habrá muchas motivaciones, desde el amor y concimiento de la música hasta pasar el rato o dejarse ver, cosas que según las preferencias de cada uno, tb cuestan 100$ y no pueden hacerse en el metro.

Tercero: Habrá gente que pudiendo apreciar la actuación, no lo haga por circunstancias propias del lugar en que se producen, y que me temo son más que suficientes para arruinar la mejor actuación: acústica, ruidos, prisa...

Creo que si tenemos en cuenta estas y otras cuestiones, igual reducimos un poco el dramatismo de la situación:huh:

De acuerdo con eso. Solo por esas razones los resultados del experimento quedan muy distorsionados.

Si en vez de tocar el violín hubiera sido algo más "popular" hubiera tenido más éxito. Más de una vez he visto un gran grupo de personas escuchando cantar o tocar la guitarra a algún artista en la calle.
 
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