Pedro Haddock
Forer@ Senior
Sin verificar
Este es un pequeño resumen de una entrada que he puesto en mi blog. Trata brevemente de lo que me parece que constituyen los problemas actuales de Nakaya, una empresa que sigo con pasión pero que comienza a presentar algunas debilidades.
Con ánimo de compartir con todos mis apreciaciones y, de paso, crear algo de sana polémica, lo transcribo a la espera de vuestros siempre instructivos y jugosos comentarios.
El mito Nakaya sigue apoyándose en el carácter artesano de su producción pero, en mi opinión, comienzan a diluirse algunas de las cualidades que tenía porque el criterio de ineficiencia que alumbró su nacimiento y que formaba parte de sus señas de identidad, comienza a mostrar sus debilidades.
Podemos concretar las debilidades de Nakaya de la siguiente manera:
El tiempo de entrega.
Cuando Nakaya comenzó a ofrecer sus productos, el tiempo medio para entregar una pluma era de 30 días. Actualmente, dependiendo del modelo, puede tardar entre cuatro meses y más de un año. Si el cliente desea añadir algún toque personal a su pluma estándar, conseguirá prolongar la entrega casi el doble de lo generalmente estimado.
Yo tengo tres Nakayas: una Cigar Aka-Tamenuri, una Piccolo Negra, y una Cigar Thick Arai Shu con acabado especial en la boquilla Ishime-Kanshitsu. La primera, comparada en 2003, fue entregada en un mes y medio desde que realicé el pedido. La última, especial, tardó casi un año.
El precio.
Se está haciendo desorbitado sin justificación. Hay instrumentos de escritura terminados en Urushi que cuestan menos de la mitad que una Nakaya sencilla. Si uno pretende cualquier acabado especial, el coste se dispara. Entiendo que cualquier modificación del estándar supone introducir un elemento distorsionador en la cadena artesanal de producción pero el exceso de precio convierte el producto en poco atractivo. Llegará un momento en que el precio supere al valor y, de momento, comienza a surgir la competencia.
La mecánica.
Las Nakaya son plumas técnicamente elementales, alimentadas por un simple convertidor. Su belleza radica en el diseño y en el acabado, no en la mecánica.
El plumín.
Para plumas de esta categoría y precio, el plumín sigue siendo un modesto Platinum de tamaño relativamente pequeño y sin ninguna especialidad salvo su adaptación a la mano de quien lo solicita. Otras marcas japonesas, como Sailor o Pilot, ofrecen plumines infinitamente más avanzados y estéticamente más logrados.
Si el comprador desea algún plumín especial, Nakaya lo cobra aparte y por un importe muy superior al de, por ejemplo, su casa matriz. Es más rentable comprar una Platinum y cambiar el plumín uno mismo.
El acabado.
Intachable en cuanto a su concepción, pero comienzan a oírse quejas por defectos en casos concretos. Golpes en el barniz, irregularidades en la terminación, manchas...
El servicio.
No especialmente bueno. Dificultades de comunicación con la casa, falta de respuesta, demoras y poco entusiasmo a la hora de atender quejas. En cuanto a los distribuidores, complejidad en el trámite y falta de coordinación con la casa matriz. Comienzan a recibirse plumas defectuosas que hay que devolver, con los costes que ello supone, y la respuesta de la fábrica se reputa lenta e inadecuada.
Las plumas Nakaya poseen una belleza extraordinaria. Son simples, sobrias, elegantes y originales. Pero las debilides de la marca pueden erosionar el mito de perfección que parecían haber conseguido.
¿Cuál es el problema de Nakaya?. Parece obvio que su dimensión industrial. Una taller artesanal de cuatro personas no puede abastecer de productos a todo el mundo y, como cualquier economista aficionado puede entender, la presión de la demanda solo puede corregirse de dos maneras: aumentando la producción o aumentando los precios. Lo segundo ya está en marcha y, lo primero, más que a un incremento cuantitativo, conduce peligrosamente a una reducción de la calidad para conseguir mayor productividad.
