Valeriano
Forer@ Senior
Sin verificar
¿Puede la belleza de una estilográfica justificar siempre un precio elevado?
No hablemos de exclusividad, tampoco de inversión, sino del poder de atracción que ejerce una pluma bella sobre nosotros. Hay flechazo, deseo, devoción... Un buen diseño previo a una buena fabricación parece ser la clave del éxito de una estilográfica. Así lo creo yo firmemente. Nadie nos pregunta, el objeto está creado ante nuestra vista, se nos muestra sin haberse concebido a través nuestra búsqueda. La belleza es siempre una desnudez, por su camino inmediato a nuestros sentidos, y esconde sus códigos secretos, los asumidos por nuestra naturaleza y su lógica. Formas, colores, brillos... Automatizamos muchas respuestas, unas serán innatas, otras de cultura, otras de experiencia propia, que nos procuran una emoción directa sobre los objetos. Cuando una estilográfica nos atrae por su belleza, el éxito del fabricante es total. No se trata de convencernos, de darle un buen escaparate, o de la película hedonista de la publicidad. Se trata de algo superior.
Ahora bien, llegado a este punto, me planteo lo difícil del reparto presupuestario, cuánto justifica esa belleza el precio. Llegado el momento, imaginamos que la pluma reposaría junto a sus hermanastras (no tan bellas), y en nuestras manos buscaría una y otra vez la ocasión de refrendar su posesión... Creo que me estoy pasando, voy a devolver los pies al suelo. Vale, ya estoy. Toca decidir la compra: ¿Cuánto vale ese impulso? Con experiencia, supongo que algo menos, porque pasión y moderación no han de estar reñidas. Con la cartera llena, supongo que algo más, la pasta es una buena red para asegurar el salto.
Buscamos plumas, nos dejamos seducir cada día, pero también atesoramos algunas piezas que seguimos recuperando con caricia temblorosa... ¿Cuánto valía y vale esa belleza?
Es solo una reflexión...
Buen día a todos.
No hablemos de exclusividad, tampoco de inversión, sino del poder de atracción que ejerce una pluma bella sobre nosotros. Hay flechazo, deseo, devoción... Un buen diseño previo a una buena fabricación parece ser la clave del éxito de una estilográfica. Así lo creo yo firmemente. Nadie nos pregunta, el objeto está creado ante nuestra vista, se nos muestra sin haberse concebido a través nuestra búsqueda. La belleza es siempre una desnudez, por su camino inmediato a nuestros sentidos, y esconde sus códigos secretos, los asumidos por nuestra naturaleza y su lógica. Formas, colores, brillos... Automatizamos muchas respuestas, unas serán innatas, otras de cultura, otras de experiencia propia, que nos procuran una emoción directa sobre los objetos. Cuando una estilográfica nos atrae por su belleza, el éxito del fabricante es total. No se trata de convencernos, de darle un buen escaparate, o de la película hedonista de la publicidad. Se trata de algo superior.
Ahora bien, llegado a este punto, me planteo lo difícil del reparto presupuestario, cuánto justifica esa belleza el precio. Llegado el momento, imaginamos que la pluma reposaría junto a sus hermanastras (no tan bellas), y en nuestras manos buscaría una y otra vez la ocasión de refrendar su posesión... Creo que me estoy pasando, voy a devolver los pies al suelo. Vale, ya estoy. Toca decidir la compra: ¿Cuánto vale ese impulso? Con experiencia, supongo que algo menos, porque pasión y moderación no han de estar reñidas. Con la cartera llena, supongo que algo más, la pasta es una buena red para asegurar el salto.
Buscamos plumas, nos dejamos seducir cada día, pero también atesoramos algunas piezas que seguimos recuperando con caricia temblorosa... ¿Cuánto valía y vale esa belleza?
Es solo una reflexión...
Buen día a todos.
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