Esto no quiere decir que no se fabricarán relojes con metales que no fueran nobles. Todo lo contrario, se fabricaban a montones, pero eran considerados productos de escasa calidad, fabricados en otras partes, pero no en La Chaux-de-Fonds. El reloj que Roskopf soñaba con crear iba a ser comparado con estos relojes malos desde el principio.
Pese a la hostilidad y escepticismo que había despertado su idea, Roskopf, que tenía un carácter fuerte, aguantó bien las críticas y los comentarios sarcásticos. Era un tiempo en el que el negocio de la relojería florecía por toda la región, hasta el más modesto relojero podía hacer una fortuna, y sin embargo él, pese a toda su meticulosidad, no había sido capaz de triunfar.
Es entre 1865 y 1867 cuando la construcción del mecanismo soñado por Roskopf entra en fase de producción. Su objetivo era construir un reloj que diera la hora de forma precisa, no podía entender que un reloj, por muy humilde que fuera, no cumpliera con su función. Mientras, Roskopf dudaba sobre el nombre que le iba a dar a su nuevo reloj, dudaba entre “reloj para los pobres” o “reloj proletario”.
Para conseguir su objetivo de fabricar un reloj por 20 francos, poco menos de la paga semanal de un obrerono cualificado de la época, y que era unas cuatro veces menos que lo que costaban los de la competencia, Roskopf estaba dispuesto a sacrificarlo todo, excepto la calidad de las partes esenciales. Desde el principio, se buscó a toda costa la reducción del número de partes móviles y la simplificación del sistema de montaje.