Si Nakaya pretende convertirse en una marca de lujo, seguirá los pasos de Namiki y, si quiere mantener su estándar inicial, tendrá que conformarse con seguir siendo un modesto taller artesanal con clientela reducida.
Con ánimo de compartir con todos mis apreciaciones y, de paso, crear algo de sana polémica, lo transcribo a la espera de vuestros siempre instructivos y jugosos comentarios.
El mito Nakaya sigue apoyándose en el carácter artesano de su producción pero, en mi opinión, comienzan a diluirse algunas de las cualidades que tenía porque el criterio de ineficiencia que alumbró su nacimiento y que formaba parte de sus señas de identidad, comienza a mostrar sus debilidades.
Podemos concretar las debilidades de Nakaya de la siguiente manera:
El tiempo de entrega.
Cuando Nakaya comenzó a ofrecer sus productos, el tiempo medio para entregar una pluma era de 30 días. Actualmente, dependiendo del modelo, puede tardar entre cuatro meses y más de un año. Si el cliente desea añadir algún toque personal a su pluma estándar, conseguirá prolongar la entrega casi el doble de lo generalmente estimado.
Yo tengo tres Nakayas: una Cigar Aka-Tamenuri, una Piccolo Negra, y una Cigar Thick Arai Shu con acabado especial en la boquilla Ishime-Kanshitsu. La primera, comparada en 2003, fue entregada en un mes y medio desde que realicé el pedido. La última, especial, tardó casi un año.
El precio.
Se está haciendo desorbitado sin justificación. Hay instrumentos de escritura terminados en Urushi que cuestan menos de la mitad que una Nakaya sencilla. Si uno pretende cualquier acabado especial, el coste se dispara. Entiendo que cualquier modificación del estándar supone introducir un elemento distorsionador en la cadena artesanal de producción pero el exceso de precio convierte el producto en poco atractivo. Llegará un momento en que el precio supere al valor y, de momento, comienza a surgir la competencia.
La mecánica.
Las Nakaya son plumas técnicamente elementales, alimentadas por un simple convertidor. Su belleza radica en el diseño y en el acabado, no en la mecánica.
El plumín.
Para plumas de esta categoría y precio, el plumín sigue siendo un modesto Platinum de tamaño relativamente pequeño y sin ninguna especialidad salvo su adaptación a la mano de quien lo solicita. Otras marcas japonesas, como Sailor o Pilot, ofrecen plumines infinitamente más avanzados y estéticamente más logrados.
Si el comprador desea algún plumín especial, Nakaya lo cobra aparte y por un importe muy superior al de, por ejemplo, su casa matriz. Es más rentable comprar una Platinum y cambiar el plumín uno mismo.
El acabado.
Intachable en cuanto a su concepción, pero comienzan a oírse quejas por defectos en casos concretos. Golpes en el barniz, irregularidades en la terminación, manchas...
El servicio.
No especialmente bueno. Dificultades de comunicación con la casa, falta de respuesta, demoras y poco entusiasmo a la hora de atender quejas. En cuanto a los distribuidores, complejidad en el trámite y falta de coordinación con la casa matriz. Comienzan a recibirse plumas defectuosas que hay que devolver, con los costes que ello supone, y la respuesta de la fábrica se reputa lenta e inadecuada.
Las plumas Nakaya poseen una belleza extraordinaria. Son simples, sobrias, elegantes y originales. Pero las debilides de la marca pueden erosionar el mito de perfección que parecían haber conseguido.
¿Cuál es el problema de Nakaya?. Parece obvio que su dimensión industrial. Una taller artesanal de cuatro personas no puede abastecer de productos a todo el mundo y, como cualquier economista aficionado puede entender, la presión de la demanda solo puede corregirse de dos maneras: aumentando la producción o aumentando los precios. Lo segundo ya está en marcha y, lo primero, más que a un incremento cuantitativo, conduce peligrosamente a una reducción de la calidad para conseguir mayor productividad.
Si Nakaya pretende convertirse en una marca de lujo, seguirá los pasos de Namiki y, si quiere mantener su estándar inicial, tendrá que conformarse con seguir siendo un modesto taller artesanal con clientela reducida.