rodilla
Milpostista
Sin verificar
Hola camaradas,
La semana pasada me quejaba amargamente de la sequía endémica que, cual Tablas de Daimiel, se había apoderado del Rastro madrileño.
Este domingo, por el contrario, me ha mostrado su cara más lozana, y aunque las piezas abatidas no merecen taxidermia, alharacas ni bandos, sí me han reconciliado con este vertedero de vanidades (la maravillosa expresión "hoguera de vanidades" ya está cogida ...).
Las circunstancias han puesto en mi mano tres piezas, bien representativas de tres décadas distintas: Un cronógrafo de los años 40, un reloj de submarinismo Space Age, de los 60, y un monstruo japonés de los 80.
El primero en caer ha sido el representante yeyé. Un amiguete y proveedor histórico me avisó el viernes de que estaba a la espera de un Potens, con una caja rara y de colorines. A regañadientes le dije que si lo llevaba el domingo me lo quedaba, ajustando el precio casi a ciegas y por aquello de compensarle por otros ojeos anteriores de más enjundia.
Sin embargo, al verlo me ha entusiasmado. Se trata de una versión realizada por la marca española del Yema Wristmaster que rezuma calidad. Caja monobloque de acero, 42mm de ancho sin corona y un precioso bisel azulito. Además, lleva todo un armis NSA¡¡¡. Potens, en su línea "De Luxe" montaba magníficos calibres ETA.
Tras este primer trofeo, y ya entretenido en las mantas de los vendedores de lance, atisbo que un compadre anda trasteando con lo que parecía un canto "rodao". Le veo que paga al vendedor unos pocos euros y viéndome ansioso y con los ojos fuera de sus órbitas, me dice: "si me das los que he pagado por él te lo quedas". Sin rechistar, accedo y cae la segunda pieza. Un Casio diver de los ochenta, todo un MD 703. Trasto monstruoso que adoramos los fans de esta marca. Mide 44mm y tiene un aire steampunk que me apasiona. Además es el modelo más raro, con esfera blanca. Es un reloj virtualmente nuevo, con el plástico protector aún dispuesto en su tapa.
Ya tocaba a su fin la batida, cuando me he acercado al puesto regentado por un gitano que sólo aparece ocasionalmente, supongo que realquilando la plaza a su titular, Don Antonio. Aquél, menos fino que Don Antonio, con unas maneras zafias y poco dadas al pacífico cambalache, me ha afeado la conducta por rebuscar desordenadamente en una vieja caja atestada con fornituras relojeras que hace décadas que perdieron su orden y emparejamiento. Sin embargo, he entresacado algo meritorio: un cronógrafo de los años 40, de una marca desconocida para mí, con un movimiento Landerón 47 (según me ha informado una suerte de wikipedia andante que tengo por amigo) y tres pulsadores.
Como podréis ver, tiene el espiral arruinado, pero confío en su recuperación.
Y me he vuelto a casa, con el morral rebosante, si no de piezas extraordinarias, sí de ánimo con el que afrontar la semana que comienza.
Que os sea propicia.
Fine
La semana pasada me quejaba amargamente de la sequía endémica que, cual Tablas de Daimiel, se había apoderado del Rastro madrileño.
Este domingo, por el contrario, me ha mostrado su cara más lozana, y aunque las piezas abatidas no merecen taxidermia, alharacas ni bandos, sí me han reconciliado con este vertedero de vanidades (la maravillosa expresión "hoguera de vanidades" ya está cogida ...).
Las circunstancias han puesto en mi mano tres piezas, bien representativas de tres décadas distintas: Un cronógrafo de los años 40, un reloj de submarinismo Space Age, de los 60, y un monstruo japonés de los 80.
El primero en caer ha sido el representante yeyé. Un amiguete y proveedor histórico me avisó el viernes de que estaba a la espera de un Potens, con una caja rara y de colorines. A regañadientes le dije que si lo llevaba el domingo me lo quedaba, ajustando el precio casi a ciegas y por aquello de compensarle por otros ojeos anteriores de más enjundia.
Sin embargo, al verlo me ha entusiasmado. Se trata de una versión realizada por la marca española del Yema Wristmaster que rezuma calidad. Caja monobloque de acero, 42mm de ancho sin corona y un precioso bisel azulito. Además, lleva todo un armis NSA¡¡¡. Potens, en su línea "De Luxe" montaba magníficos calibres ETA.
Tras este primer trofeo, y ya entretenido en las mantas de los vendedores de lance, atisbo que un compadre anda trasteando con lo que parecía un canto "rodao". Le veo que paga al vendedor unos pocos euros y viéndome ansioso y con los ojos fuera de sus órbitas, me dice: "si me das los que he pagado por él te lo quedas". Sin rechistar, accedo y cae la segunda pieza. Un Casio diver de los ochenta, todo un MD 703. Trasto monstruoso que adoramos los fans de esta marca. Mide 44mm y tiene un aire steampunk que me apasiona. Además es el modelo más raro, con esfera blanca. Es un reloj virtualmente nuevo, con el plástico protector aún dispuesto en su tapa.
Ya tocaba a su fin la batida, cuando me he acercado al puesto regentado por un gitano que sólo aparece ocasionalmente, supongo que realquilando la plaza a su titular, Don Antonio. Aquél, menos fino que Don Antonio, con unas maneras zafias y poco dadas al pacífico cambalache, me ha afeado la conducta por rebuscar desordenadamente en una vieja caja atestada con fornituras relojeras que hace décadas que perdieron su orden y emparejamiento. Sin embargo, he entresacado algo meritorio: un cronógrafo de los años 40, de una marca desconocida para mí, con un movimiento Landerón 47 (según me ha informado una suerte de wikipedia andante que tengo por amigo) y tres pulsadores.
Como podréis ver, tiene el espiral arruinado, pero confío en su recuperación.
Y me he vuelto a casa, con el morral rebosante, si no de piezas extraordinarias, sí de ánimo con el que afrontar la semana que comienza.
Que os sea propicia.
Fine